Cap. 46| "Los Ángeles removiendo el presente"

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Narra Owen

Pasaron cinco días. Pasaron cinco días y en esos cinco días había despertado junto a Amelia más veces de las que recordaba. Ya nos dejábamos amarnos sin vergüenza y sin penas, ambos sabíamos que eso era lo que necesitábamos. Aunque las cosas aún seguían siendo un poco complicadas con dos hijos producto de dos historias distintas con amantes que la vida nos había dado en diferentes momentos. Dos hijos de edades totalmente diferentes y con historias similares pero semejantes.
El pasado aún nos seguía doliendo. Y hablar de eso costaba, lo comprobé esa mañana:
Abrí mis ojos y supe que definitivamente no estaba en mi cuarto, sino que estaba en el cuarto de Amelia. Me encantaba el aroma particular que las cosas de ella tenían, lo volví a comprobar cuando al remover un poco las sábanas su esencia invadió mis fosas nasales.
Pero también invadió mis ojos al girar y verla junto a mí, plácidamente dormida y cubriendo su cuerpo desnudo con las mantas de la cama, dejándome a ver la blancura de sus hombros, clavículas y rostro. Su cabello corto que comenzaba a crecer hacia los hombros estilizaba su cuello y permanecía intacto, sin una mínima parte despeinada.
Estaba boca arriba, con sus manos sobre su vientre y descansando con la cara más angelical del universo. Su respiración era pausada y me deleité por algunos minutos observando cada parte de su rostro. Pero ya no pude contenerme y decidí acercarme más a ella para envolverla entre mis brazos y enterrar mis labios en sus suaves y rosadas mejillas.
Mi cuerpo y el de ella se estremecieron al sentirnos desnudos entre nosotros. Estábamos tan conectados que un solo roce bastaba para reavivar todo lo que sentíamos el uno por el otro.
Besé su mejilla y ella lanzó un suspiro al mismo tiempo que se aferraba a mis brazos con sus pequeñas y suaves manos. La escuché quejarse con dulzura y reí en su pobre intento de abrir sus ojos.
-No vayamos al trabajo hoy -murmuró entre dientes y la vi sonreír.
Su voz estaba un poco ronca pero se escuchaba maravillosa como siempre. Volví a besarla una vez más y ella se giró sobre sí misma para que quedáramos cara a cara.
Y finalmente, esos finos párpados se abrieron para dejarme ver sus mágicos y profundos ojos. Sentí un revoloteó en mi estómago al ver cómo me penetraba con su mirada y ella sonrió al ver mi rostro sin expresión alguna.
-Practica alguna técnica de coqueteo con Bailey para que nos deje faltar hoy -insistió y se acercó más a mí para enterrar su rostro en mi cuello.
Reí y la envolví con mis brazos saliendo de mi trance provocado por la intimidad de sus ojos. Sentí su cuerpo desnudo reviviendo entre mi tacto y cerré mis ojos al sentir sus labios recorriendo mi mentón.
-Ojala pudiera, pero me temo que solo quiero coquetear contigo -dije en un susurro.
Rió y volvió a observarme, achinó sus ojos y acuné su rostro entre mis manos. Amelia suspiró y mordió su labio mientras nos observamos en silencio.
-Si no supiera que nuestros hijos están en el cuarto de al lado realmente volvería a llenarte de besos -susurré.
-¿Solo besos? -preguntó levantando una ceja y reí.
-Besos y lo que tu mente pueda imaginar justo ahora -añadí.
-Mi mente solo imagina lo que me hiciste hace horas antes de dormir, pero allí no parecía importarte que nuestros hijos estuvieran durmiendo en el cuarto de al lado -susurró y se acercó a mis labios para besarme con seducción.
Reí evaluando su respuesta y asentí en silencio mientras disfrutaba sus labios.
-Podemos continuarlo a la noche -insistí como un adolescente desesperado.
-Tienes que trabajar ¿no recuerdas? -preguntó riendo y se escapó de entre mis brazos.
Se sentó en el borde de la cama de espaldas a mí y pude ver desde su espalda totalmente desnuda hasta la curva de sus caderas que le daban inicio a la delicada parte de abajo de su ropa interior.
Me observó por sobre su hombro y me desafió con su mirada y una sonrisa, gateé hacia ella y besé su cuello hasta llegar a su hombro. Amelia rió al sentirme y tiró su cabeza para atrás.
-Podría cambiarle el turno a April -dije refiriéndome a mi guardia nocturna.
-No te dejaré hacerlo, deberás esperar a que volvamos a pasar otra noche juntos -dijo susurrando en mi oído y se levantó de la cama.
Se envolvió con su bata de algodón y cubrió todo su cuerpo desnudo, privándome de la maravilla de apreciar cada una de sus curvas. Me senté resignado en el borde en el que ella había estado segundos atrás y sonreí más enamorado que nunca.
Amelia volvió a caminar hacia mí y se posicionó entre mis piernas, llevó sus manos a mi rostro y me dedicó una sonrisa dulce.
-Ya tendremos muchas noches más, Owen. Ya estamos aquí, más arriesgados que nunca, con nuestros hijos siendo testigos de todo esto -confesó- y me encanta, quiero que vuelva a pasar. Quiero que Camila y tú sigan pasando la noche en mi casa.
Sonreí sorprendido y me levanté para quedar a su altura. Llevé mis manos a su cintura y besé su frente.
-Me encanta todo esto también -susurré y finalmente nos abrazamos- quiero seguir con esto, quiero seguir yendo y viniendo de tu casa a la mía.
-Eso no es demasiado difícil -rió en mi oído- aunque admito que nunca pensé que mi vecino sería mi compañero de noche.
-Bueno, tampoco imaginaste que tu vecino sería yo, todo es posible -bromeé y sentí sus labios golpeando con mi lóbulo mientras la notaba sonreír.
-Todo es posible si se trata de ti -confesó y la observé.
Me sonrió con dulzura y vergüenza, llevé mis manos a sus mejillas y miré sus labios para besarla. La besé una, dos y tres veces, la besé con dulzura y demostrándole cuánto la amaba...
Pero el momento no duró demasiado, y no pude decirle nada de todo lo que habría deseado. Un golpe suave y pausado interrumpió en la puerta.
Amelia y yo nos separamos, ella rió con picardía.
-Christopher ha despertado -susurró- vístete en el baño y yo me encargaré de él.

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