En nuestro idioma

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Debido a los dolores de cabeza y de cadera, David había pasado muy mala noche. Así que cuando sonó el despertador a las siete de la mañana, lo apagué. Él necesitaba dormir y yo también. 

No había dejado de darle vueltas a la cabeza ni un solo momento. Maldito niñato. ¿Qué me había hecho? No entiendo su comportamiento. Ya en Formentera dimos lo nuestro como acabado. Creo que estaba todo más que claro. Teníamos una bonita relación luego. Hablar con él a diario mientras David estaba en el hospital me ayudaba a llevar mejor la situación. La dura situación. Y según él... el hablar conmigo también le reconfortaba. ¿Qué coño ha ocurrido entonces?

Analizándolo todo más detenidamente, lo nuestro se enfrió desde que David despertó y, según mis cuentas, coincide cuando él empezó a salir oficialmente con Tabi. Dos cambios muy importantes en nuestras vidas, que nos alejó el uno del otro.

Y me sentía muy triste por ello. Lo nuestro había sido muy breve, pero muy especial. Quizá juntos podríamos haber construido algo grande. Pero... ¿ya que más da? ¿De nosotros qué queda? Sólo recuerdos...

Aún así, una parte lógica de mí, me repetía una y otra vez que aquello no tenía ni pies ni cabeza. Una mujer, de treinta y dos años, con ganas de ser madre, con un niño de veintidós y, para más inri, piloto de Fórmula 1. Tócate las narices (por no decir otra cosa). Por mucho que él tratara de convencerme que compartiría mi sueño de ser madre ¿cómo nos enfrentaríamos a eso? Un hijo es una responsabilidad enorme y él no puede tener la cabeza en otras cosas que no sea su profesión. Y yo quiero que sea él el que cumpla su sueño de ser campeón del mundo. Porque lo merece. Porque se lleva preparando toda una vida para ello. Y porque yo sería inmensamente feliz si lo consiguiera. 

- Virgi... - me pareció que dijo David. Pero claro, con la cara totalmente pegada a la almohada es difícil entenderlo.

- Dime cariño.

- ¿Qué hora es?

- Aún es pronto, sigue durmiendo, apenas has pegado ojo esta noche.

- ¡Las siete y media! - dijo mirando su móvil el cuál tenía en la mesita de noche.

- Sí, pero duérmete, iremos un poco más tarde al circuito. Necesitas descansar.

- No, de eso nada. Vamos a prepararnos. Quiero llegar pronto. Quiero disfrutar todo el día. Quiero...

- ¡Ya, David, ya! - le corté en seco - Primero tu salud. ¿No crees?

- Estoy bien. Solo cansado. Es algo que un café puede solucionar.

Cuando David se ponía testarudo, no había quien le ganase. 

- Pues venga, vamos de una puta vez al circuito. - Lo siento, tengo muy mal genio por las mañanas y más cuando no he dormido bien.

Y allá íbamos los dos. Bueno, los tres. David, su inseparable muleta y yo.  

¿Qué modelito elegí para ese día? Algo cómodo que no me impidiera salir corriendo si veo alguna muestra de cariño fuera de lo común entre Carlos y Tabi: un vestido evase de manga larga en negro, unas preciosas medias de liga de Calzedonia, también en negras y con un suave plumeti, y de nuevo mis mosqueteras planas. El toque de color lo ponía un pañuelo de Desigual, de temporada, regalo de mi hermana por Navidad. 

- Buenos días chicos - saludó David al llegar al garaje de Toro Rosso. 

Lentamente se dirigió hacia una mesa que había al fondo y comenzó a mirar papeles y más papeles.

- Te recuerdo que no vienes a trabajar ¿vale? Estamos de visita. - le susurré nerviosa mientras jugaba con mi pañuelo. Sabía que en breve lo volvería a ver.

La Boca Del LoboWhere stories live. Discover now