Hurs Waldorf, la bestia, como muchos lo llaman no es mas que un peleador salvaje y regenteador de un casino para el que no hay más futuro que envejecer haciendo lo que sabe y dejar atrás aquello por lo que fue desterrado; sin embargo, los pecados de...
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Hurs miró sus manos antes de abrirse paso entre los eufóricos hombres que esperaban una batalla como la que siempre había dado.
Para muchos de los hombres del lugar, Hurs era dinero seguro por lo que esperaban volver a casa con sustanciales ganancias.
—¡Esta noche no apuesten por mí! —exclamó desde su lugar.
Los hombres se tomaban con humor aquello sabiendo que jamás perdía, otros esperaban una masacre en el ring de parte de Hurs, unos más estaban un tanto escépticos dado que Hurs ya no era el muchachuelo de hacía años y llevaba sin aparecer un poco más de cinco años.
—Debes saber que hay nuevos talentos —dijo Jan el organizador—. Polanski por ejemplo, es un jovencito de 19 años, pero es un verdadero demoledor.
—¿Está aquí? —preguntó y el hombre asintió—. Entonces pregúntale si quiere una pelea. No quiero ganancias esta noche, gane o pierda el dinero será para él.
—Bien —dijo retirándose un poco para hablar con el joven.
Volvió unos minutos después con los ojos iluminados y afirmó.
El hombre estaba eufórico, hacía tanto que no reunía tanto en apuestas pero para quienes ya conocían a la bestia y eran asiduos visitantes sabían que era un verdadero espectáculo en el ring y que siempre saldría victorioso; para los más jóvenes quienes no tuvieron la oportunidad de verlo creían que Polanski era el mejor y le apostaban con fe a un joven que llevaba casi un año invicto y que poseía un golpe letal como lo había demostrado en peleas anteriores donde uno de ellos había muerto.
Todos conocían las reglas, los riesgos y tanto visitantes y peleadores sabían lo que pasaba si infringían alguna regla.
Las peleas no se paraba bajo ningún contexto, solo en caso de que uno de los peleadores se rindiera y el otro estaba obligado a detenerse, de no ser así la pelea seguiría a muerte y sin límite de tiempo.
Hurs lo sabía, había estado ahí infinidad de noches. Esa calle, solitaria y lúgubre había sido testigo de sus inicios peleando.
Miró alrededor antes de sonreír al recordar que aprendió precisamente con su hermano, pero jamás se imaginó que practicando con Parker se haría mucho más rápido, pero ahí estaba dispuesto a la última batalla de su vida.
Miró al chico que pelearía con él. Se veía seguro, la misma seguridad que tiene aquel que se sabe vencedor. Tenía la mirada que él tenía años atrás cuando la seguridad era su mejor compañía. No lo culpaba, ser el mejor confería un aura que era difícil de deshacer, solo que esa noche, Hurs no estaba dispuesto a brillar.
Lo vio quitarse la camisa y mostrar un torso lo suficientemente fuerte para intimidar.
Movió sus manos y sus hombros preparándose mientras le miraba midiendo a su oponente. Tratando de intimidar a su enemigo.
