Cap. 27| "La vecina"

377 29 11
                                    

Narra Amelia

La puerta de mi oficina resonó y me quitó de mis pensamientos. Eran las 9AM pero mi cabeza ya había pensado por más horas de las que llevaba despierta.
-Adelante -dije mientras leía algunos informes que Derek me había dado más temprano.
Se abrió la puerta y escuché puro silencio. Volteé a ver y vi a Arizona, que me sonrió apenada y cerró la abertura con cuidado.
-¿Tienes un momento? -preguntó.
-Si es por trabajo, sí -respondí mientras bebía un sorbo de café.
-Sabes que no vengo a hablar de trabajo, estás enojada conmigo y quiero arreglar eso -respondió sentándose en una silla a mi lado.
-Descuida, Arizona -dije sin mirarla a los ojos- no tienes nada que arreglar, ya no.
Intenté levantarme y escapar de mi propia oficina pero sentí que me detuvo al instante tomándome de la muñeca. Bajé mi mirada y la observé.
-¡Amelia! por favor, no seas así -suplicó- al menos escúchame.
-¿Escuchar qué, Ari? -pregunté con poca paciencia mientras volvía a sentarme- tal vez debías hablarme mucho antes para que esta bomba no me impactara tanto ¿no crees?
-Amelia, hicimos una promesa, y yo la he respetado. La sigo respetando -respondió frunciendo el ceño- la sigo respetando con ambos.
La observé y no respondí. En gran parte, Arizona tenía razón: doce años atrás, cuando la noticia del embarazo de Sadie terminó todo lo que había entre Owen y yo, la rubia nos prometió que sería amiga de ambos sin contarnos las cosas del otro. Para mí eso había estado bien, quería creer que Owen había desaparecido de la faz del mundo.
-Bien -dije dándole la razón- pero... ¿no crees que deberías haberme dicho que trabajaríamos en el mismo hospital? o mejor aún... ¿qué viviríamos prácticamente juntos?
-¡Owen está tan sorprendido como tú! -elevó su voz- Amelia, hice lo que pude, ni siquiera yo sabía que Owen sería tu vecino, no hasta este domingo pasado, cuando le pedí su nueva dirección y resultó ser la misma que la tuya.
Abrí la boca sorprendida y entendí algunas cosas.
-Entonces tu auto no estaba en la puerta de mi edificio porque estabas en la inmobiliaria -respondí- ¡ni siquiera tuvo sentido esa mentira! tu auto estaba allí porque estabas en el departamento de al lado, junto a mí.
-Resolviste el enigma -Arizona sonrió y mordió su labio- felicitaciones.
-No es gracioso, nada de lo que sucede es gracioso -dije cruzándome de brazos- ahora dime algo ¿en qué momento se supone que debo cruzarme a Sadie y a sus hijos?
-Se supone que no debo decírtelo. Tampoco voy a explicarle a Owen nada de ti -respondió en un suspiro- no voy a estar en el medio.
-No hay tal medio, somos dos desconocidos -dije al instante.
-¿Entonces por qué te preocupa Sadie? -preguntó- solo imagina que Owen debe estar tan impactado como tú, él mismo fue quien cargó a Christopher en sus brazos pensando que era un total extraño cuando en realidad era el hijo de su amor de universidad.
No respondí, solo desvié mi mirada y jugueteé con mis manos.
-Solo ignóralo, Amelia ¡no lo sé! -sonrió- pero yo no quiero arruinar mi amistad con ninguno de los dos, son mis mejores amigos.
La rubia se acercó a mí y tomó mis manos entre las suyas. Levanté mi mirada para verla y me encontré con su sonrisa cálida y sus ojos llenos de amor, sabía perfectamente que Arizona nunca iba a lastimarme y que realmente era una amiga fiel.
-Lo lamento -dije con una sonrisa tímida y mordí mi labio- creo que estoy exagerando un poco las cosas. Supongo que no debo hacerte parte de esto, y tampoco debo permitir que me afecte. Después de todo, la que estuvo mal fui yo, pensando que tal vez el mundo era demasiado enorme como para fingir que Owen había dejado de existir.
-Y tú no dejes de existir por esto, tienes una vida hermosa aquí -dijo la rubia.

Narra Owen

-Sigo impresionada -dijo April cuando salimos del quirófano, mientras sacábamos nuestros guantes.
La miré y reí extrañado.
-Eres asombroso, Owen -añadió.
-Oh -noté mis mejillas enrojecerse- no, no lo soy. Cometo millones de errores.
-Pues hoy no has cometido ninguno, eres excelente en el quirófano. Eres rápido, eficaz y demasiado profesional -añadió- me alegra que el Grey-Sloan haya recibido a alguien como tú.
-Pues a mí me alegra también, estar aquí -dije sonriendo.
-Muero de hambre -April miró la hora en un reloj digital sobre la pared- es la hora de almorzar ¿vamos?
-Vamos, también muero de hambre -respondí y ambos salimos de allí.
Me sentía afortunado de tener una compañera en mi equipo de Trauma como April. Parecía demasiado simpática, y creo que era el tipo de persona que más necesitaba para sobrellevar mis primeros momentos en Seattle.
Entramos a la cafetería e hicimos un poco de fila para servirnos nuestro almuerzo, la pelirroja hacía divertido cualquier momento, así que el tiempo de espera se pasó rápido.
-Oh, allí están Arizona y Amelia -señaló una mesa a lo lejos- vamos.
-No creo que sea buena idea -dije al instante mientras observaba a Amelia, que estaba conversando con Arizona.
-No seas tímido ¿lo dices por Amelia? es una de las personas que más me agradan aquí, te agradará -sonrió y me empujó un poco para caminar.
-Parecen estar conversando algo privado -me detuve.
-Owen, lo privado no se conversa en la cafetería -rió April- vamos, si no como en los próximos dos minutos voy a caer desmayada aquí mismo.
Suspiré y podía notar cómo mis manos comenzaban a sudar. Estaba seguro de que para Amelia no iba a ser demasiado grato verme.
-¡Hey! -April se sentó junto a Amelia- ¿les molesta si mi amigo como aquí? -bromeó.
Amelia y Arizona levantaron su mirada y me observaron. Arizona sonrió nerviosa y miró a Amelia, que me miraba seria y un poco perturbada:
-Tal vez... -intenté salir de esa incómoda situación, era obvio que Amelia no me quería en esa mesa.
-No molesta -dijo Amelia con cierta distancia que me estremeció.
April me indicó que me sentara junto a Arizona y enfrentado a Amelia, dudé, pero para no hacer las cosas más incómodas y sospechosas, accedí.
-¿Cómo está Christopher? ¿alguna travesura nueva hoy? -preguntó April a Amelia.
La más pequeña de los Shepherd se tomó su tiempo para responder, tenía su mirada baja y enfocada en su plato de comida.
-Ninguna travesura nueva hoy, por suerte -respondió y por pocos milisegundos pude apreciar la belleza de su voz.
¿De verdad había pasado doce años sin escuchar esa voz que tan vivo me hacía sentir?
-Bueno, creo que tal vez sabe que está castigado -bromeó Arizona.
Amelia sonrió y mordió su labio sin quitar la mirada de su plato.
-Él sabe perfectamente que no lo está, sabe manipularme bien -confesó Amelia.
-¿Cuántos años tiene? -pregunté sin rodeos.
Hay veces en las que uno habla sin si quiera querer, como si fuera un impulso. Un impulso que a veces es bueno y aliviante, y otras veces es un desastre. En ese preciso momento, había sido un desastre.
Pude sentir la mirada de Arizona sobre mí, obviamente sorprendida. Me quedé observando a Amelia, nervioso, esperando que tuviera un poco de compasión y respondiera para no hacerme quedar como un estúpido.
Hasta que al fín, levantó su mirada y se clavó con mucha fuerza sobre mí:
-Casi tres años -respondió y pude notar los nervios en su voz.
Sonreí con vergüenza como una muestra de agradecimiento por haberme dirigido la mirada y la palabra. Ambos nos quedamos observándonos en silencio, sin saber cómo continuar el momento. Estaba seguro de que Amelia tenía tantas preguntas para hacerme como yo a ella.
-¿Alguien quiere postre? -preguntó Arizona intentando romper el momento tenso.
Amelia dejó de mirarme para observar a su mejor amiga.
-No, Ari -le sonrió- gracias, creo que voy a seguir trabajando.
Y con eso, tomó su bandeja de comida y se levantó de la mesa.
-Luce rara -le dijo April a Arizona- ¿le sucede algo?
-Estrés, cansancio tal vez -respondió la rubia que me dirigió una mirada que comprendí al instante.
-Tal vez no se ha sentido cómoda conmigo -le dije a April- la próxima almorzaré solo -sonreí con vergüenza.

➶ I met you at the university ➴ | OmeliaWhere stories live. Discover now