Cap. 5| "El día más triste, todos los años"

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Narra Amelia

Desperté triste y eso era algo normal en mí. Todos los años me sucedía lo mismo, ese era el único día del año donde me permitía sentir un poco de tristeza y sentirme más vulnerable.
Ese día, era otro nuevo aniversario de la muerte de mi papá, otro año en donde no paraba de revivir el momento una y otra vez en mi cabeza.
-¿Amelia? -preguntó Arizona cuando estaba lista para salir a clases y me vio aún sentada en la cama, pensativa y en pijama- ¿sucede algo?
-No -negué con mi cabeza y fingí una sonrisa.
-¿Quieres que te espere? -respondió.
-No, amiga -sonreí- ve, iré en unos minutos.
-Bueno -sonrió y besó mi frente- ¿pero segura que no quieres hablar? sé perfectamente qué día es hoy.
Mi corazón comenzó a latir con fuerzas y mis ojos se llenaron de lágrimas. Arizona me miraba con sus ojos azules y acariciaba mi cabello transmitiéndome confianza. Ella era la única persona a la que le había contado mi tristeza más grande, y era tan asombrosa que era capaz de recordarlo todos los años sin que yo misma se lo expresara.
-Ve -sonreí intentando contener mis lágrimas- yo estaré bien, nos vemos en clases.
La rubia sonrió apenada y salió del cuarto, sabía que a veces, yo necesitaba estar sola para poder respirar profundamente un rato y ser capaz de salir adelante.
Tomé una ducha rápida y me puse la ropa más cómoda que encontré, ese día no iba a ser uno de esos donde me importara vestirme bien o lucir bonita. Luego de eso, cargué mi mochila con las cosas necesarias y me dirigí a mi primera jornada de clases.
Era una mañana un poco fría, el otoño ya comenzaba a notarse y mis pies caminaban sobre algunas hojas que comenzaban a caerse. Envolví mi cuerpo con mis propios brazos mientras me maldecía a mí misma por salir al exterior con el pelo húmedo y sin abrigo alguno.
La clase estaba bastante vacía, y al entrar, no tardé en divisar a Arizona junto a Sadie y aún más al fondo, divisé a Owen. Examiné ambos panoramas y supe que, en un día tan triste como ese, no podía estar junto a Sadie y escuchar la sarta de idioteces que decía diariamente. No la culpaba, yo decía tantas idioteces como ella, pero justo ese día no quería escuchar ni la más mínima.
Comencé a caminar hacía ellas, pero las pasé de largo y seguí caminando hacía el pelirrojo. Owen se veía pensativo, o más bien... terriblemente dormido.
-¿Puedo sentarme aquí? -pregunté sacándolo de la concentración que le prestaba a sus manos mientras esperaba que la clase comenzara.
Levantó su mirada y me miró con sorpresa. Luego, miró a lo lejos a Arizona y Sadie y frunció el ceño.
-Si está ocupado no hay problema... -dije intentando sacarle alguna palabra.
-No -dijo al instante- sí, puedes sentarte.
Le sonreí y me senté a su lado, saqué mis libros y algunos útiles mientras sentía su mirada posada en mí.
-¿Qué miras tanto? -pregunté extrañada.
Owen negó con su cabeza rápidamente y llevó su vista al frente.
-Luces extraña -respondió enfocándose en la pizarra de algunos metros más adelante.
Revoleé mis ojos y no respondí.
-¿O me equivoco? -insistió aún con su mirada puesta en su horizonte.
-Te equivocas -dije suspirando- ni siquiera sabes bien cómo luzco estando extraña.
-No necesito saberlo, lo supongo -respondió y me observó penetrándome con sus ojos celestes.
-Tal vez estoy por enfermarme, siempre me sucede en esta época -dije evitando mirar sus ojos- ahora... si no te molesta, no tengo demasiadas ganas de hablar.
Owen lanzó una pequeña risa y asintió sacando su mirada de mí y enfocándose en la clase que estaba comenzando.

Narra Owen

Había cumplido su pedido, no hablarle y dejarla en paz. Parecía estar teniendo un día complicado, su aspecto me lo dejaba interpretar, pero no la juzgaba, todos necesitamos un poco de paz y tranquilidad cuando el día va más difícil de lo que pensamos.
Aunque, había algo que no me dejaba concentrar. Y por mucho que intentaba, no lograba prestar atención a la clase.
Comencé a pensar que tal vez, el hecho de compartir la clase con alguien era lo que me ponía un poco distraído. Pero la realidad era que siempre compartía banco con gente desconocida y lograba concentrarme sin problemas.
Segundos luego, mientras tomaba la mayor cantidad posible de apuntes según los momentos en los que lograba concentrarme, una fragancia invadió mis fosas nasales y mi cuerpo se estremeció completamente. Una fragancia dulce y fuerte que lograba penetrar los sentidos de cualquiera, una fragancia hermosa. Una fragancia dulce, fuerte y hermosa que me permitió notar que el verdadero motivo de mi distracción ese día no era nada más ni nada menos que mi compañera de grupo, Amelia Shepherd.
Mi estómago se estrujó de tan solo pensarlo. De tan solo pensar que era ella el verdadero motivo de mi distracción. Mis manos comenzaron a sudar y las limpié en mi pantalón con disimulo, luego, sentí mi abdomen sudar por debajo de la tela de mi suéter.
-¿Te sientes bien? -preguntó Amelia observando que estaba bastante inquieto.
Aclaré mi voz carraspeando mi garganta y asentí.
-Seguramente me estás contagiando tu gripe o lo que sea que estés incubando -dije sonriendo e intentando disimular la extrañes que sentía en mi cuerpo.
Sonrió ante mi broma y volvió a enfocarse en la clase mientras llevaba su cabello detrás de sus oídos, produciendo que al remover éste más fragancia dulce llegue a mis fosas nasales. Pero no volví a ponerme nervioso, solamente me concentré en inhalar lo que más pudiera.
La clase pasó rápido, aunque recién en la última media hora fui capaz de poner toda mi capacidad de concentración y tomar apuntes útiles. Amelia comenzó a cerrar sus libros con rapidez y los metió en su mochila, la observé mientras guardaba los míos.
Notó que la observé con un toque de desconcierto y solo se encogió de hombros y sonrió.
-Gracias por dejarme sentar aquí -dijo- ¿nos vemos a la noche para seguir nuestro proyecto?
-Nos vemos -dije asintiendo con mi cabeza, y esa fue su señal para salir del aula con rapidez y sigilo.
Me quedé observando cómo se alejaba. Mi cabeza intentaba descifrar qué me acababa de pasar con su colonia y por qué me había descolocado tanto.
-¡Owen! -una voz me sacó de mis pensamientos.
Aclaré mis ojos y vi a Arizona acercándose junto a esa rubia que creía que se llamaba Sadie.
-Arizona -sonreí con timidez.
Esa tal Sadie, me miró de arriba a abajo, casi como comiéndome con su mirada y luego, mordió sus labios.
-¿Amelia ya se ha ido? -preguntó Arizona.
-Ehhhh -dije mirando a Sadie con vergüenza y sintiéndome intimidado- se fue hace menos de un minuto -volví a mirar a Arizona.
-Ah, okay -Arizona frunció el ceño- pensé que me esperaría.
-Espero la encuentres -le sonreí a la rubia sonrisa dulce mientras miraba a la otra rubia que me estaba casi acosando con su mirada- debo irme, tengo otra clase justo ahora, adiós.
Comencé a caminar y mientras me alejaba, escuché lo que estaban hablando.
-Ese pelirrojo está muy bueno, y tengo que encontrar la manera de que me lleve a la cama -sonó la voz de Sadie y llegó hasta mis oídos.
-¡Eres desagradable! -le dijo Arizona alarmada.

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