XVII. ( music salon )

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Sirius acababa de pintar su quinto cuadro de las partes del rostro que de pronto se aparecían en su rostro. Tenía uno de esos costosos walkman limitados que Fleamont le había comprado por su cumpleaños el año anterior en sus oídos escuchando a David Bowie, y tras juntas todos los cuadros se dió cuenta que seguía faltando uno.

Ya no había manera de negarlo, era Mallory, de perfil pero era ella. El cuadro estaba en tonalidades grises, pero era ella, con el cabello largo y aún más adulta, tanto que incluso podría parecer que no era ella. No era mucho de tener ese tipo de episodios en los que su cuerpo le pedía pintar desesperadamente distintos cuadros, pero había pasado y era ella.

Sirius era en realidad más supersticioso de lo que parecía, odiaba muchas cosas de su familia, pero también sabía que el futuro siempre parecía estar de la mano de todo aquel que tuviera el apellido. Aludra leía las cartas y lo hacía muy bien, Regulus siempre sabía que algo pasaría, tenía esa sensación, como un sentido arácnido, y él pintaba o dibujaba incluso sin control, como si no tuviera control de su propio cuerpo, pero no era tan bueno como Regulus o Aludra, él nunca lograba descifrar que significaban, a veces simplemente dibujaba cosas que no parecían tener sentido o no lograba encontrarlos, pero de pronto sintió la sensación de que por primera vez él entendía su don, y que Mallory era en realidad su futuro.

—Hey —escuchó la voz de alguien atrás de él sobresaltándose, volteó para encontrarse con Mallory quien le sonreía desde la puerta, era la primera vez que le sonreía de esa forma, tenía el estuche de su violín en su hombro y una falda color azúl—. ¿Que haces?

—Oh, uh... —puso un cuadro sobre el otro para poner más arriba el más fresco—. Solo pintaba un poco —la pelirroja se puso a su lado mientras el pasaba la pita por debajo de los cuadros para amarrarlos y así poder cargarlos más rápido.

—¿Quien es? —preguntó Mallory poniéndolo nervioso.

—Ah, es... Aludra. Ya se acerca nuestro cumpleaños, así que...

Ella asintió sin decir nada al respecto, para comenzar a pasearse por la sala. Traía aparte de la falda —algo corta— lila, un suéter lila y rosa, su cabello suelto, medias no muy largas, zapatillas y una pulsera dorada. Su cabello llegaba incluso más abajo de su cintura, y fue allí cuando notó que traía unas cuantas trenzas entre su ondulado cabello.

—¿Traes trenzas? —preguntó acercándose a ella.

—Ah... sí —agarró una comenzando a jugar con ella—. Dorcas me las hizo, no son como las de ella obviamente, pero... sí, me gustaron

—Son lindas —le dijo agarrando esa trenza, pasando su dedo pulgar por esta para soltarla—. ¿Irás a tocar?

—Ah sí, iba en dirección a la sala de música cuando te ví aquí entonces pasé para saludar —asintió con la cabeza para sonreír.

—A veces olvido que tienes hoyuelos —mencionó—. Muy pocas veces te veo sonreír.

—Ja ja —rió sarcásticamente—. ¿Que vas a hacer ahora? —preguntó dirigiéndose en dirección de la puerta.

—Oh, nada. Pensé en dejar esto en la habitación y es todo.

—Podemos tocar juntos — ofreció, algo que hizo que su corazón se acelerara de pronto—. Ya sabes —se encogió de hombros—. Tu eres El Niño que Toca Piano —mencionó el título que le había dado de pequeño haciéndolo reír— Y yo soy del violín.

—Sería un honor tocar el piano para ti —le dijo notando lo raro que podía sonar eso— Es decir... contigo, y para ti. Ambos.

Ella asintió con la cabeza, para abrir la puerta.

SEMPITERNAL # sirius blackWhere stories live. Discover now