Cap. 59| "Nada podía salir mal"

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Narra Camila

-¡Soy Batman! -dijo Chris fingiendo un tono de voz ronco mientras sacudía su capa y sus rulos estaban más alborotados que nunca por la máscara del superhéroe que los aplastaba.
Estábamos en el frente de la casa, jugando con la luz del sol que pegaba perfectamente por la mañana. Era domingo, nuestro segundo día en la nueva casa y todo parecía más normal que nunca, la normalidad había llegado pronto, todo se veía bien.
No era el mejor plan estar allí, fuera, expuesta a la mirada de todos, o mejor dicho a la mirada de los vecinos de en frente. Pero tenía que acostumbrarme a que esa era mi vida, y que los vecinos también eran parte de ella.
-¡Atrápame! -gritó Chris y me empujó con cuidado- ¡villana!
Reí, no tenía demasiadas ganas de correr, pero no podía negarme a sus deseos. Comencé a correr a Christopher y su risa comenzó a invadir toda la calle. Pobres vecinos...
Pero no nos importó nada. Seguimos corriendo, ambos reíamos y estábamos sumergidos en nuestras aventuras heroicas.
Confieso que, una vez que me adentraba en el mundo de superhéroes de Chris, no quería salir de allí. Me sentía fuerte, su risa me volvía fuerte y todo parecía un sueño.
Christopher se detuvo por cansancio, lo tomé con dificultad entre mis brazos y lo abracé con fuerza. El pequeño rió y rodeó mi cuello para aferrarse a mí, sonreí y ambos nos quedamos suspendidos en un abrazo.
Estábamos agitados de correr, pero creo que también estábamos tratando de percatarnos si eso era real. Si la diversión, la paz y ese sol golpeándonos con calidez eran reales.
-Te quiero, Batman -susurré y él rió.
Pero luego dejó de reír y lo noté quedarse inmóvil entre mis brazos. Lo miré extrañada y vi que miraba detrás de mí.
Estaba sucediendo. Lo que tanto deseaba que no sucediera esa mañana, estaba sucediendo. Lo supe cuando volteé a ver.
Thomas estaba detrás de mí con una sonrisa en su rostro. Llevaba una caja pequeña entre sus manos y se veía más tímido que nunca.
Bajé a Chris de mis brazos y nos tomamos de la mano para observar al vecino con atención. Chris se avergonzaba ante la gente nueva y desconocida.
-Hey -dije confundida, creo que era el primer saludo amable que le dedicaba  desde que lo había conocido.
-Hola -sonrió y miró a Chris- lamento interrumpirlos.
Le dediqué una sonrisa avergonzada y me pregunté si me había visto jugar a Batman y la villana con Chris. Por un momento sentí mis mejillas tornarse rosadas.
Thomas le sonrió a Chris y el pequeño solo sacudió su mano lentamente para saludarlo.
-Él es... Chris -dije señalandolo- es mi...
Miré a Christopher y él también me miró. Apenas tenía tres años, pero sé que cuando nos miramos intentamos hablar a través de nuestros ojos. Ambos intentamos confirmar lo que yo estaba a punto de decir, me lo confirmó con una sonrisa y apreté un poco más fuerte su pequeña mano aferrada a la mía.
-Chris es mi hermano -le dije a Thomas y lo observé- estábamos jugando.
¿Por qué dije eso último? era demasiado obvio.
Pero Thomas sonrió y miró a Chris con simpatía y dulzura. No, dulzura no.
-¿A qué jugaban? -preguntó Thomas.
Estaba a punto de responder pero esa fue la oportunidad de Christopher para dedicarle sus primeras palabras al vecino:
-Batman -dijo Chris y sonrió con timidez.
Christopher se quitó su máscara de Batman y levantó un poco su brazo para mostrársela a Thomas.
-Wow, Batman tiene rulos -rió Thomas y su comentario me hizo sonreír.
-Ajá -dijo Chris orgulloso y un poco presumido, sonrió y volvió a ponerse su máscara.
Thomas volvió a observarme y sonrió. Su mirada me avergonzó y solo pude observar la caja entre sus manos, no quería verlo a los ojos, no quería hacer contacto visual.
-Oh, sí, cierto -dijo al notar que miré la pequeña caja entre sus manos- es para ti.
Me la extendió y fruncí el ceño confundida. Lo miré con duda y noté, por unos segundos, que él también estaba avergonzado. ¿Thomas avergonzado? parecía que no le importaban esas cosas.
-Son para ti, pero si hubiese sabido que tenías un hermanito habría traído más -se encogió de hombros y mordió su labio.
Tomé la caja y solté la mano de Christopher para poder abrirla.
Me sorprendí al ver lo que había dentro y miré a Thomas confundida.
-¿Por qué? -pregunté.
-Es un regalo por ser mi nueva vecina -sonrió.
-Yo no tengo nada para ti -dije avergonzada- perdón.
Thomas rió y rascó su cabeza.
-Cami, no necesito un regalo, la nueva vecina eres tú -sonrió.
Volví a mirar el contenido de la caja y dejé escapar una sonrisa de mis labios.
Había algunos dulces, una gran variedad. La caja explotaba en colores y aroma a caramelo.
Christopher intentó espiar y tuve que bajar un poco la caja ante sus ojos. El pequeño abrió su boca sorprendido al observarla.
-Dul...ces -dijo en un suspiro de voz y miró a Thomas.
-Espero que les gusten los dulces. Espero que sus papás les dejen comer estas cosas -añadió Thomas.
-Si no me dejaran, de todas maneras los comería a escondidas -dije observando la variedad de dulces y Thomas lanzó una carcajada.
Levanté mi mirada para observarlo y me sentí extraña, me sentí pésima por ser bastante mala con él, por haberlo ignorarlo tanto. Papá y mamá tenían razón, tenía que dejar que las cosas sucedieran de a poco para poder sorprenderme.
-Gracias, no tenías que molestarte -sonreí.
-¡Gracias! -dijo Chris con alegría y sonrió.
-Recuerda que hay que comerlos lentamente, Chris -dijo Thomas.
-Nos controlaremos -añadí y reí.
Thomas y yo nos observamos. Él me sonrió y volvió a rascar su cabeza, se había formado un silencio raro pero a la vez, no tan incómodo.
-Debería irme. Que los disfruten. ¿Nos vemos mañana en la escuela? -preguntó.
-Esperar -dijo Christopher y levantó su mano para detenerlo- ¿querer jugar?
Thomas lo miró y sonrió sorprendido.
-No sé jugar a Batman, Chris -dijo con timidez- tal vez otro día.
Sabía que se estaba negando porque no quería molestarme.
Una parte de mí quería que se fuera ya. Pero la otra quería ver a mi hermanito contento, aún si eso significaba jugar con el vecino...
Y otra parte de mí que no sabía que existía, quería darle una oportunidad a Thomas.
-Solo tienes que fingir ser el villano y perseguir a Batman -le expliqué y mis palabras le dieron a entender que aceptaba que se uniera a nuestro juego- hay que robarle los dulces a Batman.
Thomas rió y no se resistió más. Se acercó a nosotros y miró a Christopher con picardía.
-Entonces robémosle todos los dulces a Batman -susurró y esa fue la señal para que el pequeño de tres años comenzara a correr por todo el frente con una alegría inimaginable mientras sacudía su capa y sus rulitos.

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