Imposible Olvidarte

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- Se llama Víctor. 

Y Carlitos, que en ese momento sonreía mirando a mi bebé, le cambió la cara. Levantó la vista poco a poco hasta mirarnos frente a frente. Volvió a pronunciar el nombre muy despacio. Sílaba a sílaba. Sin decirlo en voz alta, como si lo dijera para sí mismo. Víc-tor.

Sus ojos se clavaron en los míos. Y los míos en los suyos. Y en ellos vimos nuestra historia. Nuestros besos, nuestras caricias, nuestras risas... bajo aquel cielo de Ibiza. Donde no éramos nosotros. Donde esos personajes que inventamos para escapar de la realidad, eran felices por nosotros. Se amaban sin miedo. Sin diferencia de edad. Sin temer por el que dirán. Eran libres... Y eran sólo ellos dos.

- Víctor - repitió Tabatha ajena a todo. - Que bonito nombre. Víctor Freire. Suena bien. Suena a persona importante, ¿verdad jefe?

- Será alguien grande en la vida, de ello estoy seguro. - dijo mi marido sin poder ocultar su orgullo.

Y el nudo que sentía en mi garganta, debido al cual no me salían las palabras y que estaba apunto de desbordarse por mis ojos en forma de lágrimas, se deshizo en el instante que mi pequeño comenzó a llorar.

Lloró con todas sus fuerzas. Un grito que salió de su pequeña garganta e hizo que todos nos alertáramos al oírlo.

- ¿Qué pasa mi amor? - le dije mientras lo sacaba del carrito apresuradamente y David lo cubría con la mantita, para que no cogiera frío. Lo mecí un poco entre mis brazos, tratando de calmar ese llanto tan repentino.  - Ya, ya mi vida... ¿que pasa mi bebé?

Y dicen que el vínculo entre un hijo y una madre es tan grande, tan inmenso... que creo que en ese instante mi niño lloraba por mí. Sacaba la rabia que su madre no podía sacar en aquel momento. La pena que me quemaba por dentro salían al exterior en forma de lágrimas, pero no las derramaba yo. Lo hacía mi bebé en mi lugar.

- ¿Le dolerá algo? - dijo su padre preocupado - Nunca ha llorado así, con tanta angustia.

Esa era la palabra David. Angustia era lo que definía todo esta situación. Bueno, mi situación, mejor dicho. Angustia por no poder ser libre. Por guardar mis sentimientos en el fondo de un cajón y esperar que el tiempo me ayude a asumir, que esta decisión que tomé, es lo mejor para todos. 

- Tranquilo, quizá tenga gases o tenga hambre de nuevo. Voy a darle el pecho, a ver si se calma.

- Vayamos a Toro Rosso - dijo David nervioso, se ponía así cada vez que el bebé lloraba. Creo que las madres tenemos una capacidad de calmarnos a nosotras mismas para poder calmar a nuestro bebé que los padres no tenían tan desarrollada.

Pero esta vez, hasta yo estaba nerviosa, era la primera vez que mi bebé lloraba con tanto desconsuelo.

- Puedes ponerte en la sala de ingenieros - dijo mientras quitaba los frenos del carrito.

- Mejor en la cafetería - respondí arropando a mi niño mientras lo me mecía de un lado a otro, ya que el llanto no cesaba - Me da vergüenza allí.

- ¿Y en la habitación de los pilotos? En la cafetería hay mucho jaleo para el bebé. Necesita estar relajado. 

- No los conozco, David.

- Esperad - dijo Tabatha viendo que no nos poníamos de acuerdo - Ya que estamos aquí - dijo señalando a la escudería de Carlitos - Pasad a nuestra habitación y le das el pecho ahí tranquila. Somos de confianza ¿no?

- Sí, sí...  - contestó mi marido - Si no os importa.

- Para nada jefe.

Aunque no me pareció buena idea, seguí a Tabatha que entró muy decidida a su nueva escudería. David se dirigió a Toro Rosso puesto que lo estaban esperando desde hace rato. Detrás nuestra, Carlitos y su padre, que empujaba el carrito con resignación. 

La Boca Del LoboWhere stories live. Discover now