CAPITULO 6 - ¿Y SI ME RAPTA?

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CAPITULO 6
¿Y SI ME RAPTA?

Unas horas después
Biblioteca McClay, Queen's University of Belfast

-¿Te sucede algo Emma? –pregunta Gustavo en voz baja para no molestar a los alumnos sentados a nuestro alrededor de la biblioteca – No has cambiado la página en varios minutos – se burla de mí.
-Shhh –nos interrumpe una alumna sentada en una mesa contigua a la nuestra. Si bien la biblioteca es espaciosa, incluso con dos pisos separados, a estas horas de la tarde usualmente se encuentra ocupada de estudiantes ansiosos de silencio y concentración.
-Estaba pensando en mi padre – le miento de forma descarada, o tal vez no tanto. Después de todo, fue extraña la reacción de Lena al escuchar sobre el Senador Farrell.
¿Qué relación tiene Lena con papá?
Quizás la misma que tiene un vegetariano con la carne.
¿Y quién sería el carnívoro?
Mi padre de seguro me internaría si supiese sobre las extrañas sensaciones que una muy famosa mujer está provocando en mí.
Me río en voz alta ante la idea, y nuevamente, la alumna nos hace un gesto malhumorado.
¿Internarme?
Vuelvo a reírme. Esta vez es una risa nerviosa en mi mente, una risa llena de angustia cubierta por gritos de mi madre descontrolada al no recibir la ayuda que necesitaba.
Él la encerró sola en su habitación con sus demonios, sola, lejos de ojos intrusos, lejos del público , lejos de su perfecta campaña electoral.
-¿Emma? – Gustavo capta nuevamente mi atención.
-Perdón– le sonrío. Pero no es una sonrisa genuina.
-Te decía que ya debo irme. –murmura haciendo varios gestos, corroborando que lo esté realmente escuchando. -¿Viene por ti tu chofer? –pregunta inseguro. –Puedo llevarte si quieres.
-José se encuentra de vacaciones, pero no te preocupes, aun debo estudiar algunas materias. –Parece que va a insistir pero es interrumpido por un mensaje en su celular. -Es Fiona –explica con expresión preocupada.
-Estuvo extraña durante la charla – murmuro para no interrumpir a los estudiantes. -Me sacó del auditorio y luego me dejó sola.
-Lo ha estado durante varias semanas.
-¿Has visto que no deja de tomar esas pastillas? - hace una expresión extraña antes de responder.
-Dijo que eran para la cabeza, o para concentrarse antes de un examen, algo así -dice apartando la mirada.
Fiona fue compañera de colegio de Gustavo en un Internado de Dublin, él la conoce mejor que yo, y aun así, logro distinguir que algo raro está sucediendo con ella.
-Me ha pedido que nos juntemos a conversar -dice mostrándome el mensaje recibido.
-Espero me explique qué le está ocurriendo.
-Anda. No te preocupes por mí. Tomaré un Uber al terminar de estudiar -le digo antes de que la estudiante nos vuelva a reprochar por los ruidos.
-No entiendo por qué no tienes auto propio – se burla, pero con una sonrisa cariñosa. No le respondo, pues ambos sabemos la respuesta: mi padre es un hombre controlador, y con José, nuestro chofer, puede asegurar mis movimientos, puede evitar que el exterior conozca los secretos de nuestra familia.
Gustavo resopla, la estudiante nos vuelve a regañar y él le levanta el dedo,  me abraza y luego sale de la biblioteca para dejarme con una tonelada de papeles por leer.

(...)

Con el transcurso de las horas, anotaciones y varias divagaciones, he logrado finalmente hacer un resumen decente con las ideas principales. Observo satisfecha el trabajo realizado y me dejo caer exhausta contra el respaldo de la silla. Levanto la vista y noto que casi todos ya se han retirado de la biblioteca.
Busco mi celular entre el mar de papeles y maldigo al ver la hora. 
Salgo de la biblioteca hacia  el estacionamiento principal para pedir un Uber cuando un fuerte rugido de motor provoca que tropiece.
Miro hacia el responsable de mi casi inminente muerte y noto un Audi R8 color negro. Tener un Audi en Irlanda no es extraño, por lo cual sigo caminando, pero el auto se detiene junto a mí. Una corriente de miedo se apodera. Trato de seguir, pretendiendo que no lo he notado, pero el Audi vuelve a moverse y se detiene a mi lado. La ventana polarizada del copiloto desciende revelando a una mujer en su interior. El miedo no debió desaparecer al ver a la mujer, pero así fue. Desapareció por completo, reemplazándolo por una sensación tibia en mi garganta y estómago.
-Lena – mi voz suena áspera, es apenas un susurro delatando mi asombro.
¿Asombro?
¿En serio?
¡Si parece estar en todos lados!
La modelo baja el sonido de la música, el bajo se detiene de inmediato y un silencio se apodera entre nosotras.
-Sube –ordena con voz dura. Sin saludar, sin preguntar dónde voy. Nada más que una simple orden. Mi cuerpo no reacciona y ella parece notarlo. ¿Qué pretende? ¿Que entre al auto de una desconocida, hija de un mafioso? –Sube. –vuelve a decir con tono firme antes de apretar un botón que entreabre la puerta del copiloto. Mi cuerpo sigue sin reaccionar, pero no así mi cerebro, el cual se activa ideando cientos de alternativas, cientos de escenarios para una simple decisión: Subir o seguir sola.
No quiero seguir así por la vida. Quiero sentir. Aun si es una locura. Aun si me expongo al peligro. ¿Por qué el miedo se ha ido?
Extiendo mi brazo con cuidado para evitar que la chaqueta se suba y muestre mi piel dañada, tomo la manilla de la puerta, la abro y entro al lujoso auto, todo en un solo respiro, en tan solo un segundo decisivo.
Lena hace un gesto hacia el cinturón de seguridad y cuando ve que lo coloco en su lugar, vuelve a encender el auto y avanza hacia la salida.
-¿Qué haces tan tarde? –pregunta con ese extraño acento que cada vez me gusta más.
-Estudiando –le respondo con la vista fija en la calle.
¿Y si me rapta?
¡Pareces un conejito taimado!
¡Enfréntala!
-La charla terminó hace horas, ¿qué haces aun aquí? –le pregunto girando el rostro y atreviéndome a ver sus ojos.  Ojos verdes iluminados.
Mi madre. Sus ojos desconsolados. Su soledad emocional.
Lena baja la mirada hacia mis piernas, sigo el movimiento y noto que tiemblan sin parar ante su recuerdo.
¡Maldición!
Lena no dice nada. Parece aceptar mi espacio, mis secretos sin preguntar más de lo que puedo responder. La idea me calma, haciendo que mis piernas se detengan y brazos se relajen.
-Quizás quiero toparme contigo  –responde al regresar su atención a la calle. Su confesión me descoloca un segundo. -O quizás tuve una reunión demasiado larga con el Rector.
¿Qué clase de reunión? ¿Vendrá más seguido? Estoy a punto de preguntarle al respecto cuando me doy cuenta de que toma la autopista A12 hacía la salida de Belfast y luego Antrim Road.
-¿Cómo sabes dónde vivo? –le pregunto en vez.
-Emma, Emma Farrell. – La miro extrañada. ¿Qué quiere decir con eso?
-Eres hija del Senador Víctor Farrell. – noto que aprieta el manubrio del auto ante la afirmación. –El Rector lo dijo –agrega aligerando un poco el fuerte agarre, pero aun sosteniéndolo con ambas manos.
-Aun no entiendo– reitero escéptica. Sé que Belfast no es una ciudad grande, pero mi casa está casi a las afueras, no puede ser coincidencia que sepa dónde vivo.
-He tenido reuniones con Víctor y tu tío, Nicolás -admite con la vista fija en la calle. –Un par de ellas en su despacho personal en tu casa –responde subiendo sus hombros, como quitándole importancia. Los ha llamado por sus nombres de pila, y estoy segura, que ella también ha notado el descuido. –Temas de campaña. –agrega con voz ligera, pero sin lograr engañarme. La posición de su cuerpo, la rigidez de su espalda, sus manos sobre el manubrio están lejos de ser ligeros.
¿Si sabe que mi tío, el padre de Alex, encerró a Lex Valachi, por qué está haciendo negocios con ellos?
Me descolocas en el Estudio de Alex, luego en mi Universidad y ¿ahora con mi padre? ¿Qué pretendes apareciendo en todos lados? ¿Cómo has logrado invadir mi vida en tan poco tiempo?, la encaro en mi mente, sin atreverme a decirlo en voz alta, dejando un pesado silencio invadir la cabida del auto. Lena deja fluir ese silencio, sin inmutarse por su presencia, hasta casi sintiéndose a gusto con él.
Al llegar a otro semáforo en rojo, se voltea, queda varios segundos en la misma posición hasta lentamente, extender su brazo, casi como si fuese a tocar el mío. Observo sus dedos, luego su muñeca con el tatuaje con forma de S, su hombro, su cuello hasta llegar a su rostro. Cuando sus ojos se encuentran con los míos, siento que el aire se vuelve pesado, más denso, más difícil de entrar en mis pulmones.
¿Qué me está haciendo esta mujer?
¡Una mujer!
El semáforo cambia y la luz verde nos ilumina exponiendo los pocos centímetros que separan su mano de la mía, y nuevamente, aquella sonrisa triunfante aparece en su rostro. Lena se endereza, y en vez de terminar con aquellos centímetros, deja caer su mano sobre la palanca de cambio, hace un movimiento fluido y cambia a modo mecánico el auto. Acelera a tope, el motor del Audi resuena por todos lados y aquella sonrisa se vuelve más profunda y confiada. Mi corazón da un vuelco y la adrenalina se apodera por completo de mi cuerpo.
-¿Tienes miedo? – me pregunta sin despegar los ojos de la carretera.
Saboreo la sensación. Sentir que dejo de pensar sin estar sufriendo para conseguirlo, sin tener que dañarme para conseguirlo.
-Me gusta –respondo confiada. Mi respuesta surte efecto. Lena toma nuevamente la palanca de cambio, hace un nuevo movimiento con los pies y el motor resuena una vez más. Siento lo rápido que vamos, no necesito ver el medidor para saber que  la velocidad que llevamos es completamente ilegal.
-Más – le pido con una risa desinhibida. Ella me mira de forma rápida y sonríe también.
-¿Segura?
Solo alcanzo a asentir con la cabeza, pero ella nota el movimiento y acelera nuevamente. La carretera está prácticamente despejada, por lo que no necesita bajar la velocidad en las curvas. Lena maneja  con seguridad en cada movimiento, sabiendo exactamente cómo tomar cada vuelta.
Mi corazón late de forma desenfrenada, pero mis piernas se encuentran quietas, sin moverse, incluso he olvidado la compulsión por apretar mi brazo cuando las emociones son demasiado fuertes.
Cierro los ojos y disfruto la sensación de calma y adrenalina al perder el control. Una sensación que solo logro conseguir con otros medios.  No puedo evitar reírme. Ella me mira disfrutando de mis reacciones.
El silencio se apodera nuevamente y solo siento el sonido del motor, el rugido de las llantas contra la carretera mientras nos adentramos a calles más cerradas.
Poco a poco baja la velocidad al entrar a un sector concurrido.
Cazzo!- murmura en un tono casi inaudible. La miro sin entender. -No debí dejarme llevar así – me observa arrepentida, pero sé que también lo ha disfrutado.
-Tienes un auto deportivo. De seguro lo haces todo el tiempo – digo aun con la adrenalina a tope y saboreando los vestigios de calma.
-Sí. Pero jamás con otra persona a mi lado – confiesa. Por alguna razón, saber que nunca ha compartido ésta experiencia, estas sensaciones con otra persona, me llena de un extraño sentimiento, uno que no he sentido antes, que no puedo nombrar, pero que aun así, logro disfrutar sin la necesidad de reprimirlo. Ambas nos quedamos en silencio un momento, meditando en lo sucedido. Ella parece en calma, y aquella calma logra entrar en mi cuerpo.  El anuncio de una llamada entrante en la pantalla del auto  irrumpe  de pronto.

TRAS LAS HUELLAS DE SU NOMBRE - (Girl x Girl)Where stories live. Discover now