Virginia, 32 años. Segura de sí misma, independiente e inteligente. Posee su propia tienda de moda y un blog donde cada día comparte sus outfits, siendo uno de lo mas exitosos de la red. Casada desde hace dos con David, 35 años. Un ingeniero del aut...
La comida fue... dejémoslo en fue. Simplemente. Apenas hablamos. Carlos parecía que aún estaba enfadado por lo de esta mañana. Quizás para él sea una tontería pero para mi es algo muy importante. Él me gusta y mucho. Demasiado diría yo. Y por ese motivo no quiero sólo que estos días estemos practicando sexo como locos. Que sí que me apetece... no soy de piedra. Pero también necesito conocerlo fuera de un circuito de F1. Quiero saber como es el verdadero Carlitos. Y lo que estoy viendo por ahora... no me está gustando mucho. Veo excesivo el enfado por no querer echar un polvo con él esta mañana... A ver cuanto le dura.
- ¿Bajamos un ratito a la playa? - le dije una vez que recogimos la mesa y la cocina.
- Vale - dijo encogiéndose de hombros.
Fui a la habitación para ponerme el bikini, mi vestido boho, mi sombrero y guardé todo lo necesario en mi capazo para ir a la playa.
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Cuando salgo Carlos ya tenía puesto el bañador, con la misma camiseta, su gorra y la toalla echada al hombro. Me esperaba apoyado en el sofá con los brazos cruzados sobre el pecho.
- ¿Se puede saber dónde vas así? Si sólo vamos a la playa - dijo mirándome de arriba a abajo.
- ¿No te gusta?
- No es eso... Estás guapísima, pero es que te preocupas demasiado por tu imagen...
- ¿Me estás diciendo que soy superficial?
- No Virginia, no saques las cosas de contexto. Sólo que has tardado una eternidad para un rato que vamos a estar en la playa.
- Mejor será que nos vayamos... hoy estás insoportable.
No dijo nada. Al igual que tampoco dijo nada camino a la playa.
Encontramos un sitio perfecto, alejado del bullicio y muy tranquilo.
Carlos se quitó las chanclas, la camiseta y lo tiró todo junto a la toalla, para después sentarse sobre la arena.
- La toalla es para sentarse o tumbarse. ¿Sabes? - le dije mientras ponía la mía.
- Ya, pero a mi me gusta hacerlo sobre la arena.
Puse mi toalla, que era bastante grande, coloqué en una esquina mi capazo, mis chanclas y mi vestido. Saqué mis protectores para la cara, la piel y el pelo y me senté.
- ¿Necesitas algo más? - me dijo irónico.
Decidí ignorar su comentario, sería lo mejor si no quería que discutieramos por esa tontería.
Me rocié el pelo con el protector especial para cabello, luego me eché la crema en la cara y por último sobre el cuerpo.
- ¿Te importaría echarme crema en la espalda? - a ver si así se calmaba un poco.
- Vale. - fue su respuesta.
Me coloqué boca abajo a la espera de un masaje sensual sobre mi espalda mientras extendía la crema... Pero no fue así. Lo hizo con desgana y rapidez.
