Cap. 58| "Acostumbrarme a lo que sea, contigo"

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Diez días después...

Narra Owen

Casa nueva. Me sentía feliz y sentía que realmente las cosas comenzaban a marchar bien. Estaba comenzando la vida que siempre había deseado, con la mujer de mi vida y mis hijos.
-¿Crees que puedas con esa caja? -le pregunté a Cami, que me estaba ayudando a sacar las últimas cajas del camión de mudanzas.
La pequeña parecía estar haciendo fuerza pero estaba concentrada en su tarea. Reí al observarla arrugar su nariz.
-Está un poco... pesada -me dice en un hilo de voz.
Me acerqué a ella y se la quité de sus manos, realmente estaba pesada.
-Agarra la última, es la más pequeña -dije señalando dentro del camión- temo que te lastimes si sigues cargando ésta.
Cami asintió y la tomó, le gustaba ser útil y ayudar en la mudanza. No lo expresaba demasiado porque todo era bastante nuevo para ella, pero sabía que estaba entusiasmada por la nueva casa.
El vecindario estaba tranquilo y era un hermoso día, hacía frío pero el sol volvía todo un poco más cálido.
Cami y yo comenzamos a alejarnos del camión y a caminar hacia la puerta principal de la casa. Íbamos caminando a la par, tan unidos como siempre, sonreí y mordí mi labio para contener la alegría que sentía.
Hasta que una voz super desconocida detuvo nuestros pasos...
-¡Camila! -escuché y la voz parecía acercarse acompañada de un trote agitado.
Volteamos a ver y me sorprendí al ver a un niño de la misma edad de Cami.
Miré a Camila intentando buscar explicación alguna, pero ella lucía tan sorprendida como yo.
El niño llegó a nosotros y sonrió, pude apreciar su cabello castaño un poco alborotado y sus ojos verdes. Tenía sus mejillas rosadas por el sol y miró a Cami con alegría.
-¿Qué... qué haces aquí? -preguntó Camila en un hilo de voz.
-Vivo allí. Mi mamá me mandó a presentarme con los nuevos vecinos y resulta que tú eres mi nueva vecina -dijo señalando su casa justo frente a la nuestra.
Sonreí al escucharlo y me enternecí. El niño seguía observando a Camila con una sonrisa, pero la pequeña se veía tímida y sin entender demasiado.
-Es asombroso que seamos vecinos -añadió el niño y luego levantó su mirada para observarme- soy Thomas.
-Hola Thomas -respondí y estreché su pequeña mano- soy Owen.
-Es mi papá -añadió Camila con su voz temblorosa.
-¿De dónde se conocen? -pregunté frunciendo el ceño.
-De la escuela -dijeron ambos al unísono, Thomas se sorprendió al ver su coincidencia con Camila y sonrió.
Había algo muy dulce en su mirada que me llamaba la atención.
Camila me observó y arrugó su nariz un poco nerviosa.
-Vamos a la misma escuela y somos compañeros de salón -me dijo mi pequeña con timidez.
-¿De verdad? -pregunté y sonreí sorprendido- jamás había escuchado de ti, Thomas, qué bueno saber que vives en frente.
-Es que yo también soy nuevo aquí, me fui de Seattle por un tiempo y viví en España -explicó.
Sonreí y asentí.
-Eres bienvenido a nuestra casa cuando quieras -le dije.
-¿Qué? -preguntó Camila al escucharme.
La observé confundido y ella frunció el ceño.
-Gracias señor Hunt -dijo Thomas y miró a Camila- ser vecinos será maravilloso.
Camila no respondió y Thomas nos dedicó otra cálida sonrisa.
-Me iré -dijo el niño y mordió su labio- fue un placer conocerlo.
-Puedes decirme Owen -respondí y reí.
-Está bien, Owen -sonrió y miró a Cami- ¿nos vemos el lunes en la escuela?
-Okay -dijo Camila con un poco de desgano.
-Ah, y oye -añadió Thomas- si quieres salir a jugar, solo dime.
-¿Salir a jugar? -preguntó Cami confundida.
-¡Claro! -explicó Thomas entusiasmado- puedes venir a mi casa y podemos divertirnos ¿no te gusta jugar?
Sonreí al escuchar su inocencia, parecía que Thomas era aún más infantil que Camila. Era un niño agradable.
-Solo dime ¿si? -dijo el niño y le acarició el hombro a Cami antes de alejarse y cruzar la calle para ir a su casa.
Cami y yo lo observamos en silencio, ambos estábamos observándolo alejarse.
-Parece simpático y bueno -le dije a Cami animado- es bueno que tu vecino sea tu compañero de clases, tal vez algún día podrán ir juntos a la escuela.
-No somos amigos, papi -dijo Cami y me miró- no soy su amiga.
Fruncí el ceño y la observé sorprendido.
-Parece que no necesitas ser su amiga para que él sea simpático, Thomas parece amigable -insistí.
-Pero no quiero ser su amiga -repitió con poca paciencia y se adentró en la casa con la caja entre sus manos.
Miré la casa de Thomas por última vez y seguí a Camila. Me extrañaba su reacción, pero sabía que tal vez tenía vergüenza y timidez. Además... todo seguía siendo demasiado nuevo para ella.
La pequeña dejó la caja en el suelo y me observó, me sonrió y se encogió de hombros.
-Iré a ordenar las cosas que hay en mi cuarto -me dijo.
-Espera -dije y caminé hacia ella.
La rodeé con mis brazos y besé su cabeza.
-Listo, ya puedes ir, solo quería rodearte con mis brazos -susurré y ella rió.
Nos separamos y Cami me observó con dulzura, acaricié sus mejillas y ella sonrió.
-¿Te gusta la casa? -pregunté.
-Es extraño no vivir en un departamento, pero sí, me encanta -comentó y noté el brillo en sus ojos- siempre soñamos esto.
Sonreí emocionado y besé su frente.
-Tienes razón, siempre soñamos esto -susurré y nos separamos.
Cami me dedicó una última sonrisa y se alejó para subir a su cuarto. La observé alejarse y el silencio de la casa me invadió, llevé mis manos a los bolsillos de mis jeans y observé a mi alrededor.
Sentí un sentimiento difícil de explicar en mi pecho. El sentimiento de estar viviendo algo que siempre había soñado con las personas que más amaba en el mundo.
Observé la sala de estar bastante desordenada, llena de cajas que debían ser abiertas, pero aún así seguía siendo la casa más hermosa del mundo, nuestra casa...
Subí las escaleras lentamente con una sonrisa suave en mi rostro y aprecié cada detalle del trayecto que me llevaba al cuarto de Amelia y el mío, nuestro cuarto.
A medida que me acercaba podía escuchar con claridad la voz de Amelia en la habitación, esa voz tan dulce que me deleitaba los oídos y me enamoraba.
Y finalmente la vi, ordenando nuestra habitación con compañía de Christopher.
-Hey -dije y ambos voltearon a verme.
Amelia sonrió mientras guardaba nuestras prendas en el closet y mordió su labio.
-Llegas justo a tiempo -me dijo.
Fruncí el ceño y me acerqué un poco más a ella.
-¿Justo a tiempo para qué? -pregunté y sonreí.
-Para ayudarme a convencer a este pequeño de que esta nueva casa es estupenda -me respondió y señaló al pequeño de tres años sentado en nuestra cama.
Christopher estaba cruzado de brazos, con su rostro serio y su ceño fruncido, se veía molesto, parecía que el cambio había sido demasiado para él.
-Hey... ¿qué sucede? -le pregunté al pequeño y me senté a su lado.
Lo rodeé con mis brazos y sentí cómo se relajó al sentirme. Besé su cabeza llena de rulos y me llené de su dulce aroma.
-¿No te gusta esta casa? es asombrosa -susurré.
-Quiero mi casa alta -respondió, refiriéndose al edificio.
Miré a Amelia y ella se encogió de hombros mientras sostenía algunas prendas entre sus manos.
-Te aseguro que podrás disfrutar muchas más cosas aquí. Podemos poner muchos juegos en el jardín para que te diviertas -sugerí.
-Además ¿qué mejor que tener tu propio cuarto? podrás jugar con todos tus juguetes allí -dijo Amelia y se sentó del otro lado del pequeño.
Christopher la observó y negó con su cabeza enojado.
-No, propio cuarto no -respondió elevando su voz- dormir con papa y mama.
Y dicho eso, se levantó de la cama y salió enojado del cuarto.
-Chris... -intenté detenerlo.
Pero Amelia llevó su mano sobre la mía y me detuvo, la observé confundido y ella me dedicó una mirada tranquila.
-Necesita adaptarse -me dijo.
-Creo que le disgusta la idea de tener un cuarto -dije confundido.
-Es cuestión de tiempo, se dará cuenta de que será maravilloso y lo amará -sonrió Amelia.
-Pero no va a amar dormir solo -dije- pobre Chris...
-Está creciendo, debe acostumbrarse a dormir en su cama, tiene que saber que nada malo pasará -dijo y acarició mi mejilla.
La observé un poco preocupado y ella se acercó aún más a mí y rodeó mi cuello con sus brazos. Estábamos sentados en nuestra nueva cama, en nuestro nuevo cuarto... nada de eso parecía real.
-Ya se le pasará, Owen -me susurró- no te preocupes, sé que estás muy feliz por esta mudanza.
La observé y la miré confundido.
-¿Tú no? -pregunté.
Amelia rió y besó mi mejilla, su nariz me dio pequeños roces y la sentí aferrarse aún más a mí.
-Es uno de los mejores días de mi vida. Nunca pensé que iba a vivir algo así, nunca pensé que iba a tener la oportunidad de vivir esto, y menos contigo -me respondió.
Miré sus labios y ella tomó el indicio para besarme. Lo hizo con cuidado y lento, como ella sabía enloquecerme.
-¿Te gusta cómo está quedando nuestro cuarto? -me preguntó apenas separándose de mi boca y la noté sonreír.
Observé a nuestro alrededor y sonreí con emoción.
-No tenía dudas de que ibas a dejarlo perfecto. Me encanta -susurré y volví a observarla- Amelia, gracias, no puedo creer que estoy viviendo esta oportunidad contigo.
-Gracias a ti, tú hiciste todo esto Owen -me dijo con sus ojos brillantes de emoción y me abrazó.
Acaricié su espalda y disfruté de su abrazo, disfruté de la calidad de su cuerpo combinada con la alegría que brotaba del mío.
-Te amo -dije en su oído y nos separamos.
Amelia sonrió con luminosidad y besó mis labios una vez más.
-Te amo -respondió.
El ruido de algunas cajas vacías cayendo se escuchó provenir de la planta baja, Amelia y yo nos sorprendimos.
-Christopher está haciendo de las suyas -dijo ella.
-Yo iré -dije riendo- intentaré demostrarle que esta casa es maravillosa.
Besé la frente de Amelia y me levanté de la cama.
-¿Y Cami? -me preguntó.
Me detuve y sonreí.
-En su cuarto, ordenando. Está un poco sorprendida porque acabamos de descubrir que su compañero de clases vive en frente -le comenté con naturalidad y Amelia frunció el ceño.
-¿Compañero? -preguntó confundida.
-Sí, ese niño que acaba de venir de España -respondí y volví a escuchar más ruidos de cajas en la planta baja- ocúpate de ella, yo iré a ver qué trama Christopher.
Amelia rió y desaparecí de su vista, tenía algunas cajas que salvar y a un pequeño que controlar...

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