CAPÍTULO 9.- tercer fragmento

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¿No han escuchado alguna vez que no hay peor dolor de cabeza que el después del que tomar alcohol?, pues estoy segura que a las personas que dicen eso jamás le han tirado cosas en la cabeza. No creo que tomando supere el dolor de cabeza infernal que tengo ahora, es horrible. Con poca fuerza abro los ojos para saber dónde me encuentro y estoy muy segura que no estoy en mi cuarto, ni en un hospital. Parece la recamara de un chico, es más, parece el cuarto de Jeremy en mi antigua casa. Me levanto e inspeccionó el cuarto, no veo ni una foto ni nada que me pueda dar a saber en casa de quien estoy.

Me detengo en un espejo de cuerpo completo y me doy cuenta que ¡tengo la camisa de un hombre puesta y estoy totalmente desnuda en la parte inferior! Mierda. Mierda. Mierda. ¿Dónde estoy? ¿Quién me cambio? ¿Se aprovecharon de mí? Me preguntaba mientras escucho que alguien se acerca a la puerta, entro al armario para esconderme y ver quien es, y veo a entrar a Dylan con una bandeja con cosas.

—¡¿Rosali?! ¡Rosali!, ¡¿dónde estás?! —grita desesperado dejando la bandeja en la mesa y buscándome en el baño.

—Aquí estoy —le digo saliendo del armario.

—¡Rosali!, ¡¿por qué te escondiste?! Casi me matas de un infarto —dice acercándose.

—¿Por qué no me llevaste al palacio? ¿Dónde estamos? ¿Por qué estoy desnuda? —le dije muy alterada.

—Primero, tenía miedo de que eso de tu hermano está en el palacio, fueran delirios por los golpes y nos metieramos en problemas por ir. Segundo, estamos en mi casa. Y, tercero, yo te saqué tu ropa, toda maltratada y sucia, y sane tus heridas —me dice dándome una sonrisa.

—¡Me viste desnuda!

—Por favor, no es para tanto. Mi madre era la mejor médica y chamana de mi manada y siempre le ayudaba atender a los heridos. He visto a muchos desnudos —dice restándole importancia—. Pero hay algo último que tenemos que hacer.

Se acercó a la mesa donde estaba la bandeja y me fijé que había un tazón algo grande con agua medio color marrón con hierbas, un cuchillo, una taza y un cucharon. Él empezó a hablar en una lengua extraña y empezó a mover las manos alrededor del tazón, después cogió el cuchillo y se cortó la mano derramando la sangre en el tazón.

—¡Estás loco! ¿por qué haces eso? —le dije acercándome preocupada.

—¿Ves mi corte? —dijo enseñándome su mano. ¡La herida estaba sanando sola y rápido!

—Por Dios.

—Aunque aún no pueda transformarme, puedo sanar tan rápido como un hombre lobo que ya se puede transformar. Pero tú como omega no tienes esa facultad, por eso hice esta poción para que puedas sanar rápido como yo cada vez que la bebas.

—Estas bien loco si piensas que voy a tomar tu sangre.

Él me ignoró y sirvió el líquido, ahora azul (sí, azul), en el vaso y me lo acercó.

—Tómatela, toda. La necesitas —me dice entregándomela.

—No —dije arrugando la nariz. Que asco.

Él me cogió del brazo y me acerco al espejo otra vez. Al observarme nuevamente, ignorando ahora mi poca vestimenta, pude darme cuenta que estaba totalmente lastimada. Tenía moretones y cortes por todo el cuerpo y una gran herida en la cabeza que estaba vendada.

ALFA KINGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora