CAPÍTULO 13.-primer fragmento

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Estaba sentado mirando por la ventana del avión, me dolía mucho el pecho y sentía que me iba a dar un ataque de ansiedad.

—Señores, por problemas técnicos retrasaremos unos minutos el vuelo —dijo el piloto por el altavoz.

Eso me pareció un poco raro, pero no le di mucha importancia. Al cabo de unos minutos empezaron a abrir de nuevo las puertas del avión y sentí un aroma a arena y mar, ¡mierda, Matt! Me levanté, fui al baño y me encerré ahí. Sabía que me buscaría, pero no pensé que me encontrara tan rápido.

Empecé a sentir mucha ansiedad, ya que soy claustrofóbico, no podía respirar bien, mi corazón latía mil por hora también sudaba mucho y mi cuerpo empezó a temblar. Sin importar que Matt me viera intente salir del baño, pero la puerta se había atracado. ¡Genial, moriré de un ataque en un baño de avión! Caí al piso intentando tomar todo el aire que pude.

—Dylan, sé que estás ahí, sal ya —escuché la voz de Matt—. ¡Dylan abre ya!

—Ayúdame —le dije con la voz baja.

—¿Dylan?

—Ayúdame.

—Mierda, algo le pasa. ¡Traigan la llave!

Al cabo de un minuto Matt derrumbó la puerta

—¿Qué te pasa? —dijo arrodillándose.

—Aire, necesito aire —le dije al borde de desmayarme.

Él me levantó con delicadeza. A toda prisa y atropellando personas me sacó del avión. Me llevó a la ambulancia de emergencia que hay en los aeropuertos. Los paramédicos me dieron oxígeno.

—¿Por qué está tan pálido? —les pregunto Matt a los paramédicos mientras yo me calmaba.

—Parece que tenido un ataque de ansiedad, ¿nos equivocamos? —me pregunto uno de ellos.

Moví mi cabeza indicándoles que no se equivocaban. No podía hablarles porque tenía la mascarilla de oxígeno en la cara.

—¿Fue por mí? —me pregunto angustiado.

—No, soy claustrofóbico y me quedé atorado en el baño —dije quitándome la mascarilla.

—¡¿Cómo nadie se dio cuenta que estabas atorado?! —gritó él. Genial, ahora dará un espectáculo.

Me levanté de la camilla donde estaba y le puse el brazo en el hombro.

—Cálmate, fue mi culpa. —Lo mire a los ojos y se tranquilizó.

—Gracias por atenderlo —les dijo a los paramédicos.

—No se preocupe. Estamos para servirle, Beta —respondieron.

—¿Puedes caminar? —me preguntó.

—Sí, ¿no me dejaras que retome mi vuelo cierto? —Ni sé para qué pregunto.

—No —respondió poniéndose serio—. Sígueme, seguro en mi auto ya están tus pertenencias.

Caminó delante mío hasta llegar al estacionamiento.

—Mi auto está estacionado aquí, puedo seguirte en él —le dije teniendo la esperanza de estar solo un momento.

—No lo creo, además tenemos que hablar. —Me abrió la puerta del copiloto—. Después yo mismo recogeré tu auto.

ALFA KINGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora