Formentera

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Lo habíamos planeado de tal forma que nuestros aviones llegaran prácticamente a la vez al aeropuerto de Ibiza. Y de allí cogeríamos un barco hasta la isla de Formentera.

Estaba tomándome un café helado en el Starbucks del aeropuerto cuando sonó mi móvil.

- Hola Adolfa, ¿por dónde andas?

- Hola Víctor... - me reí - pues estoy en el Starbucks, ¿y tú?

- Esperando mi maleta, ahora mismo voy a buscarte. No te muevas.

- Tranquilo que aquí te espero.

El reencuentro fue de película, o al menos así lo viví yo.

Lo vi de llegar de lejos con su maleta, sonriendo en cuanto me vio. Aceleró el paso y yo hice lo mismo. Soltamos nuestros trolleys en medio del aeropuerto y nos fundimos en un abrazo de esos apretados, sintiéndonos y tocándonos, como si no nos pudiésemos creer que por fin estábamos juntos de nuevo.

- Dios, qué ganas tenía de verte... - me susurró al oído.

- Y yo a ti, no sabes cuánto.

Y si el reencuentro fue de película, el beso que nos dimos luego no era para menos. Era ansiedad lo que sentía por sentir sus labios sobre los míos. Y él debía sentir lo mismo... porque vaya beso. Incluso hasta nos vitorearon unos chicos que pasaban por allí con pinta de extranjeros y de estar de despedida de solteros, además.

Fuimos al puerto para coger el Ferry que nos llevaría Formentera. Era un trayecto cortito, de apenas una hora. Nos sentamos fuera para ver el mar, abrazados y sin decirnos nada. Con estar juntos nos bastaba.

- Te va a encantar el apartamento. Es bastante grande y tiene muchas habitaciones.

- Bueno, pero nosotros solo usaremos una, ¿no?

- Eso, por supuesto. - y sonrió de esa forma tan pícara que no hacía falta pensar mucho para saber lo que se estaba imaginando.

Del puerto al apartamento llamamos a un taxi. Durante el viaje Carlitos estaba un poco mas sobón de la cuenta.

- ¿Te quieres quedar quieto? - le dije sacando su mano de debajo de mi falda y sin dejar de mirar al taxista. ¡Me moría de la vergüenza!

- No quiero... - y sus labios recorrieron mi oreja para acabar en mi cuello...

- Carlos, por favor te lo pido. Cálmate.

El taxista carraspeó en un par de ocasiones. La cosa se estaba poniendo demasiado caliente ahí detrás.

El apartamento estaba en primera línea de playa. En la zona de los chiringuitos. Ideal para gente joven con ganas de marcha. Pero nosotros no buscábamos éso. Sólo queríamos tranquilidad y estar sólos. Él y yo. Nadie más.

Carlos se apresuró a bajar las maletas mientras yo le pagaba al hombre, dejándole una generosa propina por la escenita que le habíamos montado.

- Joder con esta gente... Vaya tela... - dijo Carlos al entrar. Y es que el apartamento estaba hecho un desastre. - Mira que les dije que lo dejaran ordenado.

- ¡Madre mía Carlos! - restos de comidas, botellines de cerveza, bañadores colgando en el ventilador del techo... - ¿Qué son personas o cerdos?

- Eso digo yo... Lo siento mucho Virginia...

- No lo sientas cariño. No es culpa tuya.

Dejamos las maletas a un lado y empezamos a recoger un poco. En nada llenamos hasta arriba dos bolsas de basura.

- Tus amigos son unos guarros... - le dije a Carlos mientras cogía con dos dedos una cáscara de plátano que vete tu a saber el tiempo que llevaba eso ahí.

- Se lo dije a Gustavo. Que la dejara limpia. Lo voy a llamar luego y se va a enterar. Me ha dejado en ridículo.

- No digas eso. Ellos son los que han quedado mal. Tú no, mi vida.

- Dilo otra vez. - dijo dejando la bolsa a un lado y acercándose a mí.

- No empieces - y una sonrisa se plantó en mi cara aunque quería disimular.

- Dímelo otra vez por favor - Carlos agarró mi cintura y me atrajo hacia él.

- ¿El qué? - le dije jugando con el cuello de su camiseta.

- Sabes a lo que me refiero. - Y la punta de su nariz rozó la mía.

- Mi... - besé su nariz - vida - y besé sus labios.

Y ese beso tan dulce y romántico se convirtió en uno más apasionado y húmedo. Carlos me levantó por mi trasero y enrosqué mis piernas en su cintura.

- Vamos a la cama - me susurró entre beso y beso.

- Llévame tú - le dije antes de morder su cuello.

Y en eso estábamos cuando...

- ¡¡Ostias Chili tío!! ¡¡¿Que haces aquí?!! - una voz nos cortó el rollo por completo.

Carlos me soltó de golpe y al girarme un chico alto, rubio y de ojos marrones salía del pasillo en ropa interior.

- ¡¿Gustavo?! ¿Qué... qué... qué haces tu aquí? - Carlos se puso muy nervioso.

- Tío... ¿no quedamos en que te dejábamos la primera quincena para ti?

- ¿Qué hablas Gus? Te dije que la segunda quincena. Es decir esta semana. La que viene ya no puedo porque tengo Gran Premio.

- Joder tío... menudo lío... pues... aquí estamos todos.

- ¡¡¿Todos?!!

- Todos... - nos confirmó el colega. - Por cierto soy Gustavo... - dijo acercándose a mi y tendiendo su mano.

- Yo... - miré a Carlos - Soy Virginia - y le tendí la mía.

- Encantado Virginia... pero que muy encantado. - dijo alzando las cejas varias veces.

- ¿Con quién hablas Gus? - una voz de chica que me era familiar sonó por el pasillo. - ¡¡¿Carlos?!! ¡¡¿Virginia?!!

- ¡¡¿Tabatha?!! - dijimos Carlos y yo a la vez.

Dios mío... ahora sí que la hemos liado.

La Boca Del LoboWo Geschichten leben. Entdecke jetzt