Eddie estaba lejos de ser lo que Augustine White buscaba, se conocen de toda una vida y ella muere por él en secreto. Eddie se transforma en el demonio favorito de Augustine, y ella está dispuesta a arder en su infierno.
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— Wow, eso me ha tomado totalmente por sorpresa— Eddie sonrió, Augustine miraba a su boca y le sonrió— ¿Te ha quedado gustando, verdad?
— No te creas demasiado— Ella le sonrió—Abusas de que eres encantador—Soltó la chica, y Eddie sonrió victorioso.
— Me tienes del cuello hace un par de minutos, ¿Vas a besarme o lo puedo hacer yo?—El chico se acercó a ella , podía sentir su respiración y fue por cuenta de Eddie que la distancia entre ambos se redujo a cero, Eddie volvió a estampar sus labios con los de ella, él se hizo un espacio entre las piernas de la chica, con sus manos grandes y largas comenzó a acariciar sus muslos y dejaba rastro de besos en su cuello. Augustine amaba sentir los labios calientes de Eddie sobre su piel helada por la noche.
Se separaron unos segundos para recobrar el aliento, ella se acomodó la polera de su pijama, que estaba un poco más arriba de lo que debía estar y Eddie sonrió al ver su piel.
— ¿Es este el panorama que me has armado? ¿Otra noche de besos?— el chico preguntó divertido, acomodándose su cabello y sus anillos.
— Sólo si prometes que te irás temprano— la chica se paró de la cama y caminó hasta su puerta para dejarla con seguro— Ya has dado aviso de que te irías y no quiero que piensen cosas que no son.
—¿Cosas que no son? Pero sí son...— habló divertido, se paró de la cama y caminó despacio donde ella, Augustine hizo un gesto divertido, como evitando la mirada de él, pero Eddie fue más rápido y la tomó de la cintura, la envolvió en un abrazo.
— ¿Por qué haces esas cosas?— la chica preguntó con la voz en un hilo.
—Tú lo empezaste todo— Él respondió mirándola a los ojos— Tú me has tomado del cuello de la polera suplicando que me quede contigo esta noche, sólo soy un buen chico que obedece.
Ella lo miró sin poder responder, en el fondo él tenía razón. Las manos de Eddie seguían en su cintura, se miraban en silencio, como si tan sólo con contemplar sus rostros fuera suficiente. Augustine creía que los labios de Eddie Munson eran los más hermosos del planeta, y podía dar fe de que eran los mejores que había probado, siempre tuvo la sospecha.
— Tú me has dejado besarte— Ella se excusó— Pensé que éramos grandes y que no debíamos dar explicaciones de lo que hacemos.
— ¿Quieres que esto sea sin explicaciones?— Eddie arqueó una ceja.
— Pues...ni sé qué es lo que realmente pasa entre nosotros—La chica tragó saliva y su corazón comenzó a latir rápidamente— Tampoco busco una respuesta o una explicación, somos amigos, o algo así.
— Pero te traigo loca hace un tiempo— Eddie susurró cerca de la chica—Te gusta mi cabello largo, mis tatuajes— Eddie apegó su cuerpo al de Augustine, ella aferró sus manos a su pecho—Te gusta la forma en cómo muevo mis dedos cuando todo guitarra, y de seguro te haces la fría cuando hablas con tus amigas de la universidad, porque claro, una chica tan brillante como tú, no se podría fijar en un metalero como yo, de seguro tus amigos de la facultad se espantarían al saber que te besas conmigo.
