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Gané, como ya se avecinaba, claro. El perdedor en Marco Polo, o sea: James, tendría que aceptar el reto que el ganador, o sea: yo; eligiera, y era seguro que no me tentaría el corazón para este reto.

—Quiero que bailes en medio de la calle, el Gangnam Style.
Sonreí de oreja a oreja.

—No, eso yo no lo sé bailar.

—No seas llorón. —sentencié. —Tienes que cumplir el reto.

James apretó la boca en una fina línea y asintió. —Y lo haré, pero la próxima vez que salgamos. De verdad.

Puse los ojos en blanco, pero ya no presioné más en el asunto.

—Bien, pero no te besaré entonces hasta que cumplas el reto.
Me crucé de brazos decidida, y lo miré desafiante.

James enarcó una ceja. —¿Ah si? ¿Estás segura?

Asentí con la cabeza.

En menos de tres segundos, tenía a James demasiado cerca de mi rostro, invadiendo mi burbuja de espacio personal, que había creado hacía sólo minutos.

—James... No...
Me alejé lo más posible de él, pero tomó mi cuello con gallardía, y su mirada penetrante comenzó a hacer sus jodidos trucos de encantamiento.

—¿No?
Inquirió con un tono desafiante.

—No...
Cerré los ojos, un poco divertida de todo esto.

Con su mano izquierda acarició suavemente mi mejilla, hasta llegar a mi mentón, y me elevó el rostro, obligándome a abrir los ojos.

—¿Aún no?
Susurró casi contra mis labios.

Podía sentir su respiración en mis labios, y me estaba muriendo por morder ese delicioso labio inferior, pero tenía que aguardar sólo un poco más.

—No.
Repuse segura.

James arqueó ambas cejas, sorprendido, y esbozó una ligera sonrisa.

Sin previo aviso, me sujetó con ambas manos, y embistió mis labios, pero esta vez fue más lento.

Podía sentir cada movimiento sigiloso y cuidadoso, sus labios apenas rozando los míos. Intenté alejarme pero él me tomó con más determinación, decidido a no dejarme ir.

Pasó ligeramente su lengua por mi labio inferior y se detuvo de pronto, dejándome muda. Abrí los ojos y lo observé atenta, mientras él me observaba igual.

—Ven aquí.
Pasó su brazo sobre mis hombros, e hizo que dejara reposar mi cabeza sobre su hombro, mientras él miraba hacia el frente.

La calle se encontraba algo transitada, además de unos cuantos niños, que se encontraban jugando fútbol a sólo una calle de distancia.

—¿Podemos ir a otro lugar, en donde no haya tantas personas?
Le pregunté sin pensarlo bien. No me refería a que quería estar sola de una forma literal con él, sólo quería más privacidad.

Pero creo que él mal interpretó mis palabras, porque lo que dijo a continuación, me dejó sin habla.

—Sí, aunque nada mejor que como un hotel.

¿Qué? Espera, ¿qué? ¡Santas vacas! ¿Escuché bien?

Manual: Conquistando a mi Crush {EDITADO}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora