La confesión

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Dos meses después...

- ¡Buenos días cariño! - dije corriendo las cortinas para que entrara la luz de la mañana - Hace un día precioso, a pesar de que estamos en Noviembre. No hace ni pizca de frío. ¿Cómo te encuentras? Ya puedes mover los brazos ¿eh? que ayer te quitaron las escayolas. ¡No tienes excusas flojo! ¡Que eres muy flojo! - le dije con cariño.

Dejé el periódico del día y mi café en la mesita de al lado de la cama y quité las flores que se habían marchitado, para poner las nuevas.

- Hoy he traído margaritas, me encantan. Huelen estupendamente. Por cierto, te tengo que afeitar. Ahora cuando venga Lola y te asee, te voy a poner guapo.

Me senté en el sillón que hay al lado de la cama y eché azúcar en el café mientras lo removía lentamente.

- Te he traído el periódico deportivo. En la portada viene Vettel... madre mía la que se ha liado en el GP de México. Insultó por radio a Charlie Whiting. ¡La cosa está que arde! No fue una buena carrera para Carlitos y Daniil. Ahora cuando me tome el café, te voy leyendo.

Un poco más de dos meses habían pasado del fatal accidente. El peligro pasó, pero David seguía en coma. Los médicos quitaban poco a poco la sedación, pero su cuerpo y su cerebro continuaban sin reaccionar.

El doctor Santiago me dijo que era cuestión de tiempo, pero que tuviera paciencia. Podrían ser días, semanas, meses... o años.

Pero yo no perdía la esperanza. Todos los días iba a verlo. Le llevaba flores, le hablaba, le ponía al día en cuanto a las noticias deportivas y políticas. Le contaba que hacía, como me sentía...

- Buenos días mis amores - dijo Lola entrando en la habitación.

- Buenos días.

- ¿Cómo está hoy el dormilón?

- Parece que tiene mejor cara ¿verdad?

- Mucha barba...

- Ya... ahora cuando termines con él, le voy a afeitar.

Lola era una de las enfermeras de la planta. Un encanto de mujer. Éste era su último año en el hospital, puesto que al siguiente ya se jubilaba. Siempre alegre, positiva y llena de energía.

- Hoy margaritas ¿no? - dijo mientras aseaba a David. - Tienes una mujer maravillosa... todo los días atenta a ti. Te tiene la habitación preciosa. Nunca te faltan las flores. Anda, despiértate y dale un beso, que se lo merece.

La ayudé para cambiarle el pijama y las sábanas. Aunque era una mujer menuda, tenía una fuerza impresionante.

- Listo muchachito, te dejo en buenas manos - dijo sonriéndome.

- Gracias Lola.

- ¡Qué gracias, ni gracias! Es mi trabajo y lo hago encantada.

- Lola...

- Dime cariño.

- ¿Crees que hoy...?

- ¿...va a despertar?

Asentí.

- Puede ser... hoy es un día perfecto para que ocurra.

- Siempre me dices lo mismo... - sonreí apenada.

- Y tu siempre me preguntas lo mismo. Cualquier día es bueno para despertar, porque el día que lo haga, será un día maravilloso.

Una vez que nos quedamos solos en la habitación, comencé con el ritual de afeitado. La primera vez le hice una masacre en la cara. Todo eran puntos de sangres, pobrecito. Ya, a estas alturas, me había hecho una experta.

La Boca Del LoboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora