Sólo contigo

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Nos abrimos paso entre la multitud, que entre la música y el alcohol, estaba ya más que frenética.

Solté la mano de Carlos para no levantar sospechas, aún así, no dejaba de mirar hacia atrás para ver si me seguía. Me miraba desconcertado y con el ceño fruncido.

Llegamos a los servicios. Una cola tremenda había en la puerta del de chicas. Sin embargo, el de chicos estaba completamente vacío.

Le hice a Carlos un gesto con la cabeza indicándole que entrara. Abrió mucho los ojos y dijo algo que no oí debido al sonido altísimo de la música.

Volví a repetirle el mismo gesto pero con los ojos, y está vez me obedeció sin problemas.

Miré a mi alrededor y cuando me aseguré que nadie me veía, entré tras él.

El servicio estaba completamente vacío. Cogí su mano y lo llevé hasta la última puerta. Entré y tiré de su mano para que hiciera lo mismo. Y cuando quedamos uno frente a otro en ese pequeño habitáculo, apoyados cada uno en una pared y con apenas dos pasos de separación entre nosotros, eché el pestillo.

Carlos me miraba confuso, con la boca entre abierta, humedeciéndose una y otra vez los labios. Gesto que hacía provocar aún más mi deseo, pero que él no hacía con esa intención, sino que era más bien producido por su nerviosismo ante la situación.

Al ver que no daba el paso, me lancé a él. Bueno más bien me lancé a su boca. Lo agarré por el cuello y le di pequeños besos recorriendo sus labios de una comisura a la otra. Carlos permanecía inmóvil, con las manos pegadas a su cuerpo. Uní mis labios a los suyos y de forma tierna comencé a besarlos, saboreándolos poco a poco... Pero Carlos seguía sin reaccionar y estaba empezando a frustrarme un poco. ¡Dios mío, Carlitos reacciona por favor!

Intensifiqué mis besos pasando mi lengua por sus dientes y mordiendo su labio inferior... Pero Carlos permanecía quieto, pensativo... aún con su labio entre los míos, abrí mis ojos para mirarle. Tenía la mirada perdida y la respiración agitada. Me entraron ganas de llorar y salir corriendo. Me sentía tan ridícula...

Pero, de repente, Carlos reaccionó... ¡y madre mía si reaccionó!

Agarró con sus manos fuertemente mis muslos, levantándome hasta que mis piernas quedaron enrolladas en su cintura. Y dando dos pasos, mi espalda quedó apoyada con la pared de enfrente, haciendo que nuestros cuerpos se pegaran aún más el uno al otro.

Me agarré a su cuello, aún sorprendida por su repentina reacción. Su boca buscó la mía y su lengua se fue introduciendo poco a poco de forma húmeda y sensual, hasta que localizó la mía y ambas se enzarzaron en una lucha interna, que me hizo sentir un escalofrío por todo el cuerpo.

Sus manos seguían apretando fuertemente mis muslos y ya comenzaba a notar como algo en su pantalón abultaba más de la cuenta.

Con su lengua recorrió el borde de mi mejilla hasta llegar a mi oreja donde me susurró:

- No sabes cuántas veces me he imaginado ésto Virginia...

- Y yo... Carlitos... Y yo... - le dije entre gemidos mientras besaba mi cuello y con sus manos apretaba mis nalgas.

- No me digas Carlitos, que me hace sentir un como un niño... - me dijo de repente apoyando su nariz en la mía.

- ¿Y no lo eres? - le dije con media sonrisa y sin soltarme de su cuello.

Negó con la cabeza mientras acariciaba suavemente mi muslo...

- Pues demuestramelo... - le desafié.

Me bajó de su cintura y me besó dulcemente sujetando mi cara entre sus manos.

- ¿Estás segura?

La Boca Del LoboWhere stories live. Discover now