Cap. 74| "Ese hombre rubio"

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Dos días después...

Narra Owen

–Cami, te buscaré e iremos al hospital luego –le anuncié a Camila mientras estacionaba el coche en la puerta de su colegio.
–¿Hospital? –dijo sorprendida, era la primera palabra que emitía luego de decir "buenos días" en el desayuno.
–Sí, tendrás que estar allí un rato, solo hasta que mamá y yo terminemos –añadí sonriendo y volteé para observarla en el asiento de atrás.
Solo éramos ella, Christopher y yo, Amelia había tenido que ir al hospital horas antes por una operación de urgencia.
–Okay –respondió con seriedad y poco convencida.
–Camila... –intenté detenerla y ella me observó con su mirada cansada y distante– ¿podemos hablar luego?
–No tenemos nada que hablar, papi –respondió sonriendo apenada y se bajó del coche sin rodeos.
Cerró la puerta y la observé alejarse hacia la entrada de la institución, se encontró con Thomas y sus amigas y se sumergió en su mundo. Suspiré sin saber qué hacer, lo único que sabía es que Camila llevaba dos días sin querer escucharnos o entablar una conversación.
–¿Papa? –preguntó Chris llamando mi atención.
Volteé a verlo y sonreí disimulando mi preocupación, el pequeño bebía a través de un sorbete un pequeño envase de jugo de manzana que Amelia le había preparado.
–Hey ¿vamos a la guardería? –le dije con calma.
Asintió y sonrió con dulzura y obediencia, reí y volví a observar hacia la puerta de la escuela de Cami, pero ella ya no estaba allí, suspiré y volví a conducir.

Narra Amelia

Luego de mi operación, me dirigí a la oficina de Owen, sabiendo que seguramente ya estaba allí.
Hacía un día que habíamos regresado a trabajar luego de nuestra luna de miel y se sentía bien, pero nuestras mentes estaban ocupadas en cómo hacer para poder hablar con Cami sin causarle un problema y en contarle la noticia del embarazo a Chris de una manera disimulada.
Golpeé la puerta y la voz de Owen me indicó que podía adentrarme, seguí su orden y abrí la abertura. Y finalmente lo vi, en su escritorio, escribiendo sobre un par de papeles y levantando su mirada para verme.
–Hey –sonrió con calma– ¿cómo te ha ido en la operación?
Se levantó de su asiento y comenzó a caminar hacia mí.
–Bien. Fue difícil, pero lo logramos –respondí casi sin prestar atención a mis palabras.
El pelirrojo finalmente llegó frente a mí y me observó con dulzura, sus manos se dirigieron a los costados de mis brazos y me acarició con calidez.
–Christopher me pidió que te dijera que el jugo de manzana fue estupendo –me comentó Owen con una risa enternecida.
Sonreí y mordí mi labio, asentí y di un paso hacia él.
–Lo dejé en la guardería, estaba feliz por volver a ver a sus amigos –añadió.
–¿Y Cami? –pregunté con ilusión.
Owen se encogió de hombros y suspiró.
–No quiere hablar, pero tampoco luce tan enojada, solamente está... seria –me respondió sonriendo apenado– le dije que sería que bueno que luego conversáramos, pero ella insistió en que no hay nada que hablar.
–Pero sí hay cosas que hablar –respondí apenada– tenemos que explicarle que nada cambiará, y ella tiene que explicarnos lo que siente.
–Cami parece grande y madura, pero todavía es una niña, necesita tiempo –Owen bajó sus manos a mis cinturas y se acercó más contra mi cuerpo.
–Cami es una niña, sí, y por eso necesita que sus papás le expliquen lo que sucede –dije con mi voz un poco quebrada.
–Okay, hablaremos con ella luego, quiera o no quiera. Lo haremos juntos, no te preocupes, recuerda que no estás sola. Pero sí recuerda que estás embarazada, y que el estrés no es bueno para ti ni para el bebé –susurró el pelirrojo con una sonrisa apenada.
Asentí con algunas lágrimas en mis ojos y suspiré, me acerqué a él y lo abracé, intentando buscar que sus brazos me hicieran sentir más segura y acompañada.

Narra Camila

–¿No hablarás hoy? –preguntó Thomas mientras nos sentábamos contra un árbol a disfrutar el recreo.
Sonreí apenada y negué con mi cabeza sin establecer contacto visual alguno.
–¿Qué sucede, Cami? –insistió preocupado– puedes confiar en mí.
–Lo sé –dije con poca paciencia– pero no quiero hablarlo ni decirlo en voz alta.
–¿Sucedió algo cuando te fuiste de vacaciones a la nieve con tus papás? –preguntó– parecías muy feliz esa noche cuando te vi a través de la ventana.
–Porque estaba muy feliz, realmente lo estaba –añadí.
–¿Y entonces qué cambió? –volvió a preguntar.
Lo observé molesta y suspiré.
-Thomas, deja de insistir y molestarme con eso –elevé un poco mi voz.
Mis palabras parecieron herirlo por unos segundos. Mi amigo frunció el ceño un poco molesto, asintió sonriendo apenado y bajó su mirada.
–Tienes razón. Tal vez lo mejor es que estés sola –respondió con seriedad e intentó levantarse de mi lado.
Se puso de pie y me observó, intentó fingir la calma y comenzó a alejarse.
–¡Thomas, espera! –dije arrepintiéndome de mis palabras.
Me puse de pie y comencé a seguirlo.
–Cami, no te preocupes, no necesitas contarme nada –dijo sin voltear a verme y continuó caminando.
–Mi mamá está embarazada –dije sin pensarlo dos veces.
Me detuve en seco al decir eso y sentí cómo las palabras en voz alta me impactaron, llevaba horas y días sin poder si quiera armar una oración que se relacionara a lo que me había enterado por error.
Thomas también se detuvo y volteó a verme sorprendido. Me observó intentando interpretarme y yo me encogí de hombros con seriedad y vergüenza.
–Mis papás... están esperando un bebé –volví a decir con un nudo en mi garganta.
Mi amigo-vecino volvió a caminar hacia mí sin saber qué decir, llevó sus manos a sus bolsillos y se detuvo frente a mí.
–Entonces por eso estás molesta –dijo razonando.
–Yo no quiero un nuevo bebé en la casa –comenté.
–¿Por qué? –preguntó con curiosidad.
Vacilé mis palabras y mordí mi labio, mis ojos se llenaron de lágrimas y bajé mi mirada.
–Porque un bebé cambiaría todo –confesé con angustia.
Intenté secar mis lágrimas con vergüenza, pero Thomas me detuvo y se abalanzó sobre mí para abrazarme.
Me sorprendí, incluso me sobresalté al sentirlo, cerré mis ojos y respondí el abrazo.
–Estoy intentando fingir que la noticia no existe para no tener que hablar del tema con mis papás, no quiero escuchar lo que tienen para decirme –susurré.
–Tal vez deberías escucharlos, tal vez sus respuestas te calmarán –respondió mientras me abrazaba.
–¿Y qué me dirán? ¿me dirán que nada cambiará? –pregunté con miedo– eso no lo saben, tal vez las cosas sí cambiarán. Estaba muy feliz en la nieve, con Chris siendo mi único hermano ¿por qué tuvieron que tomar la decisión sin preguntarnos antes? –añadí sin más.

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