Nacer de nuevo

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Sábado, 12 de Noviembre

Miraba a través de la ventana de la habitación de David. Ese día diluviaba en Sevilla. La gran cortina de agua apenas dejaba ver la calle.

Me pareció escuchar un sonido. Algo así como un roce de sábanas. Miré a David. A veces mi mente me jugaba malas pasadas y me hacía creer que se había movido. Una vez más no fue así. Seguía dormido, relajado, inmóvil...

Me senté a su lado y acaricié sus brazos que reposaban al lado del colchón.

- Cariño... - le susurré - Hola... ¿Cuándo vas a despertar?

Le hacía la misma pregunta día tras día... Estaba convencida de que en algún momento me contestaría.

Volví a la ventana. Me sentía rara. Tenía un no sé qué por dentro. No paraba de pensar en Carlos. Había visto en las noticias que llovía en Brasil y tenía miedo por él. Me daba pánico de que pudiera ocurrirle algo.

- Buenos días Virginia - dijo mi suegra al entrar.

- Mari, no te esperaba a estas horas y más con la que está cayendo.

- He querido venir antes, José María está de camino y quería estar aquí en cuanto llegase.

- Sí, lo sé. Salió de Almería muy temprano. Me ha dicho que se trae el portátil para ponerle a David la clasificación. - sonreí. Sabía la ilusión que le hubiera hecho a David ver esta carrera.

- ¡Qué cosas tiene tu hermano! - dijo mi suegra sentándose en el sillón que estaba junto a la cama. - Qué guapo está hoy mi niño. ¿Cómo estás cielo? Tápate bien - dijo arropando a David con la manta que tenía sobre sus piernas. Cogió sus manos y se las besó repetidas veces. Y luego las soltó sobre su cuerpo.

- Mari, no le pongas las manos sobre el estómago por favor, ya sabes que no me gusta. - mi suegra tenía la manía de ponerle las manos a David cruzadas sobre su tripa. Lo odiaba. Daba la sensación de que estaba... muerto. No quiero ni pensarlo.

- Ay Virginia, es que se le quedan heladas - dijo poniéndoselas de nuevo sobre el colchón. - Las manías de tu mujer... - se acomodó en el sillón y sacó unas revistas del corazón de su bolso.

Volví a mirar por la ventana. Respiré hondo y solté el aire poco a poco. "Paciencia Virginia", me dije a mi misma.

La lluvia perdió intensidad. Incluso se podía apreciar unos rayitos de sol escondidos tras las nubes.

- La que están dando con la boda del hijo del torero. Todas las revistas hablan de lo mismo. ¡Qué vestido más feo lleva la novia! Igualito que el tuyo... Era divino. Qué guapísimos estábais. Y qué felices... - suspiró.

Miré a mi suegra y le sonreí. Que razón tenía. Que día mas bonito el de nuestra boda. Y qué felices éramos en aquel entonces... David no perdió la sonrisa en ningún momento... Y mira ahora... Ya no quedaba nada de ese David...

- Mari, ¿otra vez le has puesto los brazos sobre la barriga? - le dije algo malhumorada acercándome a la cama.

- Que no Virginia... Se los puse a los lados de nuevo. Tu me has visto.

Mi suegra y yo nos miramos. Y volvimos a mirar a David. Seguía dormido. Como siempre. No había en él ninguna señal de que se hubiera movido.

- ¿Estás segura? - le pregunté.

- Sí, sí... además tu me has visto - a mi suegra a penas le salía la voz.

- No puede ser...

Las dos nos quedamos en silencio mirando hacia la cama. No sé cuánto tiempo estuvimos así. No nos atrevíamos ni a respirar. ¿Se había movido?

La Boca Del LoboWhere stories live. Discover now