Cuando el amor hace daño...

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De nuevo me encontraba frente al armario haciéndome la misma pregunta que me hacía en la mañana: ¿qué me pongo?

- Por mucho que mires, tu ropa sigue siendo la misma que te has traído Virgi. No creo que se reproduzca...

- Ja, ja, ja... Qué gracioso eres... - le dije sentada desde el borde de la cama. 

- Es broma, mujer... es que siempre estás igual. Mira yo: mismos vaqueros que esta mañana y diferente camisa. Se acabó.

- Y porque te he insistido en que te cambiaras de camisa, sino irías igual. 

- Es que yo no me complico. 

- Pues yo sí. - y reconozco que fui bastante borde al decirlo.

- ¿Qué te pasa? ¿No te apetece ir? Te noto rara...

- No es eso David... es que estás cansado y creo que deberíamos quedarnos aquí en la habitación para que pudieras dormir. Mañana vamos a pasar todo el día en el circuito y deberías reponer fuerzas.

- Virgi, solo es una cena. No vamos a ir luego de fiesta ni mucho menos. 

- Lo sé... pero... bueno da igual. No sé que ponerme. No contaba con la dichosa cena. A ver que se me ocurre. - dije de camino al baño dispuesta a darme una ducha, a ver si cayéndome agua por la cabeza se me aclaraban las ideas.

Al final opté por una falda midi de vuelo negra con un body de terciopelo en burdeos y de nuevo mi perfecto para darle un toque informal. Menos mal que se me ocurrió traerme mis sandalias de tacón negras de Jimmy Choo, que completaban el look perfectamente. He de decir que el body tenía un generoso escote que haría volar la imaginación de más de uno. Bueno con que vuele la de uno en concreto me conformo. ¡Qué vea lo que ha perdido!

Un momento... ¿qué haces Virginia? ¿cómo has podido pensar eso? Si tú, tú misma, fuiste la que lo dejó. Él estaba dispuesto a luchar. Estaba dispuesto a todo. Incluso a darte ese hijo tan deseado. Y tú, Virginia, lo dejas ir... ¿A qué viene esto entonces?

Déjalo en paz. Deja que sea feliz. Que viva su vida. Que se enamore, que se equivoque, que llore, que ría, que aprenda... Que sea él. Tú ya has vivido todo eso. Ahora le toca a él.

Me recogí el pelo en un moño desenfadado, de esos que parece que has tardado cinco minutos en hacértelo, cuando en verdad te has pasado casi dos horas delante del espejo hasta conseguir ese aspecto.

- Lista - le dije a David cuando había terminado de maquillarme.

- Perfecta, como siempre - dijo mi marido abrazándome por la cintura.

- Tú si que eres perfecto conmigo - le dije entre sus brazos. Respirando su olor. Ese olor tan característico de él. Esa mezcla de su perfume Sólo Loewe con el aroma natural de su cuerpo. De su barba recién afeitada... 

- ¿Nos quedamos aquí? Los dos en la cama... - dijo besando mi cuello.

- De eso nada monada... - y me separé de él. - Ahora nos vamos de cenita con tu equipo. 

- No seas mala...

- Venga - dije tendiéndole su muleta - Vamos abuelete, que nos espera un taxi abajo.

La cena se celebraba en un restaurante del centro de la ciudad, el cual habían cerrado sólo para nosotros. Elegante, moderno y exclusivo. Reunía todos los requisitos para que fuera una noche perfecta. Pero cada vez tenía mas ganas de salir corriendo para el hotel, acurrucarme en la cama y dormir para que estos días pasaran lo más pronto posible. 

Entramos y ya habían algunos miembros del equipo sentados a la mesa. Saludamos y nos sentamos junto a Carlos, que ya estaba allí con  Borja. 

- Buenas noches - dijo David dejando su muleta enganchada a la silla.

La Boca Del LoboWhere stories live. Discover now