La despedida

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Carlos no me habló en el camino de vuelta al apartamento. Y yo tampoco a él. Ni tenía intención de hacerlo. 

Tenía una mezcla de sensaciones algo extraña. Por un lado sentía que sobraba. Ellos se conocían de hace tiempo, tenían sus bromas, sus chistes... Y la verdad que tampoco hacían mucho por integrarme. Aunque debo reconocer que yo tampoco ponía de mi parte. Simplemente, no me apetecía. 

Por otro lado, me di cuenta que echaba de menos a David. Quizá sea porque el hablar con Jaime, me recordó a él. Una conversación más madura, relajada... O quizá porque me sentía muy sola, a pesar de estar rodeada de tanta gente.

Y bueno, luego estaba Carlos... Carlitos. Mi Carlitos. Siendo él mismo. Feliz. Riéndose a carcajadas. Haciendo el tonto con sus amigos. Despreocupado. Me gustaba verlo así. Pero no podía evitar el compararlo a cómo es cuando está conmigo. Suele ser más serio, aunque también hace bromas, pero se controla. Procura ser mas responsable y ordenado. Y siempre, siempre... atento a mí. En definitiva, que no es él mismo. Entonces ¿soy yo la que lo anulo como persona? 

Con esos pensamientos rondando por mi cabeza llegamos al piso. Fue una locura hacer un turno para la ducha. Aunque la mayoría, muy caballerosos, me dejaron a mi primero, puesto que tuve que ceder a Tabi porque estaba de morros. 

Todos discutían por donde iríamos a cenar. Bueno, mas bien, irían, ya que yo había decidido no ir. Me excusé diciendo que me había mareado en el barco y no me sentía bien. ¿Qué esperaba? Que Carlos dijese que él tampoco y se quedase conmigo, egoístamente hablando. ¿Qué hizo? Se quedó callado e ignoró mi comentario.

Así que al rato, ya estaban todos listos para irse de cena. 

- ¿Seguro que no quieres que te traigamos nada para comer? - dijo Gonzalo.

- No, en serio, estoy bien. Seguro que ahora se me pasa. 

- ¿Y qué vas hacer aquí sola? - dijo Ismael.

- Pues veré un poco la tele y luego dormiré. Estoy cansada. 

Miré a Carlos por si todavía cambiaba de opinión y se quedaba, pero aquí, mi amiga, lo tenía bien agarrado del brazo. 

- ¡Venga chicos! ¡Que se nos hace tarde! - dijo Tabi tirando de él - No nos esperes despierta Virginia.

- Tranquila, no tenía intención de hacerlo. 

Una vez que todos se marcharon, me preparé un sándwich de atún para cenar. Y no es que me apeteciera, es que no había mucho donde elegir. La nevera daba pena verla. Mañana me tocará hacer una compra si quiero sobrevivir los días que me quedan aquí. 

Tranquilamente me lo comí mientras veía algunos vídeos en Youtube. Era casi la 1 cuando me di cuenta de que me estaba quedando dormida en el sofá. Así que me levanté y me dirigí al dormitorio. 

Estaba a punto meterme en la cama cuando escuché la puerta. Al principio pensé que serían ellos, aunque me resultó extraño que vinieran tan pronto. Pero al no oír ningún ruido me empecé a asustar un poco. 

- ¿Quién anda ahí? - dije desde la habitación, mientra encendía la luz y me metía bajo las sabanas, como si me protegieran de algo.

Escuché unos pasos que se acercaban lentamente y estaba a punto de gritar cuando entró:

- Soy yo Virginia.

- ¡¡Carlos!! - grité - ¡Vaya susto me has dado! 

- Perdóname... pensé que ya estabas dormida.

- Bueno, casi. Me estaba quedando dormida en el sofá. ¿Qué haces aquí? - dije incorporándome hasta sentarme en la cama. 

- Pues he fingido que la cena me ha sentado mal para venir aquí contigo y saber como estabas...

La Boca Del LoboWhere stories live. Discover now