Gracias

1K 66 7
                                    

- ¡No cierra! - dije tumbada boca arriba en la cama intentando cerrar el botón de mi vaquero. - ¡No cierra David! - y pataleé como una niña pequeña. - ¡Estoy gorda! ¡Gorda! 

- No estás gorda, estás embarazada - dijo mi marido saliendo del baño con una toalla en la cintura. 

- Pero si solo estoy de dieciséis semanas... Aún queda mucho.

- Virgi, tan solo es un vaquero, apenas se te nota. Es lo mas normal del mundo, eso es señal de que nuestro bebé está creciendo. - y se sentó  a mi lado en la cama.

- Mírate tú - me incorporé con el vaquero aún abierto - Tan sexy... con esos abdominales tan marcados... - y pasé la mano por su pecho hasta su ombligo - ¡Y mira yo! - y cogí de nuevo los extremos de mi vaquero intentando unirlos sin ningún éxito.

- Pero Virgi... - rió David - Eso es genial.

- ¿Genial? Cómo se nota que no eres tu el que engorda por minutos.

- ¡Exagerada! Estás preciosa. Y tienes unas tetas... ¡madre mía! - dijo mirando descaradamente mi escote mientras se mordía el labio.

- Eso sí es verdad - y bajé la vista hasta mis canalillo.

- ¿Echamos uno rapidito? 

- David, tenemos que ir a recoger a tu madre y a la mía, y la cita es a las once y media... Vamos a llegar tarde.

- Rapidito... muy rapidito. - y puso un puchero de niño pequeño.

- Bueno... - accedí porque la verdad es que me moría de ganas - pero quítame este vaquero por favor - y me tumbé de nuevo en la cama. 

David tiró de los tobillos del pantalón  y poco a poco fueron deslizándose por mis piernas. Se quitó la toalla, dejándola caer en el suelo y con mucho cuidado se puso encima mía.

- Sigo pensando que esta postura es peligrosa...

- El bebé tiene aún mucho espacio ahí dentro. Métemela ya por favor... te necesito...

Había experimentado varios cambios en mi cuerpo desde que me quedé embarazada. Además de mis grandes pechos, mis caderas que se ensachaban por días y mis ganas de comer, también noté un apetito sexual que aumentaba a la vez que lo hacía mi barriga. Y David lo supo aprovechar muy, pero que muy bien.

- Vamos a hartarnos ahora, que luego cuando nazca el bebé será imposible. - me decía.

No hacía falta más para convencerme.

Ese día teníamos cita con Rosa. Tocaba ver como se encontraba el bebé y, ¡por fin!, conocer el sexo.

Había apuestas de todo tipo.

Ya en el coche, camino a la clínica, el tema volvió a salir.

- Qué sea un niño por favor - decía mi suegra desde el asiento de atrás - Ya tengo a mis dos niñas preciosas y ahora me toca un varoncito.

- De eso nada - contestó David mientras conducía - Una niña. Será mi princesa y yo su rey. 

- ¡Ay no! Un niño - le reprochó su madre - Así, tan guapo como tu. Con el pelo ensortijado. ¿Tú que dices Ana? - le preguntó a mi madre que iba sentada a su lado.

- Que venga bien, es lo único que quiero.

- ¡Mójate suegri! Aquí nos mojamos todos... Venga... - le decía David en tono de broma.

- Hombre... me da igual, pero si tengo que elegir me gustaría una niña. Las niñas son más coquetas para vestirlas, peinarlas... 

-  ¡Eres de las mías suegri! ¡Dos contra uno! Queda la madre de la criatura, venga, mójate amor.

La Boca Del LoboWhere stories live. Discover now