Hijo de la luna (Malec Mpreg)

119. Beso del pasado

Los días pasaban demasiado rápido para el gusto de Magnus.

Y las horas del día igual. Se pasaban volando los momentos en que podía estar con Alec siendo realmente él.

Era extraño como no notaba ningún cambio en el trato de Alec hacia la Luna, seguía siendo el mismo chico dulce y cariñoso que siempre fue, el mismo, ni más ni menos. Sus sentimientos hacia la Luna no habían cambiado, pero tampoco crecían. Y no lo culpaba, ¿cómo iba a crecer cuando sólo hablaban durante las noches y se veían cada mes?

En cambio, su trato hacia Magnus sí cambiaba. No era que coquetearan abiertamente. Él no lo hubiera esperado de ninguna manera, Alec sería incapaz siendo que esperaba dos hijos de alguien más, alguien que él esperaba sin saber que tenía justo al lado. Pero sí notaba su cambio hacia él, la confianza creciendo a la par de sus hijos. No había nada extraño en permitir caricias hacia su vientre, o en su rostro. Las sonrisas compartidas, besos en las mejillas, en la frente, en sus manos, en el vientre cada vez más hinchado. Recostarse juntos a leer, ver películas, platicar...

Pequeños detalles que eran grandes para ellos.

-¿Y entonces? -preguntó Alec. Estaban ambos recostados en su cama, Esperanza había ido a visitar a una conocida que hacía poco había tenido a su bebé. Y para que Alec no estuviera solo, Magnus se quedó con él.

Estaban juntos, demasiado juntos, Alec acostado de lado -tanto como le era posible con su vientre de casi seis meses de embarazo-, su cabeza en el pecho de Magnus, escuchando sus latidos, sintiendo su pecho subir y bajar, aquel ritmo de su corazón le recordaba algo pero no sabía qué. Un brazo de Magnus lo rodeaba, y con su otra mano jugueteaba con su cabello, quitándolo de su frente.

Cualquiera, al verlos, diría que eran una pareja.

-Entonces...una noche de tormenta, B corrió a ayudar al joven de ojos azules, los relámpagos iluminaban de vez en cuando el lugar. Uno de esos relámpagos iluminó la mirada celeste cuando B se acercó a él, su mano intentando -en vano- secar la húmeda mejilla, subiendo hasta retirar su cabello mojado pegado a su frente -Magnus imitó ese gesto con Alec, provocando su risa-, las pupilas del joven se dilataron, y entonces lo supo, él también sentía lo mismo. Se inclinó hacia él muy lentamente, sin importar el aguacero sobre ellos, le dio tiempo a huir si quería, pero no lo hizo. Su cabeza se inclinó un poco, ofreciendo sus labios entreabiertos y mojados en un primer beso.

Alec giró su rostro, su mirada -de oro y plata- fija en Magnus cuando éste delineó sus labios con su pulgar, ambos deseando el beso del pasado.

CONTINUARÁ...