Cap. 21| "Arriesgarme a lo que te hace feliz"

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Días después...

Narra Owen

Abrí mis ojos por los ruidos de la ciudad. Ambulancias, bocinas, ruidos de grúas, aviones... todo era ruidoso en Nueva York.
Todo era ruidoso, menos despertar junto a la chica que más amaba.
Volteé y allí estaba. Amelia dormía, boca abajo, abrazando la almohada y completamente desnuda, dejándome apreciar su increíble y perfecta espalda, las sábanas solo cubrían desde su cintura para abajo.
Desde que Arizona y Callie habían decidido pasar unos días en Los Hamptons a expensas del papa de Callie, Amelia me había llevado todas las noches a su cuarto porque no quería pasar la noche sola. Por supuesto, un pedido como ese no podía ser rechazado, la idea de dormir con Amelia entre mis brazos me enloquecía.
Me enfoqué en observarla dormir tan plácidamente y llena de tranquilidad, podía oír su respiración relajada si me concentraba. La claridad que entraba por la ventana comenzaba a iluminar su espalda y pensar en llevar mis dedos y acariciarla se me hacía irresistible.
Así lo hice, llevé mi dedo índice y recorrí toda su espina, deleitándome con la suavidad de su piel. La escuché suspirar ante el tacto pero no había señales de que estuviese despierta.
Reí al notar que era otro nuevo día en el que amanecía junto a Amelia ocupando toda la cama y dejándome apenas espacio. Pero en un punto, era casi una bendición: amanecer junto a ella, desnuda, a mi lado, luego de habernos entregado a la pasión la noche anterior.
Seguí acariciando su espalda y bajé hasta su cintura, casi en donde se encontraba la zona que daba comienzo a sus piernas, pero me detuve allí.
El próximo paso fue acercarme un poco a ella y llevé mis labios a su cuello, luego a uno de sus hombros y finalmente a lo largo de su espalda.
Amelia lanzó otro suspiro, seguido por un pequeño quejido lleno de encanto. La había logrado despertar.
-Buenos días -susurré mientras volvía a besar su cuello.
Me llené de su hermoso aroma: una mezcla de shampoo de coco con colonia dulce que me hacía querer deborarla.
-Vuelve a dormir -susurró mientras lanzó una pequeña sonrisa.
-Si me dejaras espacio, podría -respondí dejando de besarla.
Amelia rió y abrió un poco sus ojos.
-No voy a dejarte espacio, estoy muy cómoda así -respondió y volvió a cerrar sus ojos.
-Okay -dije acercándome a su oído- entonces me iré a dormir a mi cuarto, en mi cama debe haber espacio.
Amelia mordió su labio al escucharme. Sonreí, encantado por la tensión que estábamos teniendo y me alejé de ella para "irme".
Pero cuando intenté incorporarme en la cama, de espaldas a ella, Amelia rodeó mi cuello con sus brazos y volvió a tirarme en la cama.
Me hizo espacio y envolvió sus piernas con las mías para retenerme.
Sus brazos que aún me envolvían se aferraron a mí con fuerza. Sentí los labios de Amelia en uno de mis hombros y reí al notar que le dio un pequeño mordisco.
Su cuerpo desnudo se apoyó sobre mi espalda y me estremecí.
-Soy capaz de caerme de la cama, con tal de que te quedes aquí y no te vayas, Owen Hunt -susurró en mi oído y besó mi hombro.
Me giré para quedar cara a cara con ella y la observé con sus ojos achinados, su rostro dormido y una sonrisa dulce. Se veía terriblemente hermosa y perfecta.
Llevé una de mis manos a su cintura y la atraje más contra mí, haciendo fricción con nuestros cuerpos desnudos.
-¿Estás más cómodo ahora? -preguntó acariciando mis hombros.
-Sí, gracias por ser tan considerada -bromeé con sarcasmo y ella rió.
Su risa era tan mágica. Jamás me cansaba de escucharla.
-Ahora volvamos a dormir -dijo cerrando sus ojos y cubriendo su piel con más mantas.
Era el momento perfecto para molestarla, así que, segundos después, bajé mis labios hacía su cuello y comencé a besarla.
Amelia volvió a reír.
-Detente -dijo llevando sus manos a mi cabeza.
-Detenme -respondí entre besos.
-Imposible -respondió y continué mi camino de besos hasta su pecho.
Amelia no me detuvo, solamente me alentó a hacerlo aún más.
Bajé mis besos a su vientre y ella lanzó un quejido mientras yo me deleitaba con su cuerpo desnudo.
-Okay, okay, okay, detente -suspiró.
Sonreí y dejé de besarla para volver a recostarme junto a ella.
-Es que si sigues, no querré que pares -dijo mirando mis labios- y tenemos que ir a clases.
-Está bien -susurré y ella me dio un suave beso.
Noté su piel fría y temblorosa, la aferré más a mí y ella continuó besándome.
-Estás congelada -susurré rozando nuestras narices.
-Entonces caliéntame -dijo penetrándome con sus ojos perfectos.
La abracé con muchas fuerzas y ella rió mientras besaba mi cuello, nos cubrí a ambos con las mantas y quedamos completamente debajo de ellas, incluidas nuestras cabezas.
-Es como una cueva, hacía esto con Derek cuando éramos niños -dijo mientras mordía su labio y acariciaba mi mentón.
Sonreí y besé su frente.
-Aunque claro, en esos tiempos no estaba desnuda porque había tenido sexo horas antes -rió y observé todo su cuerpo, provocando que ella cubriera mis ojos con sus manos y besara mis labios.
-¿Qué haces? -pregunté riendo sin ver nada.
-No puedes verme desnuda ahora, en la noche podrás hacerlo -respondió y quitó sus manos de mis ojos.
-¿Por qué? -pregunté volviéndola a mirar.
-¡Basta! -rió y elevó mi mentón- no quiero que lo hagas, ya te he dicho que si lo haces no querré que pares, no pararé de pensar en las ganas que tengo de que me hagas el amor, otra vez.
Sonreí y obedecí su orden. Podría haber tomado sus últimas palabras como un juego lleno de tensión sexual o coqueteo, pero solo pude llenarme de dulzura y admirar lo mucho que Amelia y yo habíamos avanzado. Ya no había ningún límite en decir que nos amábamos, o en insinuar todo lo que sentíamos.
-¿Por qué me miras así? -preguntó con curiosidad, luego de haberme ido algunos segundos y sumergirme en mis propios pensamientos.
Reí y volví a besar sus labios.
-Pensaba en lo mucho que significas para mí -respondí con sinceridad.
Amelia rompió el beso y volvió a penetrarme con sus ojos, sonrió avergonzada y me abrazó con dulzura.
-Y tú no sabes lo mucho que significa tenerte a mi lado -susurró y noté sus labios acariciando mi lóbulo.
Escondí mi nariz en su cabello y cerré mis ojos, era tan increíble la paz que Amelia entre mis brazos producía...
Nos mantuvimos abrazados, bajo las mantas, y pude notar cómo su cuerpo recobraba la temperatura. Lentamente, entre caricias y pequeños besos, volvimos a quedarnos dormidos.

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