Capitulo 1:

1.4K 94 76
                                    

Punto de ebullición.

I.

Ares, dios de la guerra.

Hace ya dos mil años las reuniones de mi padre habían dejado de tener importancia pero aún así tenía que seguir asistiendo junto al resto a estás. En estos últimos dos mil años la rutina se volvió cansina al punto que si tuviera el mínimo interés en el suicidó estoy seguro que sin pestañear lo habría hecho acto, pero... Siempre he de ponerme "peros", era adicto a aquella palabra tanto en su singular como plural pues era el antecedente a mis justificantes.

En este caso el pero era que tenía a quienes fastidiar e incomodar con mi presencia en vida.

El sonido de la puerta chocando con la pared de mármol por la fuerza aplicada para abrirla se hizo notar, seis ojos me miraron con desprecio, decepción e indiferencia. Había llegado temprano y ahí frente a mi se ubicaban el rey, el mensajero y la lechuza.

-Eras tu, Ares. Pensé que eras Apolo pues tus dotes nunca fueron la puntualidad. —Exclamo mi progenitor, el rey de los dioses. Zeus.— Toma tu asiento en tu trono y si es posible evita el arte de hablar, no estoy de humor como para oír alguna de tus ocurrencias.

-Como si igualmente prestarás atención de mis palabras querido padre, y no te preocupes pues no planeo decir palabras más de las necesarias.

Tras haber dicho eso y viendo en su rostro la cólera que se dibujaba sonreí triunfante. Era conocido que entre el y yo no había una relación sana, que entre tantos hijos suyos yo era el menos preferido al punto de que el solo hecho de ser su hijo fue lo que posiblemente evito mi prematura muerte en el inicio de mi vida.

Caminado me acerque a mi trono, aquel que estaba a dos del lado derecho de Zeus, algo inverosímil para mí pues como primogénito varón legítimo debería de ocupar uno a su lado. Pero lastimosamente a su izquierda se ubicaba el de su esposa, mi madre; Hera. Pues como bien dicen por ahí: "A nuestra acompañante en esta aventura llamada vida hay que llevarla lo más cerca al corazón". Y bueno, al otro lado. A su mano derecha se encontraba aquella mujer, hija nacida de su frente, la más egocéntrica y altanera de todas... Atenea.

Solo me límite a sentarme en aquel trono hecho por las pieles de los hombres caídos en combate por mi lanza, a aquellos que les di el honor de ser quienes resalten mi posición entre "los doce". Y así fue, pues cuando había llegado a la edad suficiente para exigir un puesto en la gran sala de los doce y uno de los tronos se me fue entregado lo vesti de tal manera que las ninfas y demás seres que se encontraban viviendo en el Olimpo expandieran los rumores.

Vaya que el éxito de tal acto se logró.

-¿Sabes?, Pensé que estarías con Afrodita. Pero por lo que veo hoy es de esos días que decide irse con Dionisio.

Había exclamado el mensajero, uno de los tantos amantes de la diosa de la belleza.

-A mi también me da gusto verte Hermes. —Me exprese con sarcasmo, sus intenciones de fastidiarme eran claras. Sabía lo posesivo que era con Afrodita.— Probablemente sea lo que piensas, y si es así tendré que hablar con el así como "hablé" contigo. ¿No crees?

-¿Ya empezamos con las amenazas hermano?

-No es una amenaza, es un aviso de lo que sucederá si me entero que el o tú están viéndose con ella. Más bien deberías agradecerme de no haber acabado como Adonis.

Una brisa movió mis cabellos hacia atrás, en cuestión de segundos mi hermano bastardo se encontró frente a mi. Zeus y Atenea solo presenciaron la escena. El ceño del mensajero estaba fruncido.

-Dejame decirte algo hermano, por más amenazas o "avisos" que lances te diré algo que todos saben incluyendo al mismo Hefesto menos tu. Afrodita me sigue viendo a mi, y creeme que es divertido cuando me cuenta todos tus defectos. —Una sonrisa estaba impregnada en su rostro, estaba buscando conflicto— No sabía que alguien tan galán como tú pudiese ser un inseguro de mierda.

-Callate si es que aprecias vivir o si no—

-¿Si no que? ¿Crees que puedes matarme? ¿Irás a golpear aquel árbol en los jardines? —Sentia como apretaba mi trono con mis manos, sino fuese por su material lo hubiera roto— ¿A pedirle a las ninfas que se pinten el cabello como Afrodita?

-¡Te he dicho que te calles!

Mis impulsos me habían ganado, me encontraba de pie frente a el mirándolo desde lo alto pues mi altura me beneficia. El mirándome desde lo bajo apretaba sus manos, sin duda íbamos a irnos a los golpes pero entonces fue que una mano se posó sobre mi pecho y el de el a la par que una voz que cargaba con la tranquilidad que a la sala se le había arrebatado habló.

-Creo que es mi deber como la más sabía pedirles que frenen y apacigüen sus instintos de violencia. Pues creo que saben muy bien que eso no lleva a nada. ¿No es así Ares?

Una sonrisa de burla fue lo que ví en su rostro, aquellos ojos de lechuza me miraban no con desafío, sino que con subestimación. Las tantas victorias que había cosechado sobre mi le daban aquel privilegio del que yo no podía gozar. Una segunda mirada se clavo en mi, pero está se rió llenando el lugar de carcajadas. Zeus se estaba riendo del comentario hecho por Atenea.

-Jajajaja... —Como si el estómago le doliera coloca sus manos en aquel, mientras lágrimas le brotaban de los ojos— Ay de mi hija mía, como me has hecho reír y evitar mi intromisión en esta pelea de varones. Sin duda tienes un arte para saber darle una paliza a Ares tanto en la guerra como en las palabras.

La sangre empezó a arder dentro de mi, ahora era yo quien apretaba las manos queriendo retener el deseo de golpear a todos ahí. Mi mirada que hace unos segundos se encontraba fija en mi hermana cayó al suelo para ver mis pies, todos en esa sala sin duda quería hacerme mal. Siempre lo había querido así, desde que nací, desde que las Moiras me destinaron está vida.

No planeaba darles el lujo de seguir con su show de comedia donde el protagonista o mejor dicho víctima sería yo.

Con ligera fuerza aparte la mano de mi hermana de mi pecho, ella solo hizo un gesto como si de un leproso se tratará la hubiera tocado. Inmediatamente empuje el hombro de Hermes al caminar. Zeus me llamaba por mi nombre, lo escuchaba pero no lo oía. Cada vez su tono se volvía más imponente mientras más me acercaba a la puerta que al entrar abrí con fuerza.

-¡Ares! ¡No voy a tolerar está ofensa! —Su tono era de furia, unos truenos se oyeron de fondo— ¡Vuelve a tu trono ahora mismo!

Yo fingía sordera, no deseaba hacerle caso. No tras aquellos comentarios que me obligaban a poner un rostro vacío mientras por dentro el sentimiento de frustración me invadía. Justo cuando estaba a punto de volver a abrir la puerta alguien lo hizo por el otro lado.

Era mi madre, Hera.

-¿A qué se debe tanto escándalo? —Pregunto en un tono de voz que exigía respuesta— ¿Que motivo te obliga a gritar de tal manera a mi hijo esposo mio?

-Un chiste de su lechuza, madre. Si me disculpas me retiro de aquí.

Antes de que pudiera evitar mi huida del lugar volví a tomar rumbo, alejándome pude oír como su tono de voz interrogante a mi padre... No, a Zeus. Lentamente me perdi en los pasillos mientras miraba como el sol llevado por Helios ya se encontraba por el poniente a punto de perderse ante la vista. Así como yo quería perderme de todos aquellos que tenía que llamar "familia".

En especial de Zeus y Atenea...

This is War (Esto es la guerra) | Ares and Atenea fanfic Where stories live. Discover now