Capítulo 44

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Si se sorprendieron de ver a Maddox tan contento no lo expresaron

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Si se sorprendieron de ver a Maddox tan contento no lo expresaron.

—Buenos mediodías —dijo Hurs.

—Ya son tardes —dijo Max.

—Es mediodía —rebatió.

—Aun así, se dice buenas tardes o buenos días —replicó Max mientras ambos iban detrás de Maddox sabiendo que estaba escuchando.

—Pero yo soy único y diferente —respondió Hurs—. Así que digo lo que me sale de las bolas y tú debes guardar silencio.

    Maddox comenzó a reír con ganas sorprendiendo a sus amigos.

—Dime que eso no es eso que le da a los moribundos en su lecho —agregó Hurs.

—¿El qué?

—Eso de que amanecen contentos, comen, beben y hablan como si estuvieran como nuevos, pero un día después fallecen, la mejora engañosa previa a su defunción —añadió—. A mí abuelo le pasó eso.

—Tu abuelo aún vive —dijo Max.

—Por si no lo sabes todos tenemos dos abuelos —farfulló—. Uno materno y uno paterno, ¿qué piensas, que mi abuelo paterno dio origen a mi madre y a mi padre? Eres un enfermo.

  Caminó por el pasillo con toda la dignidad que pudo mientras Max reía siguiéndolo.

 Entraron a la oficina de Parker que hablaba por teléfono en ese momento y coqueteaba a su manera con quien fuera que estaba hablando.

  Una vez colgó los tres amigos le miraron tratando de descifrar lo que pasaba y esperaban que diera una explicación; sin embargo, no lo hizo.

—Y bien, señoritas, qué las trae por aquí —preguntó—. Que guapas están todas hoy, sobre todo tú, Maddox. Me sorprendes.

—Gracias —respondió Hurs con tono meloso—. ¿Con quién hablabas?

 Parker enarcó una ceja en nuestra clara de que no le gustaba que lo cuestionaran.

—Que sepas que todos somos muy celosos de esos 24 centímetros —dijo Max.

—¿No eran 23? —preguntó un risueño Maddox.

—Te has perdido de mucho —respondió este—. Todo ha cambiado, incluso las dimensiones de la máquina de placer de Parker.

—Ya veo —dijo divertido—. Bueno pues supongo que habrán cada día más mujeres odiando la suerte de Melina.

  Parker contenía la risa mientras veía de uno a otro.

—Van a sonrojarme —dijo con una sonrisa hipócrita—. Me halaga que me quieran tanto.

—El público te aclama —dijo Hurs.

—Las mujeres te adoran —dijo Max.

—Los hombres te sueñan —añadió Maddox.

DOMAR A LA BESTIA (EL CLUB DE LOS DESTERRADOS 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora