Hurs Waldorf, la bestia, como muchos lo llaman no es mas que un peleador salvaje y regenteador de un casino para el que no hay más futuro que envejecer haciendo lo que sabe y dejar atrás aquello por lo que fue desterrado; sin embargo, los pecados de...
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Melina devolvió la bofetada sin ceremonia retando a Scarlett a hacer el siguiente movimiento.
—No tengo alma de mártir y sumisa —dijo mirándola—. Así que no intentes pasarte de lista.
—¡Estás mintiendo! —exclamó furiosa—. ¡Lárgate de aquí, vete y no vuelvas más!
—En el fondo sabes que no miento —dijo deteniéndose y tomando sus muñecas con fuerza—. En el fondo buscas culparlo a él de todos tus problemas pero sabes que no, sabes que tu madre calla, solo voy a dejarte claro una cosa: no voy a permitir que le hagas daño a Hurs y si quieres una guerra vas a tenerla conmigo.
—¿Qué estás insinuando? —dijo furiosa.
—Llevo meses sopesando la posibilidad de volver con él. —Mintió pero se felicitó de forma mental al ver su rostro mutar—. No lo había hecho porque estabas pero ahora soy yo quien tiene la oportunidad y tú te puedes revolcar y morir en tu miseria y tú odio, pero no te quiero cerca de él porque no te gustará tenerme como enemiga.
Se dio la vuelta después de dejar el aguijón dentro de la joven y salió de ahí no sin antes darle una mirada envenenada a Perséfone que se la devolvió con una sonrisa chulesca y de burla.
Melina salió de ahí al mismo tiempo que Scarlett gritaba desesperada por su madre.
Tras los gritos la mujer salió de su cuarto asustada al escuchar el estallido de su hija mientras Brooke una tras Melina y volvió casi de inmediato.
—¿Qué pasa? —dijo asustada.
—¿Desde cuándo era jugador? —preguntó ofendida—. ¿Desde cuándo mi padre estaba en eso? ¿Mucho antes de que quedara ciega?
La mujer guardó silencio y agachó la mirada.
—¡Dímelo!
—Mucho antes de lo que te pasó —confirmó—. Solo que no lo hacía tan frecuente aunque ya tenía deudas grandes.
—¡Me mentiste! —gritó furiosa—. Volviste a mentir.
—¿De qué hablas? —preguntó Brooke.
—De que siempre nos hizo creer que papá conseguía dinero para mí operación —dijo con los ojos llorosos—. Él ya era un hombre vicioso, jugaba para él.
—Yo no mentí —dijo su madre—. Omití algo que les haría daño en ese momento, ¿Esperaban que les dijera que tenían un padre desobligado?
—¿De dónde sacabas dinero? —preguntó Brooke.
—Los ahorros de toda mi vida —respondió—. Fingía que todo estaba bien, pero gastaba el dinero que tenía ahorrado desde siempre.
Las dos miraron a su madre sin poder creer lo que escuchaban.
