161. Ojos de gato...otra vez

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Te regalo la luna y te regalo el sol, todas las emociones que hay en mi corazón, te regalo esta música y la cantó por ti, te regalo un poema que aún no escribí. Es tanto lo que tengo para darte, mi amor 🎶

👆 recomendación

* * *

Max y Elara cumplían un mes de nacidos.

Alec estaba por volver a la ciudad para regresar a su trabajo como profesor. Todavía tenía esa sensación de vacío, de que algo faltaba, ese presentimiento de algo por suceder, la ansia de la espera de algo que no sabes qué es.

Y algunas noches, sobre todo conforme la luna llena se fue acercando, despertaba sintiendo como si dedos invisibles lo tocaran.

Sonaba espeluznante, pero no lo era. Eran suaves caricias, como si pétalos de rosas cayeran sobre su piel, pero eran cálidas en vez de la frialdad que habría en una rosa. Y eran tan dulces y tan perfectas que Alec no abría los ojos por miedo a perder algo que se sentía tan bien.

Algunas noches también encontró a Max y Elara mirando fijamente la luna, extendiendo sus manitas regordetas y pálidas como queriendo tocarlas.

Y eran esos momentos con sus hijos los que lo llenaban de felicidad y le daban fuerzas para seguir.

Esa tarde Alec había salido al pueblo para hacer algunas compras para la última semana que iba a estar en esa casa. Sabía que tenía que irse, pero por alguna razón no quería, sentía que estaba dejando algo importante ahí.

Era luna llena esa noche, así que el lugar estaba iluminado desde que empezó a atardecer. Llevaba a un Max dormido en su carreola y a Elara en brazos. Elara tenía esos enormes ojitos abiertos, ese dorado que a Alec le sorprendía tanto. Max tenía unos ojos azulados, mezclados con plata, podía entender eso, los suyos también eran azules. Pero los dorados de Elara eran un misterio, aunque un misterio hermoso.

Alec se había detenido en una plaza a mirar la luna, era enorme, enorme y brillante. Y Alec seguía teniendo ese sueño en el que él miraba una luna también llena desde su balcón. Pero lo que sea que buscara, ya no estaba en esa luna, no tenía la belleza que antes tuvo, algo faltaba.

Entonces Alec se rió porque nada de eso tenía sentido. Elara también sonrió con un burbujeante sonido feliz. Y Alec rió un poco más, su hija estirando su manita para tocarlo.

Una fuerte maldición lo hizo voltear. Ahí había un hombre alto, también con un bebé en brazos. Algo se le había caído y el hombre estaba maldiciendo, y murmurando algo como que se hacía tarde, mientras intentaba recogerlo.

Fue el bebé lo que hizo que Alec se acercara a querer ayudarlo. Él sabía lo difícil que era la vida de padre soltero...no es que supiera si el hombre lo era, pero no había ninguna mujer u hombre cerca.

Alec detuvo la carreola de Max justo antes de que el coro de llantos comenzara.

Max despertó llorando, pero no se parecía a ningún llanto que Alec hubiera escuchado antes en su hijo. No era por hambre ni por un pañal sucio, ni siquiera sonaba molesto, adolorido, o triste. Era extraño y le provocó un escalofrío a Alec.
No llegó a ofrecer su ayuda al hombre, tomó a Max en brazos, acomodándolo junto a una Elara inquieta que se retorcía sin parar.

Cuando el niño que el hombre cargaba empezó a llorar, Alec tuvo que mirarlo. Ese llanto parecía arrastrado por el viento, traído desde sus recuerdos, él lo había escuchado antes.

Y el niño se retorcía justo como Elara. El pequeño de ojos marrones era unos meses mayor que sus hijos. Y Alec dio un paso más cerca casi sin darse cuenta, hasta que Elara tuvo a su alcance la mano del niño, su piel demasiado pálida, casi traslúcida, contrastando con la morena del bebé. Los llantos se detuvieron cuando ambos se tocaron.

Alec miró a Max, que ya tampoco lloraba, antes de mirar al desconocido para disculparse por una situación que él no entendía. Su hijo no lo miraba, los ojitos azules estaban ya puestos en el hombre.

Alec siguió su mirada justo cuando el hombre se quitaba las gafas oscuras, extendió su mano rozando la mejilla de Alec antes de acercar su mano a Max, el niño tomó el pulgar del hombre y se rió.

Y Alec quería decir algo, tenía una sola palabra atascada en la garganta, pero no podía hablar, todo lo que podía hacer era ver esos ojos verde dorado, ojos de gato.


CONTINUARÁ...

Falta el final y el epílogo 💔
Gracias por haber leído esta historia aunque se alargó tanto ❤

Hijo de la luna (Malec Mpreg)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora