Virginia, 32 años. Segura de sí misma, independiente e inteligente. Posee su propia tienda de moda y un blog donde cada día comparte sus outfits, siendo uno de lo mas exitosos de la red. Casada desde hace dos con David, 35 años. Un ingeniero del aut...
- Virgi... Ponte guapa que nos vamos de cena. - me dijo mi marido colgando el teléfono.
- ¿Qué? ¿Así de repente? David... sabes como soy... necesito mínimo tres horas para prepararme.
- Virgi, son las ocho de la tarde y la reserva es a las nueve y media. Tienes tiempo de sobra si empiezas ya - dijo dándome una palmada en el culo.
- ¿Y que viene ahora esta sorpresa?
- Te dije que te compensaría. - dijo rodeándome con sus brazos.
- Tienes mucho que compensarme David... - le dije mientras jugaba con los botones de su camisa.
- Por eso he reservado en el Abades Triana...
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- Nooooo.... - dije con la boca muy abierta. Se trataba de uno de los restaurantes más lujosos de nuestra ciudad. Las listas de espera son enormes y de sus precios mejor ni hablar. Pero merecía la pena, porque comer a los pies del Guadalquivir y con la Torre del Oro al fondo, eso si que era un lujo.
- Cenaremos con las vistas más bonitas de Sevilla... - dijo sujetando mi barbilla y depositando un dulce beso en mis labios - y yo con la mujer más bonita del mundo.
- Ahora sí que no sé que ponerme...
- Ponte cualquier cosa, porque luego te va durar poco puesto...
- David... ¿por qué no nos quedamos aquí y dejamos la cena para otro momento? - dije mientras desabrochaba su camisa.
- Virginia he tenido que mover todos mis contactos para reservar una mesa esta noche. Vayamos, cenemos y luego aquí nos tomamos el postre. - Y tras un beso apasionado y de nuevo una palmada en mi trasero me dirigí al vestidor.
Allí en medio de toda mi ropa esperaba a que me llegara la inspiración y me dijera que ponerme.
Al final opté por un vestido blanco con escote en la espalda del verano pasado que tenía sin estrenar. La noche estaba perfecta y hacia calor, así que era ideal. Lo combiné con mis sandalias en tono nude y el pelo suelto, sin nada especial.
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Saqué de uno de los cajones de la cómoda el precioso conjunto que compré en Intimissimi para luego. Acaricié la suave tela del encaje... Se lo había prometido a Carlitos, sí, lo sé... pero esta noche era especial y David lo merecía. Necesitábamos salvar nuestro matrimonio en todos los sentidos.
