Cap. 41| "Nadando entre el amor"

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Narra Amelia

Estaba en la mitad de una reunión que Bailey había convocado, estaba concentrada y más dispuesta a dialogar que nunca. Pero cuando en la mitad del diálogo la puerta se abrió y Owen apareció, ya no pude ser consciente de nada.
Ambos hicimos contacto visual al instante.
-Buenos días -saludó en general mientras me observaba.
Todos saludaron al unísono, pero yo solo pude sonreír con vergüenza y bajé mi mirada para no lucir tan evidente.
La mesa de reunión era muy larga, Owen se sentó bastante alejado de mí, pero ambos teníamos una vista directa del otro.
De vez en cuando, su voz decidida y llena de profesionalismo resonaba en la sala oponiéndose o expresando su opinión y sentía cosquillas en mi estómago. De vez en cuando, yo era capaz de hilar la conversación y dar mi opinión, y cada vez que lo hacía podía notar la sensación de sus ojos que no dejaban de observarme, aprovechando la situación.
La reunión terminó pronto, tomé los informes que había llevado y los abracé a mi pecho mientras me levantaba de mi silla y caminaba hacia la puerta. Lo hice con prisa porque realmente tenía trabajo que hacer.
Pero él se interpuso en la salida y me acogió con una cálida sonrisa que me hizo temblar las piernas.
-¿Puedo hablarte en privado? -me preguntó en un tono de voz cálido y bajo.
Parecía no tener opción, y tampoco quería perderme la oportunidad de estar junto a él aunque sea dos minutos. Además de que me intrigaba saber qué tenía para decirme.
Salió de la sala de reunión y lo seguí mientras los demás doctores hacían algunas anotaciones o compartían comentarios entre sí.
Caminó algunos pasos y se detuvo frente a un armario de limpieza. Me observó y negué con mi cabeza al instante.
-Nos meteremos en problemas, no -dije en voz baja.
Owen me miró extrañado y se apoyó contra un carro de vendas y desinfectantes.
-Ibas a entrar al cuarto de limpieza -dije haciéndolo entender- no quiero, no quiero que nos metamos en problemas.
Owen miró la puerta y rió, no la había notado y todo había sido una coincidencia.
-Me avergüenza haberme hecho la fama de que soy fan de los armarios de limpieza -me dijo avergonzado- todo fue una coincidencia.
Sonreí enternecida al ver sus mejillas rosadas.
-Lamento si lo de ayer estuvo mal, no debí adentrarte en un armario de limpieza para besarte -se disculpó.
-Está bien, Owen -reí- no me molestó en absoluto, solo me gustaría que no volviera a pasar. Quiero mantener profesionalismo.
-Sí, bien, de acuerdo, lo siento otra vez -repitió.
-¿De qué querías hablarme? -pregunté.
-Tengo una invitación para hacerte -dijo nervioso mientras llevaba sus manos a los bolsillos de su bata blanca, y eso lo hizo ver aún más interesante.
Incliné mi cabeza confundida y sonreí.
-En realidad, no solo a ti -añadió rascando su cabeza- Christopher también está invitado.
Reí sorprendida y fruncí el ceño con curiosidad.
-¿De qué se trata la invitación si incluye a mi hijo de dos años? -pregunté.
Sonrió y bajó su mirada, podía notar sus nervios y eso solo me generaba ganas de abrazarlo. Siempre era dulce, pero cuando estaba nervioso lo era aún más.
-Ayer Christopher mencionó unas cuantas veces lo mucho que le gustaría ser un tiburón... -dijo.
-Lo mencionó unas treinta veces, sí, mi hijo insiste demasiado -bromeé.
-Me recuerda a alguien -mordió su labio, intentando coquetear conmigo e insinuando que Chris insistía como yo.
-Genética -dije encogiéndome de hombros y sonriendo.
-Mi invitación se trata de llevarlos a nadar -dijo finalmente.
Me extrañé e incliné mi cabeza mientras jugueteaba con una lapicera que estaba en el bolsillo más alto de mi bata.
-No hay mar en Seattle, el agua de las costas no es la mejor tampoco -mordí mi labio, temiendo decepcionarlo.
Sabía que era nuevo en la ciudad y que tal vez la desconocía un poco. Pero lo próximo que dijo me hizo entender de que era demasiado inteligente y asombroso como para no tener un excelente plan B:
-Existen las piscinas de natación, son climatizadas -sonrió- ¿Christopher ha estado en una piscina alguna vez?
-Solo el mar, en Los Ángeles. Y era muy pequeño para recordarlo, jamás volvimos allí -dije apenada.
-¿Crees que le gustará? pensé en que sería una buena forma de que disfrute de ser un tiburón, como él tanto desea -su voz sonaba muy dulce al argumentarme su invitación- hay piscinas de muchos tamaños en el lugar al que me gustaría llevarlos, si tiene miedo tal vez podríamos probar en la más pequeña. Si no le gusta, nos vamos y ya.
Lo escuché sorprendida y sin decir palabra alguna. Por lo general, me habría esperado una invitación más íntima y menos familiar.
Ni siquiera era una cita, era pasar un poco de rato cumpliendo las ideas inocentes que mi hijo de dos años tenía.
-Es una mala idea, tienes razón -dijo Owen al notar que habían pasado algunos segundos y yo no había dicho nada- no debí meterme con Christopher, tal vez suena invasivo, sí.
-No, no... -intenté decir.
-Solo se me ocurrió porque recuerdo haber llevado a Cami a ese tipo de lugares cuando era más pequeña, recuerdo que le encantaba -añadió- pero tienes razón.
-Owen no he dicho nada -dije riendo.
-Pero es una locura de todos modos -respondió- no es necesario que me respondas, olvida esta invitación. Me prometí a mí mismo ir más lento y acabo de intentar avanzar cinco casilleros o más.
Sonrió apenado y desapareció de mi vista, sin siquiera darme tiempo a explicarle lo extraño y maravilloso que era saber que alguien pensaba en hacer feliz a mi hijo.

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