CAPÍTULO 24.-primer fragmento

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—¿Qué mierda quieres probar viniendo aquí solo?—le increpaba a Jeremy, que me miraba desinteresado.

—No fue su culpa—hablo Matthew, al que encontramos más atrás que José y Jeremy—yo seguí al vampiro y ellos solo me imitaron.

—No tenemos tiempo para esto—nos interrumpió Alan—¿no ven que tenemos la casa del maldito enfrente?

—Alan tiene razón, alguien tiene que traer a los demás aquí mientras los demás nos adentramos al lugar—dijo Jaime señalando el castillo que teníamos al frente.

—Que vaya el maldito gallina—Alan señaló a José—hasta aquí puedo oler su miedo.

—Yo no me voy separar de Jeremy— se defendió José—¡Y no tengo miedo!

—Yo voy —se ofreció Robert—soy rápido.

—Está bien—le doy mi consentimiento—. Ve a indicarles el camino.

Robert asintió y salió corriendo.

—Todos tenemos que estar alertas—les indicaba—no sabemos exactamente qué nos encontraremos ahí así que debemos estar unidos y defendernos las espaldas.

—Y recuerden que si tienen la oportunidad de quitarle las malditas lágrimas de ángel al estúpido ese ¡háganlo!—nos gritó Alan.






***





—Debí ir por los demás cuando Alan me lo dijo—habló José con voz temerosa—. Si esto fuera una atracción de terror en un parque de diversiones tendrían mucho público.

—¿Cuánto tiempo tapara nuestro olor la poción Dylan?—le pregunté.

—Unas cuantas horas—me contestó.

Estábamos caminando dentro del enorme palacio que parecía totalmente desierto.

—Su olor está algo lejano, pero se encuentra aquí—hablo Matthew.

—¿Por qué solo ellos tres pueden olerlo?—preguntó Alex refiriéndose a Matthew, José y Jeremy.

—Cuando el vampiro mordió al padre o tío ¡lo que sea!, de Mathew, hicieron un pacto y sus sangres se combinaron; como sabrás los hombres lobos somos tenemos la capacidad de captar más los olores de nuestra manada, como el vampiro tiene sangre "claro azul" ellos lo detectan más rápido— le explico Dylan.

—¡Miren eso!—les exclamó mirando la horrible escena que teníamos enfrente.

Entrabamos a un gran salón donde había cuerpos de mujeres sin cabeza clavadas en estacas.

—Esto es asqueroso—me llene de furia.

—Malditos desgraciados—hablo Jeremy.

—Creo que voy a vomitar—dijo José tapándose la boca.

ALFA KINGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora