Una moneda al aire

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- ¿Cómo? - dijo David abriendo mucho los ojos - ¿Qué está embarazada?

- Sí, tranquilos. La verdad que ha sido una sorpresa para todos.

- Pero si no tiene síntomas, no tiene nauseas, no tiene mareos... - David hablaba rápido y de forma atropellada, causado por los nervios.

- Los tendrá, descuida, que los tendrá. Os explico, hemos pillado el embarazo en una fase muy temprana. Ni siquiera Virginia ha tenido su primera falta. Todavía es todo muy confuso. Por eso llamé a Guillermo, quería asegurarme. Ahora mismo solo vemos el saquito, que es donde se supone que estará y crecerá el embrión.

- ¿Se supone? - dije con tristeza, era todo demasiado bonito para ser verdad.

- Se supone porque todavía es muy pronto Virginia, es tan pequeño que no puede verse a través de la ecografía. Tendríamos que esperar algunas semanas más. Lo único que lo diferencia de otro tipo de dolencia, como un quiste, es el grosor del útero. Por ahora, todo marcha bien, pero tenemos que asegurarnos. Si te hicieras ahora un test de embarazo por la orina, te saldría negativo. Así que vamos hacértelo a través de la sangre. Ahí veremos con seguridad si estás embarazada.

- Vale.

- Ahora vas a pasar fuera, a la salita de la enfermera y ella misma te la extraerá. Luego, si queréis, bajáis a tomar un café y en una horita o cosa así, lo sabremos con certeza. Pero que todo pinta a que sí, ¿vale? Quedaros tranquilos los dos.

Sin decir nada, cogí mi bolso y mi abrigo y me dirigí hasta la puerta de la consulta. David iba detrás mía con su muleta, igual, en shock, sin hablar.

Tras extraerme la sangre, hicimos lo que nos recomendó Rosa y bajamos a tomar algo a la cafetería que había justo debajo de la clínica.

- Una tila por favor - le dije al camarero.

- Otra para mí, pero doble - dijo David.

- ¿Una tila doble? Ni que fuera un whisky.

- Me vendrá bien - me contestó mientras repetía una y otra vez el gesto de pasarse las manos por sus muslos - Me sudan a tope.

- Tranquilo cariño... - le dije y al intentar acariciar su mano, me di cuenta que las mías temblaban demasiado.

- Qué fuerte ¿no? - respondió David mientras el camarero debaja las tilas sobre la mesa.

- Muy fuerte, la verdad... no me lo esperaba para nada.

- Dios mío Virgi... - y apoyando los codos sobre la mesa se llevó las manos a la cara - ¿Ves como la vida nos está recompensando?

- Aún no cantes victoria - dije mirando como el humo salía de mi taza - Lo mismo no estoy embarazada. Puede ser un quiste o incluso que ese saquito esté vacío.

- No. Esta vez no, Virgi. - y agarró mis manos sobre la mesa - Estoy convencido de que sí estás embarazada y de que todo va a marchar bien, qué digo bien, ¡genial! Todo va a ir genial, ¿sabes por qué? - Negué con la cabeza. - Porque nos lo merecemos... porque hemos pasado por mucho éste último año y esto es un regalo de Dios para nosotros. Éste era el momento perfecto para que volviera. Y aquí está de nuevo, con nosotros.

- Lo siento David... - y las lágrimas comenzaron a correr por mis mejillas - No soy tan positiva como tu. Quizá tu te merezcas que la vida te recompense, pero yo no lo merezco.

- ¿Cómo que no? Claro que lo mereces... Eres una mujer maravillosa Virgi. Has sufrido conmigo todo el accidente, no te has separado de mi lado ni un segundo. Me cuidas como nadie... ¿cómo puedes decir que no lo mereces?

La Boca Del LoboWhere stories live. Discover now