No hay nada que entender

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- ¡Qué grande Carlos! ¡Qué grande! - decía Jose María mirando la pantalla del portátil que había colocado en la mesita junto a la cama de David - ¡Que gran carrera ha hecho! ¿Verdad David? - él solo asintió. - Del 15 al 6 y encima lloviendo... ¡y con un Toro Rosso! 

- Jose María, está cansado, quita eso ya - dije refiriéndome a la carrera.

- Pero si a él le gusta. Ésto le viene bien. ¿Verdad hermano?

Pero David no respondió, había vuelto a dormirse. 

- Jose María, no seas pesado por favor - le dijo mi suegra mientras mi cuñado, de mal humor apagaba el portátil. 

- Lo hago por él, para que se anime.

- Y nadie dice lo contrario cuñado. Pero ya has oído al doctor. Aún está muy débil. Necesita descansar todo lo que pueda. 

Desde que despertó ayer, David se pasó todo el tiempo durmiendo. A veces solo hablaba para decir mi nombre y cerciorarse de que estaba allí. A lo que yo me acercaba y le daba la mano, entonces él, volvía a dormirse. 

Ya el doctor nos indicó que la recuperación sería lenta, pero que día tras día, veríamos la evolución. 

- ¿Por qué no te llevas a tu madre a casa? Yo me quedo esta noche con él. - le dije a mi cuñado.

- No, no. Me quedo aquí contigo Virgi. - dijo mi suegra.

- Pero Mari, estás cansada. Ve a casa con José, él también te necesita. Aprovecha que está aquí José María y te lleva.

- Quiero estar con mi hijo...

- Mamá, no seas testaruda. Vamos a casa. Estás agotada de tanto hospital...

- Y Virginia también.

- Pero mamá, papá te echa de menos. Hazlo por él.

- Mi sitio está aquí, junto a mi marido. Y tu tienes que ir con el tuyo. Mañana te vienes temprano y hacemos el relevo, ¿vale?

Parece que mis palabras la convencieron. Se acercó a su hijo y le besó en la frente. David abrió un poco los ojos y volvió a cerrarlos de nuevo. 

- Adiós mamá. - susurró.

- Hasta mañana mi niño, descansa. Virginia, llámame para lo que sea. A cualquier hora.

- No te preocupes. Iros tranquilos. 

Y cuando mi suegra y mi cuñado se marcharon, un silencio inundó la habitación. Me senté en el sillón junto a la cama y cogí su mano, la cual David apretó suavemente. 

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- Buenas noches - dijo Lola entrando en la habitación. Su voz hizo que me despertara. Me había quedado dormida en el sillón sin darme cuenta.

- Buenas noches Lola - dije incorporándome.

- No, no, quédate tranquila. No quería despertarte. Perdóname.

- No me había dado ni cuenta. ¿Qué hora es?

- Son casi las 12 de la noche.

- ¿Cómo? Dios mío... he dormido casi cuatro horas. - miré a David. Estaba tranquilo, dormido. 

- Es normal. Estás agotada. Te traía una infusión calentita. - dijo dejando sobre la mesita un vaso humeante. 

- Muchas gracias Lola.

- ¿Cómo está mi dormilón? - dijo acercándose a David.

- Pues como tu lo ves... abre los ojos, los cierra... Se pasa mucho tiempo dormido.

La Boca Del LoboHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin