Cap. 32| "Abrazos consuelo y fotografías del cajón "

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Narra Owen

-¡Carga a 50 juls! -le grité a la enfermera.
-Owen, ya no hay nada por hacer -dijo Arizona.
-¡Carga a 50! -insistí.
Llevé las paletas desfibriladoras al cuerpo de la niña que estaba muriendo entre mis brazos producto de un gran trauma y las llevé rápido a su pecho. Pero no se reanimó.
-¡Carga, otra vez! -grité.
-¡No! -gritó Arizona- ya no hay nada que hacer.
-No digas tonterías -dije arrojando las paletas y llevé mis manos al pecho de la niña- ¡compresiones!
Comencé a reanimar a la niña por mis propios medios, pero en cada segundo que pasaba fracasaba aún más.
-Owen, Owen -Arizona llevó sus manos a mi espalda- ya está, detente, no hay nada que hacer.
Me detuve y observé el cuerpo de la niña sobre la camilla, luego miré a mi amiga:
-Lo intentamos todo Owen, no resistió -Arizona añadió con un tono de voz bajo.
-Pero es una niña -dije mordiendo mi labio.
-Lo sé, pero no te tortures más -respondió- vamos, hablemos con la familia.
-¿Cómo vamos a hablar con la familia? ¿vamos a decirle que no pudimos salvarla y ya? -pregunté enojado.
Todos en el quirófano me observaban con confusión.
-Owen -Arizona intentó tranquilizarme- tenemos que decirle la verdad. Hicimos lo posible.
Suspiré e intenté calmarme.
-Si quieres, yo lo haré, no necesitas ir -intentó decir mi amiga.
-No, no voy a dejarte sola en esto -respondí.
Nos dirigimos a hablar con los padres de la niña y al anunciarle la noticia, creí que desbordaría junto a ellos.
La madre de la niña comenzó a gritar desesperada y como era normal, a acusarnos de algunas cosas. Siempre sucedía y sabíamos que era parte del mal momento, pero en ese preciso instante me sentí terrible.
Sentí ganas de ir a mi departamento y encerrarme a estar solo, a pensar un poco. Pero no podía.
Miré a Arizona que intentaba consolar a los padres y llevé mi mano al hombro de la rubia.
-Ari, no puedo más -dije con mi voz un poco quebrada.
-Yo me encargo -sonrió apenada- ve, tómate un descanso.
Observé a los padres por última vez y me alejé de la sala de espera. Choqué con un montón de médicos en el camino, pero no me importó, o tal vez sí, pero no tenía fuerzas para dar explicaciones.
-Lo siento -dije en voz baja y continué caminando hacía el helipuerto del hospital.

Narra Amelia

Estaba explicándole algunas cosas a Stephanie Edwards, que estaba a mi servicio, cuando alguien me empujó por detrás.
Volteé a ver al sentir el impacto brusco y descuidado e intenté quejarme con molestia, pero cuando quise hacerlo, noté que era la cabellera pelirroja de Owen avanzando con rapidez.
Owen no empujaba por nada, no caminaba con rapidez por nada. Sabía que algo andaba mal con él, y cuando escuché su voz lo confirmé:
-Lo siento -dijo en voz baja, una voz que noté que estaba llena de angustia y terror.
Lo observé alejarse y vi que tomó el ascensor.
-¿Dra. Shepherd? -me dijo Stephanie.
Volví a observarla y ella frunció el ceño.
-¿Qué me estaba diciendo? -preguntó.
Volteé a ver si Owen había desaparecido por completo y luego volví a la joven:
-Edwards, haz los postoperatorios -dije sonriendo con vergüenza- sé que vas a lograr tenerlos bajo control.
-¿Yo sola? -preguntó.
-Si piensas que no te sientes preparada para alguno en especial, espérame. Volveré a buscarte en quince minutos -dije palmeando su hombro y comencé a caminar hacía atrás para alejarme.
Choqué con alguien al hacerlo y giré al instante:
-¡Lo lamento! -dije en un tono avergonzado.
El rostro de Derek estaba frente a mis ojos y rió. Suspiré aliviada y fruncí el ceño:
-¿Has visto dónde fue Owen? -le pregunté.
-¿Por qué lo preguntas? -preguntó frunciendo el ceño.
-Es por trabajo -mentí- ¿lo has visto o no?
-Tal vez sí lo he visto -susurró.
-¡Derek no es lo que piensas! -dije un poco fastidiada y él rió.
-Subió al ascensor -respondió y acarició mi mejilla- me gusta molestarte y hacer esfumar tu paciencia.
Sonreí y mordí mi labio al escucharlo, lo esquivé de mi camino y comencé a caminar hacía el ascensor.
Apreté el botón reiteradas veces, pero cuando las puertas se abrieron solo había un pequeño grupo de residentes. Suspiré confundida y entré sin rumbo alguno.
Pero luego supuse que él no podía haber ido demasiado lejos, si habían pasado menos de tres minutos desde que me había empujado por accidente.
El helipuerto quedaba dos pisos más arriba. Y por una corazonada, tal vez, supe que él estaba ahí.
Los residentes me miraron extrañados al notar que presioné el botón de "H" (helipuerto) y yo los miré sonriendo confundida.
-¿No necesita compañía? -me preguntó una de ellos.
-No están en mi servicio -sonreí con amabilidad- no, gracias.
Las puertas se abrieron y la brisa fresca del exterior nos invadio. Salí del ascensor con cuidado y observé la pista del helipuerto vacía, para mi suerte.
Llevé mis manos a los bolsillos de mi bata blanca y me encogí de hombros mientras intentaba encontrar a Owen.
Y allí estaba, apoyado sobre unas barandas, divagando entre el horizonte y el vacío, pensativo y angustiado. Caminé lentamente hacía él y podía notar su semblante distinto.
El sol del mediodía golpeaba sus cabellos pelirrojos y los tornaba rubios, su espalda ancha cubierta por su uniforme azul resaltaba como nunca, y solo sentí ganas de apreciar su belleza en silencio. Pero necesitaba saber qué lo tenía tan desconcertado.
Me apoyé sobre las barandas, a su lado y contemplando también el horizonte que nos regalaba una hermosa vista de Seattle. Fingí ignorarlo, pero sabía perfectamente que él estaba sorprendido por verme.
Sin embargo, no dijo nada.
-Sé que algo te tiene mal -dije en un tono de voz suave.
-Solo vine a tomar aire -respondió fingiendo su voz fuerte.
Lo miré y fruncí el ceño mientras acomodaba mi cabello corto.
-Seguro, por eso caminabas por el pasillo a altas velocidades -dije con sarcasmo- chocándote a todo residente que se interponía frente a ti, chocándote a la neurocirujana.
Owen me observó al escuchar esas últimas palabras y se sorprendió.
-Amelia, lo lamento, no estaba prestando atención -se disculpó con sinceridad- no sabía que eras tú.
Su voz me dio dulzura. Volví a observarlo y sonreí:
-Sé que no lo sabías, no te creo capaz de empujarme -dije intentando animarlo.
Owen volvió a contemplar la ciudad y suspiró.
-¿Seguro que no quieres hablar de lo que te sucede? no puedes fingir frente a mí -respondí.
-No quiero hacer el ridículo, ya me siento ridículo -respondió en un tono enojado.
-Muy bien, mi misión ha fracasado. Te dejaré solo, tal vez aunque sea puedas hablarle a esta hermosa vista de Seattle -respondí e intenté irme.
-Fue como dejar que Camila muriera entre mis brazos -confesó finalmente.
Me detuve sorprendida ante sus palabras y volteé preocupada.
Owen también había volteado, estaba apoyado de espaldas a las barandas y podía notar sus ojos llorosos.
-¿Qué sucedió? -pregunté cruzándome de brazos frente a él.
-Tendría un año menos que Camila, o tal vez dos -añadió- era muy pequeña, y no pude salvarla.
-Sabes que esas cosas pueden suceder -intenté calmarlo.
-Lo sé pero... mientras intentaba reanimarla era como ver a Camila -lloriqueó finalmente- era como verla allí, con su dulce rostro, tan inocente.
-Estoy segura de que hiciste hasta lo imposible para salvar a esa niña, Owen -sonreí- y debes tener tu conciencia tranquila por eso.
Me observó y mordió su labio mientras sus lágrimas corrían en silencio. Se veía tan dulce que lo único que quería hacer era abrazarlo.
Bajó su mirada y miró sus pies. Lo observé con detenimiento por algunos segundos y volví a sonreír.
-Eres un gran padre, y Camila no podría estar mejor junto a ti. Owen, piensa que, en cada risa que logres sacarle a tu hija, está todo el esfuerzo que acabas de dejar en el quirófano -añadí.
Levantó su mirada e intentó captar mis palabras.
-¿Por qué no piensas en las hermosas carcajadas que lograste quitarle a Camila ayer? -pregunté.
-¿Las... las escuchaste? -preguntó confundido y aclarando su voz.
-A todas -respondí.
-Lo lamento, seremos más cuidadosos la próxima vez, tal vez estabas intentando dormir a Christopher y nosotros lo hemos arruinado -se disculpó.
-En realidad , Christopher sonrió cuando los escuchó a través de la pared -dije- eran carcajadas hermosas ¿cómo podría molestarme eso? ¿cómo podría molestarme tu felicidad y la de tu hija?
Owen sonrió.
-Reíamos porque le estaba haciendo cosquillas a Cami, ella estaba feliz porque su cuarto ya está listo -me comentó.
-Piensa en la cantidad de veces que Camila va a sonreír cuando entre a su nuevo cuarto -sugerí- solo imagínala.
Di un paso hacía él y pude observarlo aún más de cerca.
-¿Por qué me ayudas? -preguntó esbozando una sonrisa tímida- ¿por qué me seguiste hasta aquí?
-Porque te conozco, no puedo fingir que no lo hago -me encogí de hombros.
-Pero pasaron doce años -refregó sus ojos llorosos confundidos.
-No creo que hayamos cambiado demasiado en doce años -dije y él volvió a sonreír.
-Gracias -agradeció y avanzó un paso hacía mí también- tienes las palabras justas en el momento indicado.
-Para eso estamos los vecinos ¿no? -pregunté nerviosa notando su presencia avanzando hacía mí.
Sus ojos estaban irritados de llorar y por un impulso llevé uno de mis pulgares a sus mejillas para poder limpiar las últimas lágrimas que se derramaban. Lo noté tensarse y relajarse al mismo tiempo que me penetraba con su mirada desde su estatura más alta que la mía.
-Solo piensa en tu hija y todo saldrá bien -susurré mientras sentía la suavidad de su piel descargando en la yema de mi pulgar.
Owen asintió concentrado en observarme.
-¿Mejor? -pregunté quitando mi pulgar.
-Sí, contigo sí -sonrió lleno de espontaneidad.
Sonreí con timidez y me encogí de hombros.
-Debería volver -señalé detrás de mí, un poco incómoda.
-Yo también -respondió aclarando su garganta.
Ambos sonreímos y comenzamos a caminar sin decir nada, de regreso a la cruel realidad del hospital.
-¿Pensaste en tomarte el resto del día libre? -pregunté mientras esperábamos a que las puertas se abrieran.
-No, me quedaré. Soy nuevo aquí, no quiero abusarme -respondió sonriendo con vergüenza.
-Eso no tiene nada que ver -sonreí- si no te sientes demasiado bien, Bailey lo entenderá.
-Podré terminar el día -dijo decidido y sonrió.

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