El cielo de Ibiza

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Mientras esperaba mi maleta en la cinta transportadora del aeropuerto de Ibiza, encendí mi móvil. Tenía una notificación de whatsapp.

C: Buenos días preciosa. Acabo de llegar al apartamento. Como tu avión llega más tarde, he aprovechado para ir a comprar algo de comida. Esto te va a encantar. Te aseguro que durmiendo conmigo verás las estrellas. Ya sabrás por qué.

Sonreí al leerlo. Creo que aún, ninguno de los dos, éramos conscientes de la locura que estábamos haciendo. Sobretodo yo...

Llamé a David para decirle que había llegado bien. Estaba muy ocupado y apenas pudimos hablar. Le dije que más tarde le llamaría de nuevo pero colgó antes que acabara la frase. Una vez más, su trabajo era más importante que yo.

Recogí mi maleta y fui en busca de un taxi. Le di la dirección y pusimos rumbo a la Cala San Vicente, donde se encontraba el apartamento de los padres de Rober. Una pequeña localidad al norte de la Isla. Es una zona muy tranquila, se aleja de todo lo relacionado con Ibiza: fiesta, música, juventud... Es más bien un lugar donde relajarse y desconectar de todo. Y eso era lo que buscábamos precisamente.

Los 45 minutos que duró el viaje se me hicieron eternos.

- ¿Queda mucho? - le pregunté al taxista.

- Ya nada, girando ahora a la derecha está la dirección que usted me dio.

Y así fue. Al girar llegamos a una urbanización de unos bloques de pisos blancos justo en primera línea de playa.

El taxista me ayudó a bajar mi equipaje y tras pagarle, cogí mi maleta y me acerqué a la entrada

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El taxista me ayudó a bajar mi equipaje y tras pagarle, cogí mi maleta y me acerqué a la entrada.

Estaba sacando mi móvil del bolso para llamar a Carlos y decirle que había llegado cuando lo vi aparecer.

Llevaba una camiseta blanca, con unas bermudas tejanas, las gafas de sol y su inconfundible gorra de RedBull. De las manos llevaba dos bolsas de supermercado.

- Con esa gorra no creo que pases desapercibido. - le dije mientras se acercaba a mí.

Ambos nos sonreimos al vernos y no sabíamos muy bien como reaccionar. ¿Un beso en los labios? ¿Dos besos en las mejillas? ¿Un abrazo? Al final, como él tenía las manos ocupadas y yo tenía que tirar de mi maleta, le di un beso en la mejilla diciéndole lo mucho que me alegraba verle.

Entramos en el portal y nos dirigimos al ascensor.

- ¿Qué tal el viaje?

- Bien... aunque el trayecto en taxi se me ha hecho muy pesado...

- Es que estamos en la parte del norte y un poco lejos de todo.

- Era lo que buscabamos ¿no? Estar lejos de todo...

Me sonrió a modo de respuesta.

Entramos en el ascensor y Carlos me pidió que pulsara la última planta.

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