Cap. 29| "La niña de papá"

361 33 12
                                    

Narra Amelia

-Ven, vamos a sentarnos -dije intentando consolar a Camila.
-No puedo -continuó lloriqueando- algo no está bien con mi cuerpo.
-¿Qué sucede? -la observé confundida y no notaba nada malo en su cuerpo a simple vista.
Automáticamente, Camila llevó sus manos por debajo de su estómago, y así comprendí todo al instante, comprendí su llanto lleno de confusión y miedo: Camila estaba teniendo su período por primera vez.
-Fui al baño y descubrí que estoy sangrando -me dijo con miedo- y mi papá no está.
Asentí al escucharla y tomé sus manos por instinto, las refugié entre las mías y observé sus ojos miel llenos de lágrimas.
-Está bien, yo voy a ayudarte, vamos al baño -dije con suavidad para tranquilizarla.
La niña asintió y se dejó llevar por mí.
Nos dirigimos al baño y tomé una bolsa con toallas femeninas, al mostrársela, Camila me miró aún más asustada y retrocedió un paso.
-Oye, no tengas miedo. Cami, esto va a ayudarte -sonreí intentando animarla.
-¿Cómo? -preguntó refregando sus ojos.
-Estás teniendo tu primer período, tu primer ciclo menstrual. ¿Sabes lo que es? -pregunté.
-Mas o menos -respondió con vergüenza- mi papá y yo no hemos hablado demasiado de esas cosas.
-No importa, mira, ahora tienes que usar una de éstas en tu ropa interior. Te ayudará a que el sangrado no llegue a tu ropa y te manches -respondí- solo tienes que desplegarla y quitarle los adhesivos, busquemos ropa interior limpia para ti ¿te parece?
Asintió y por algunos minutos nos dirigimos a su departamento para buscar ropa interior limpia.
-Solo avísame si necesitas ayuda -dije minutos después cuando regresamos a mí departamento, apoyada en la puerta del baño luego de haberle explicado a Camila cómo aplicar una toalla femenina.
Podía escuchar sus movimientos dentro del baño y por unos segundos pensé en el miedo y la confusión que tendría. Todavía recordaba mi primer período y sabía perfectamente lo asustada que había estado, aún así cuando estaba informada de todo.
Camila salió tiempo después y me miró con mucha vergüenza, sus mejillas aún estaban empapadas en lágrimas y sollozaba en silencio.
-Cami, te juro que lo que acaba de ocurrir no es algo malo -dije sonriendo.
-¿Qué es? -preguntó mordiendo su labio nerviosa.
Llevé algunos de sus cabellos rubios detrás de sus orejas y acaricié su cabeza.
-¿Te parece si conversamos tranquilas en el living? -pregunté.
Camila asintió y me siguió. Christopher seguía profundamente dormido sobre el sillón así que la niña se sentó en el espacio que quedaba, noté sus manos temblando de miedo y confusión.
-¿Dónde está Owen? -pregunté sentándome junto a ella.
-En el hospital, en una urgencia -me respondió confundida- le dije que yo podía quedarme sola y no iba a tener miedo, pero luego apareció esto y no supe qué hacer.
-Hiciste lo correcto en venir aquí, no es algo con lo que tienes que lidiar sola -respondí y observé que me miraba con vergüenza y miedo.
Desvió su mirada y jugó con sus manos nerviosa. No sabía con exactitud cómo manejar la situación, y además, la niña que estaba frente a mis ojos y llena de desconcierto no era cualquier niña: era la hija de Sadie, la hija que había tenido con Owen, por la que todo había terminado entre el pelirrojo y yo doce años atrás.
-¿Has conversado con tu papá sobre esto antes? -pregunté otra vez rompiendo el silencio.
-No, no me gusta hablar de estas cosas con él -respondió encogiéndose de hombros- solo sé que... que esto tiene algo que ver con tener hijos.
Sonreí y asentí, pero Camila aún no me miraba a los ojos.
-¿Me permites que te explique lo que acaba de suceder? -sugerí.
-Me da vergüenza -respondió al instante.
Pensé en algo que pudiera relajarla un poco y me mantuve en silencio por algunos segundos. Camila volteó a ver a Christopher durmiendo a su lado y lo observó.
-¿Has cenado? -le pregunté.
-No he tenido demasiada hambre, y me duele un poco la panza -respondió.
Sabía que tal vez el dolor de panza que estaba sintiendo era producto de los dolores menstruales, que eran lo más natural, pero para Camila eran super desconocidos.
-Aún así debes comer algo, te traeré un poco pizza -llevé mi mano a su hombro y lo apreté con cuidado.
Me levanté del sofá y me dirigí a la cocina. Y mientras trataba de recalentar la pizza que el mismo Link había traído para nuestra segunda cita, pensé en alguna manera de contactarme con Owen para avisarle que su hija estaba conmigo y que no debía preocuparse.
Arizona era la única que podía transmitirle a él ese mensaje.
-¿Amy, qué sucede? -la escuché susurrar del otro lado del teléfono.
-¿Podrías decirle a Owen que su hija está conmigo? -pregunté en un susurro para que Camila no me escuchara desde el living.
-¿Camila está contigo? -elevó su voz.
-Luego te explicaré, por el momento solo comunícate con él y dile que ella está conmigo y no tiene que preocuparse.
-¿Y por qué estás haciendo toda esta movida? -preguntó lanzando una risa pícara.
-Porque estamos hablando de una niña, Arizona -dije fastidiada- ¿podrías hacerme ese favor o no?
-¿Y tu cita con Link? -preguntó confundida.
-Hablaremos mañana -respondí con amabilidad.
Finalicé la llamada y coloqué las porciones de pizza en un plato al mismo tiempo que serví un vaso con agua. Ni siquiera sabía cómo seguir manejando la situación, pero comenzar con comida no era una mala idea para romper el hielo.
-Mira -dije dejando la comida en la mesa de café delante del sofá- está rica, va a gustarte.
Camila me observó avergonzada y aún lloriqueando.
-Debería volver a mi casa, tú no tienes que ayudarme -dijo con sinceridad.
-No permitiré que vuelvas -dije y me sorprendí de mí misma.
-No me tienes que ayudar porque yo ya he sido un poco cruel con... -miró a Christopher- con él.
Sonreí y mordí mi labio, había algo en esas últimas palabras que me enternecieron el corazón.
-Eso ya no importa, Cami. Déjame que te haga compañía, por lo menos hasta que tu papá vuelva -respondí sentándome a su lado.
-Pero no sé cuándo volverá, y ya es tarde -añadió.
-Es tarde para que estés sola -respondí- a mí no me molesta esperarlo. Y es tarde para que no hayas cenado nada aún -señalé la pizza y sonreí- pruébala, aunque sea un poco.
Camila dudó por algunos segundos pero finalmente tomó una porción de pizza entre sus manos y con timidez. La observó y la llevó a su boca, luego se tomó unos segundos más para saborearla.
-¿Y bien? -pregunté- ¿sabe bien?
La niña me observó y por primera vez desde que había llegado sonrió. Sonrió con timidez y con sus ojos miel brillando por las lágrimas que había derramado. Su mirada transmitía demasiado, y con cada segundo que pasaba y me observaba admiraba lo dulce y angelical que lucía.
Era igual a Sadie, y por momentos eso me estremecía, pero al mismo tiempo era muy distinta. Camila parecía estar llena de inocencia y paz.
-Sabe bien -dijo y tomó un poco de agua- muchas gracias doctora.
-Puedes decirme Amelia -reí al escucharla y ella sonrió con vergüenza.
Asintió y volvió a llevar la porción de pizza a su boca, nos mantuvimos en silencio y observé cada gesto que emitía. Tenía gestos parecidos a Owen, e incluso la misma esencia: la tranquilidad y transparencia que caracterizaban su semblante.
-¿Qué sucederá conmigo ahora? -la niña rompió el silencio al mismo tiempo que llevaba su cabello rubio detrás de sus orejas.
Me miraba con intriga y en busca de respuestas, y en ese preciso momento me comenzaba a preguntar qué rol cumplía su madre en la historia. Qué rol cumplía Sadie como para no ser capaz de estar consolando a su hija en un momento como ese.
Vacilé mi respuesta intentando buscar las palabras adecuadas, no quería explicarle cosas que tal vez su papá no autorizaba. Conocía a Owen demasiado pero no conocía su forma de criar a su hija.
-A partir de ahora, posiblemente todos los meses tengas tu ciclo menstrual. Digo posiblemente porque el primer tiempo tal vez sea totalmente irregular y a veces no tan frecuente -le respondí en un tono calmo.
-¿Y cuánto dura? -me preguntó mordiendo su labio.
-Puede durar tres días, cinco, tal vez siete. Eso depende de cada organismo -le expliqué- durante ese tiempo, tienes que usar las toallas femeninas para poder sentirte más cómoda y evitar ensuciar tus prendas.
-Luce imposible -dijo aterrada y sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas- ¿es para toda la vida?
Llevé mi mano a su espalda y pude notar que se estremeció ante mi tacto, pero no se alejó.
-Luce imposible pero solo es cuestión de aceptarse, que esto suceda significa que tu cuerpo está desarrollándose bien y con salud -sonreí.
Camila no respondió y se sumergió en sus propios pensamientos, preocupada.
-A veces vas a sentirte molesta, posiblemente los dolores de panza que sentiste hoy temprano eran producto de esto. Existen medicamentos que pueden aliviarte -añadí.
-¿A ti te sucede? -me preguntó.
Reí porque la situación me parecía totalmente extraña. Pero asentí sin vergüenza y con naturalidad.
-Todos los meses -repetí- y estaba tan asustada como tú cuando fue mi primer ciclo. Con el tiempo me acostumbré, te prometo que te acostumbrarás.
Asintió y miró sus manos.
-Entonces ya dejé de ser una niña -añadió- eso escuché, que cuando sucede ya no eres más una niña.
-Eso es totalmente mentira, por supuesto que sigues siendo una niña -sonreí- eres muy joven aún, lo que acaba de suceder solo es un paso más para prepararte para la adultez y la responsabilidad de tal vez, el día de mañana, ser mamá.
Camila sonrió con vergüenza y asintió. Acaricié su espalda y noté que ya estaba un poco más tranquila.
A nuestro lado, el pequeño Christopher comenzó a moverse y a lloriquear un poco. Rápidamente lo tomé en brazos y lo aferré a mí.
-Lo despertamos -susurró Camila apenada.
Sonreí y negué con mi cabeza mientras lo cubría con una manta.
-No, solo quiere tomar su biberón -susurré besando la frente de mi hijo.
Me alejé del living por algunos segundos y con rapidez preparé un biberón con leche tibia para el pequeño Chris.
Mientras estaba en la cocina y con el bebé despertando en mis brazos, leí un texto que Arizona me había enviado apenas habíamos terminado nuestra llamada:
"¡Owen irá en cuanto pueda! ¿necesitas ayuda?"
"Todo bajo control :)", respondí y bloqueé mi celular.
Volví al living y me senté junto a Camila con Christopher entre mis brazos. Le extendí al pequeño su biberón y lo tomó con sus pequeñas manos mientras abría un poco sus ojos. Noté que la niña rió al observarlo.
-¿Cuántos años tiene? -preguntó.
-Casi tres años -respondí observándola, notando su dulce mirada color miel posada en mi hijo.
Christopher la observaba entre mis brazos mientras succionaba su biberón, la observaba con calma y en silencio, como si estuviera contemplándola.
-Debe pensar que soy una completa extraña -rió la niña.
-En realidad, creo que le gusta verte aquí, luce muy relajado observándote -sonreí y la miré.
Guió su mano hacía la mejilla de Christopher y le dio una pequeña caricia. Sonrió al sentir sus mejillas suaves, y Christopher dejó de beber su leche para sonreír también y contemplar a la niña frente a sus ojos con más atención.
Ambos se observaban con concentración, parecían disfrutarlo. Seguramente Christopher podía notar la inocencia de Camila, y Camila podía notar la inocencia de Christopher.
-Ahora mismo me gustaría ser un bebé como él -confesó la niña mordiendo su labio inferior.
-Ser bebé debe ser divertido. Pero te aseguro que tener tu edad también es mágico -le respondí.
Camila me observó con atención, buscando más respuestas a todas las dudas que seguramente tenía.
-Lo que acaba de pasar solo es un mal momento, tal vez vergonzoso. Pero te aseguro que es solo eso Cami, un momento que naturalizarás con el tiempo -añadí.
Sonrió y asintió.
-Ca...mi -repitió Christopher entre mis brazos, esbozando una sonrisa llena de picardía.
La niña rió al escucharlo.
-Hey -le respondió y volvió a acariciar su mejilla.
Christopher sonrió encantado por llamar su atención y luego me observó con diversión mientras señalaba a Camila:
-¿Qué sucede, Chris? -reí- ¿te agrada Camila?
-Cami... la -repitió Christopher mientras sacaba su lengua y saboreaba los restos de leche que quedaban en sus comisuras.

➶ I met you at the university ➴ | OmeliaWhere stories live. Discover now