Hurs Waldorf, la bestia, como muchos lo llaman no es mas que un peleador salvaje y regenteador de un casino para el que no hay más futuro que envejecer haciendo lo que sabe y dejar atrás aquello por lo que fue desterrado; sin embargo, los pecados de...
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Las siguientes semanas Hurs se dedicó a recuperarse, por fortuna no tenía roto un solo hueso, tampoco tenía ningún daño en el oído, pasó cada día acostado en su departamento o en la casa de Max pensando en cómo recuperarse, qué hacer con su vida y cómo seguir.
Él la quería pero también sabía que lo que hizo no tenía perdón y aunque a veces tenía impulsos de salir tras ella se contenía, respetando aquello que Scarlett había dicho.
Se acomodó la camisa y se miró al espejo antes de abordar su auto y salió de su departamento.
Condujo con cuidado, tranquilo y tratando de controlar la ansiedad que empezaba a formarse.
El estómago le dolía y el corazón le martilleaba con fuerza, así que una vez se detuvo frente a la casa frente que se dijo no visitaría más dio un respiro fuerte antes de salir de su coche.
Caminó hasta la entrada donde sin esperar más tocó el timbre.
La puerta se abrió dejando a la vista a la mujer que había sido la más importante de su vida en algún tiempo.
—Hijo —dijo la mujer mientras Hurs la veía.
Se hizo a un lado para dejarlo pasar.
Miró a su padre asomarse y mirarlo con los ojos con la mirada vidriosa.
Se movió por la casa que antes había sido suya, su hogar, pero que ahora lo sentía tan lejano y tan ajeno que lo envolvía la indiferencia.
—Nos alegra que hayas venido —dijo su madre—. Me alegra tanto.
—Solo vine a cerrar ciclos —dijo sin más—. Le dieron a Polette la cadena de Geoffrey.
—Dijo que era para ti —respondió su padre—. ¿Ha hecho algo malo?
—No, supongo que no, solo adelantó un hecho —respondió—. No importa, ya no importa nada. Estoy aquí para que ustedes puedan ser felices tanto como yo. No soy un hombre rencoroso, saben que no. —Hizo una pausa antes de poder continuar—. Los perdono.
Sus padres comenzaron a llorar al escucharlo.
—Voy a borrar de mi memoria ese «ojalá hubieras sido tú» que tanto daño me hizo, me hace; voy a quitar todas las maldiciones que me diste —dijo esta vez mirando a su madre—. Voy a ser feliz, porque lo necesito, lo merezco. Siento no haber sido el hijo que esperaban, pero por fin he comprendido que no fui un mal hijo, ni ustedes mal padre, solo fuimos producto de diferente forma de ver la vida. Tampoco quiero guardarle rencor a Geoffrey, era mi hermano después de todo y su error fue perder su identidad por satisfacer a otro. No hay nada más que hacer. Espero que puedan ser felices, que me perdonen por no ser el hijo que deseaban, por no seguir las reglas, por no portarme bien, por todo aquello que no pude hacer y que deseaban que hiciera. Yo los perdono por todo, no quiero vivir más del pasado.
