El perdón

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Carlos Sainz Jr. P. O. V.

- Sí, gracias, recogeremos el coche en cuanto lleguemos a la estación. Estupendo. Gracias de nuevo. Adiós. - mi padre hablaba por teléfono con la agencia de alquiler de vehículos.

Íbamos en el AVE camino a Sevilla. Habíamos alquilado un coche para desplazarnos por allí una vez que llegáramos a la ciudad. 

Estaba cansado. Hacía un par de días que había llegado de México. Teníamos un evento este fin de semana en el Carlos Sainz Center, antes de poner rumbo de nuevo a Brasil. Y habíamos aprovechado un hueco que teníamos para ir a ver a David. 

- Quizá haya despertado ya... - dijo Daniil, que tenía apoyada la cabeza en el cristal de la ventanilla. Había querido acompañarnos. Quería ir a ver a David y darle su apoyo a la familia.

- No creo... - dije mirando mi móvil - Virginia me lo hubiera dicho.

Mi padre tenía la mirada perdida en la ventanilla. El paisaje pasaba a toda velocidad ante nuestros ojos. El viejo estaba cansado también. Todos estábamos deseando de que terminara la temporada. Necesitábamos descansar. 

Yo como siempre pensaba en ella. Estaba deseando verla, abrazarla, sentirla... La echaba tanto de menos... Sé que sólo la veré unas horas. Pero serán suficientes para decirle que estoy aquí, para lo que necesite.

Por raro que parezca, esta breve visita ha sido idea de mi padre. Quería ver a David. Conectaron muy bien desde el principio además de admirarse mutuamente. No podía creerse lo de su accidente. Nunca había visto a mi padre tan afectado. 

Cuando llegamos a la estación nos dirigimos al stand de la agencia de alquiler de vehículos. Una vez que nos entregaron el coche, pusimos en el GPS la dirección del hospital, que no quedaba muy lejos. 

Virginia no sabía nada de nuestra visita. Fue todo tan improvisado que no caí ni en avisarla. De todas formas, ella estaría allí. 

Serían las diez de la mañana cuando llegamos al Virgen del Rocío. Entramos a través del largo pasillo y llegamos a la zona de ascensores. Empecé a sentirme nervioso. No sabía como iba a reaccionar al verme. ¿Y si no era buena idea? 

Llegamos a la planta donde estaba la habitación de David. Era la número 527. La puerta estaba cerrada y dentro se oía un leve murmullo.

Mi padre golpeó la puerta suavemente con los nudillos y luego giró el picaporte. 

- Buenos días, ¿se puede? - dijo al entrar.

Virginia estaba sentada en un sillón que había justo al lado de la cama. Juraría que estaba leyendo en voz alta. Cuando nos vio, se puso de pie sobresaltada, dejando el libro en la mesa.

- ¡Carlos! - dijo al ver a mi padre. Daniil y yo pasamos tras él.

Mi padre se acercó a ella y se fundieron en un abrazo. Si no lo veo, no lo creo. Virginia comenzó a llorar. Supongo que de los nervios al vernos. 

- Ya, mi niña, ya... no llores. - decía mi padre mientras frotaba su espalda. - No llores más. Hemos venido a veros. 

- No me lo puedo creer... - lograba entender que decía.

- Hemos aprovechado unos días libres para visitaros. Echamos mucho de menos a David. - y a mi padre se le quebró la voz al decirlo.

Miré a Daniil y lloraba a moco tendido mientras miraba a David en la cama. 

La Boca Del LoboWhere stories live. Discover now