Extra 6: Final

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XI: HIJO DE LA LUNA

Dime, luna de plata, ¿qué pretendes hacer con un niño de piel?  Ah, ah, hijo de la luna 🎶


Magnus se había preguntado en algún momento, hace más veinte años, cuando las miradas de ambos niños se habían encontrado y sus manos se buscaron como si hubieran sido creadas para ello, para estar unidas, si la historia se repetiría. Sangre de Ángel y de la Luna corriendo por sus venas –como él y Alec–, dos corazones enamorados.

La Luna se lo había dicho a Alec: "La pequeña de ojos dorados tendrá más de mí, de la Luna, que el ojiazul que heredará de ti, de Ángel".

"Lunas y Ángeles parecen destinados" dijo Elara a Max, a su hermano, antes de romper el abrazo.

Habían sido Magnus (Luna) y Alec (Ángel) y ahora Max (Ángel) y Esperanza (Luna).

"Ahora tienes a tu Luna, mi pequeño ángel –le dijo a su hermano–. Sé feliz, Max".

—Nadie me obliga –dijo Elara a los demás, mientras abría la puerta–, no sientan culpa y cuando miren el cielo de noche, ahí estaré. Siempre estaré, aunque no me vean.

—Te amo, Rafa –agregó, porque no podía irse sin decirlo. Él tenía que saberlo, aunque siempre hubiera sido imposible–. Eres tú el Ángel mío.

Elara salió de la casa de los Lightwood Bane y ascendió como tenía que suceder.

Mientras el Nefilim, criado por una Luna y un Ángel, recibía sus alas en ese momento.

Y es que Elara había olvidado ese detalle, pequeño e importantísimo detalle, ella que había hablado del inevitable y predestinado amor entre Ángeles y Lunas se olvidó de que su amor, su pequeño corazón, tenía sangre de Ángel corriendo por sus venas, así como ella de Luna.

¿Y por qué eran ellos quienes tenían que sacrificarse?

¿Por qué siempre alguien tenía que despedirse?

Esperanza apretó entre sus brazos a Max, al hijo de su mejor amigo, al pequeño ojiazul que siempre miró a la Luna –que siempre la miró a ella– con un brillo especial. Mientras que el amor entre Magnus y Alec crecía, y nacía el de Rafa y Elara, Max siempre miraba a la Luna con una sonrisa triste: —¿Y por qué yo no? –preguntaba algunas noches, pero nunca deseó un amor, nunca le pidió uno, sólo preguntaba por qué.

Ahora lo sabía.

Esperanza sintió en su hombro la humedad de las lágrimas de Max y en su corazón el estremecimiento de el de él.

—Lo siento, lo siento –lo dijo varias veces, como si hubieran sido para cada uno de ellos–. No pude hacerlo más tiempo, no fue mi decisión...

Max negó una vez. No era su culpa y ahora entre sus brazos entendía el por qué a tantas preguntas. Ellos se miraron, los ojos tan azules de ambos eran como cielos astillados, agrietados, a punto de romperse, cristalizados por las lágrimas. Y es que ambos pertenecían al Cielo, aunque de modos diferentes, ¿cierto?

Siempre lo hicieron. Luna y Ángel.

Alec seguía llorando en brazos de Magnus. ¿Por qué tenía que ser así?

Hijo de la luna (Malec Mpreg)Where stories live. Discover now