Cap. 24| "La esperada graduación"

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Seis meses después...

Narra Amelia

Un golpe particular en la puerta de mi cuarto y el de Arizona resonó mientras tomaba una pequeña siesta antes de mi próxima clase.
Abrí mis ojos y observé que mi mejor amiga aún no había vuelto de su clase, me levanté de mi cómoda cama y con pereza caminé hacía la puerta.
Giré el picaporte y abrí.
-¿Qué haces aquí? -pregunté al ver a Lucas apoyado en el marco de la puerta.
-Buenas tardes a ti también -dijo con sarcasmo.
-¿Qué haces aquí? -insistí.
-Tu dealer te ha fallado hoy, me ha pedido que te entregue tu ración diaria -rió.
-Cállate, Lucas -dije enojada- no necesito esa ración.
-¿Segura? -preguntó sacudiendo la droga en una bolsa que pasaba desapercibida- mi amigo dijo que ya has pagado por ella.
Intenté tomarla de sus manos pero la elevó aún más y al intentar saltar, perdí el equilibrio y casi caigo sobre él. Rápidamente llevó sus manos a mi cintura y observó mis labios.
-Siempre vuelves a mis brazos -dijo riendo.
Salí de ellos y lo empujé con fuerza.
-Te detesto, jamás volvería a tus brazos, ni aunque fueras el más lindo del mundo -respondí y rápidamente le quité la bolsa con pastillas que trituraría más tarde.
-Qué difícil te resulta olvidar los errores ¿Dios no dice que hay que perdonar? -preguntó.
-No metas a Dios es esto -dije intentando cerrar la puerta.
-Al menos, agradéceme -me detuvo, llevando su mano a la abertura.
Lo observé y noté cómo disfrutaba el momento.
-Ojalá cuando nos graduemos de aquí, madures -respondí- gracias por tomarte la molestia de venir aquí, eres un ángel -emití con sarcasmo y finalmente cerré la puerta.
Le puse seguro, observé por la cerradura de que no me estuviera espiando y violando otra vez mi privacidad como lo había hecho antes con mis vídeos. Si volvía a hacerlo, realmente estaba acabada, ya no tenía a un Owen que me defendiera y salvara. Aún me dolía el pecho cada vez que lo pensaba.
Cubrí el picaporte y la cerradura con la primera prenda pequeña que encontré, asegurándome de que realmente no me espiara. Ni siquiera convertirme en una adicta o estar camino a eso me había salvado de perseguirme con mis tan temibles miedos, entre ellos: lo insegura que Lucas me había vuelto.
Observé las pastillas en la bolsa y suspiré, aún me costaba creer en lo que me había convertido. Me detestaba y me daba asco.
Me senté en la cama, saqué las pastillas y las observé sobre la palma de mi mano. Eran pocas y pequeñas, pero caras y poderosas.
No podía triturarlas, no en mi cuarto con Arizona al acecho, así que rápidamente llevé tres a mi boca y tomé una botella de agua que tenía cerca para poder tragarlas mejor. Aún quedaban algunas en la palma de mi mano, así que dudé en ingerirlas también o no.
Decidí que sí, y estaba por hacerlo. Pero de repente, la puerta de nuestro cuarto se abrió y me exalté.
Me levanté con rapidez de la cama intentando disimular pero por accidente todas las pastillas que quedaban en mi mano cayeron al suelo.
Era muy tarde para recogerlas, porque Arizona ya estaba viéndome sorprendida.
-Puedo explicarlo -dije justificándome.
-No expliques nada -dijo cerrando la puerta y me miraba decepcionada- dijiste que ya no lo hacías.
-No lo hago -intenté mentir.
-No me gusta que me mientan, Amelia
Y menos me gusta que mi mejor amiga me mienta. Ya no lo haces, pero seguro que antes de que yo apareciera te tragaste unas cinco píldoras ¿no? -se cruzó de brazos, mirándome enojada.
-No me entiendes -intenté defenderme- me sorprende que no me entiendas.
-¿Pretendes que te apoye al hacer esto? puedo apoyarte si necesitas ayuda, si quieres superar todo esto. Pero realmente no pareces querer hacerlo, y te detesto por eso -levantó su tono de voz.
-Y yo detesto que te enojes, Arizona -me crucé de brazos y pateé las pildoras.
-¿Amelia, hace cuánto tiempo llevamos así? discutiendo por las malditas drogas. Alejaste a Owen, le rompiste el corazón y ahora estás tratando de alejarte a mí -gritó.
-Pues, Owen no parece muy preocupado. Lo he visto entretenido con alguien más.
-¡Porque trata de olvidarte! intenta entretenerse sin pensar en ti, pero eso es imposible -respondió.
-Sin mí está mejor -dije enojada- deja de molestarme, Arizona.
-Me molesta que tengas todas las herramientas para salir adelante y no uses ninguna -respondió.
-¡Arizona, basta! -grité- yo puedo sola, yo puedo salir.
-¿Sabes qué? sí, puedes sola, espero que lo logres -dijo- el primer paso es intentar no volver a hacer la estupidez que te encontré haciendo.
Y con esas últimas palabras, la rubia tomó unas cosas que estaban sobre su cama y salió, cerrando la puerta con fuerzas.

➶ I met you at the university ➴ | OmeliaWhere stories live. Discover now