VIII.

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Artemisa; diosa de la caza.

Isla de Delos.

Estaba sentada mirando la ventana, apreciando como el mar a lo lejos devoraba el cielo, o mejor dicho; como se encontraba con este como si fuesen dos amantes que a la lejanía de la tierra y sus montañas podían mostrar su amor.

De fondo, la voz de papá hablaba. Contándome algo mientras ignoraba por completo mi deseo de no querer verlo, de no querer hablarle.

Si, estaba en la isla. No sufrí algún daño, no fui llevada a algún calabozo, no me faltaba comida o vino como los del Olimpo. Pero eso no quitaba un hecho: Me estaba privando de mi libertad.

Y no solo eso, sino el hecho de que mientras yo la "pasaba bien" él pobre de Eros y Anteros no. Él mismo me había dicho como los tenían encerrados en Creta pagando por sus delitos de forzar a mi hermana de enamorarse de aquel demonio que solo él, Apolo y quiénes en el Olimpo les temían podían creer que era verdad.

¿De verdad era tan obstinado? Porque terco no era, no, solo que se negaba a creer. Su hija, su preciada hija llamada Atenea que salió de su frente; aquella estaba enamorada de la oveja negra, del desgraciado por su progenitor, de Ares.

-Hija, hija. ¿Me estás prestando atención Artemisa?

Apenas oi su pregunta, seguía centrada en el paisaje de la ventana, alejando mi rostro de aquella me di media vuelta y lo mire sin apreció.

-¿Acaso tengo cara de quererte prestar mi atención papá?

En su rostro note la amargura de su respuesta, como sus cejas decían en dirección a su tabique y la frente arrugaba piel.

-No voy a tolerar que me faltes el respeto hija. —Su voz sonaba autoritaria, como si le hablara a los sátiros de su guardia— Yo debería ser el que esté enfadado, tu, mi otra hija más apreciada; ayudando a ese monstruo a cortejar a mi preciada Atenea. Seguro te tenía de su lado aprovechando el poder de sus hijos.

Mis ojos se voltearon, dejando solo el blanco a la vista al ritmo que mi nariz se arrugaba ligeramente. Todo eso para demostrarle el estrés que me provocaba oírlo hablar así.

En cuanto mis ojos y mi rostro volvieron a la normalidad le respondí desafiante.

-Odio como te niegas a creer la verdad siendo que sabes que es eso papá; una verdad. —Extendí mi brazo hacia donde estaba él, dejando mi muñeca expuesta— Ya te dije miles de veces, tomen una muestra de sangre o llamen a la diosa Hécate y a Freud de entre los muertos del Inframundo. Mira por ti mismo que estoy libre de cualquier flecha, hechizó, manipulación o síndrome psicológico.

El no dijo nada por un tiempo. Sabía que el resultado, que iba a quedar como un imbécil frente a todos, de que todo lo que decía no era verdad. Pero aún así se aferraba a querer convencerme de que yo fui manipulada por Ares y sus malvados hijos.

Que al final cambio el tema. Lo cambió a uno que de cierta manera ya esperaba.

-Ares va a atacar el Olimpo, ¡Está demostrando sus verdaderos colores! Quiere el trono y vengarse de tu hermana. ¡La maltrato! ¿¡Es que eso no te importa!?

-¡Oh! ¡Justo cuando tú nos descubres todo el se muestra tal y como es! —Estaba fingiendo sorpresa mezclada con drama a la hora de hablar— Por favor papá. —Dije seguido tras cortar mi el tono de voz que usé— Es obvio que tú has ido y de una u otra manera lo están obligando a hacer esto. Para que Ares haya actuado como un demonio es porque los únicos demonios de toda esta historia le dieron un guión que seguir.

Silencio, hubo silencio. El no me respondió para nada, solo cruzó sus brazos al ritmo que su frente se arrugaba más y sus cejas en un perfecto ángulo de cuarenta y cinco grados se hundían en su entrecejo.

Entonces papá le dió razón a mis palabras. Se levantó, camino hasta donde estaba yo, me hizo a un lado y alzando su mano tiro un rayo por la ventana que se perdió ante la vista.

-Es la segunda vez que me faltas el respeto Artemisa. —Dijo con cólera, sus palabras sonaban con bilis— No planeo tolerar una tercera. —Se daba media vuelta y regresaba a sentarse— ¿Es que no ves que lo que te digo es verdad?

-No papá, no lo veo. Y nunca lo veré. Porqué tu crees que repitiendo una mentira mil veces se hará una verdad.

Tras decir aquello fui yo quien se paró, camine hasta mi mesa de noche, cogí un pedazo de servilleta y tras eso volví a mirarlo.

Él, estando consternado, decidió preguntar por mi acción.

-¿Que haces con eso?

-Esto.

Dije tajante, y de manera inmediata mordí un pedazo de mi piel de la mano. Una pequeña herida se hizo pues arranque un trozo que luego escupí. Lleve la servilleta dónde la herida y cubriéndola con está espere a que el sangrado paré.

-¿¡Es que has perdido el juicio!? —Exclamo papá mientras se paraba al ver lo que hice— ¿¡Por qué te has masticado la mano!?

Dió unos pasos hacía mi, yo marqué distancia con mi mano sana. El se quedó quieto pero me seguía mirando, sus ojos amarillos se veían más intensos que antes.

Apenas deje de sangrar por la herida le pegue la servilleta en el pecho, antes de que la soltaría el la sujeto.

-Anda, ahí tienes para que hagas una muestra papá. Hazlo. —En todo momento entone fuerte, decidida y segura— Vamos, de repente consigues cambiar el resultado. Pero tú sabrás la verdad, la que te niegas a creer, que yo actúe por voluntad.

Solo cerro sus ojos, tomo algo de aire, parecía estar contando en voz baja. Estuvo inhalando y exhalando, lo repitió muchas veces. Cuando por fin termino me miró mientras arrugaba el papel ensangrentado por el puño que en su mano nacía.

-Dejame adivinar papá. ¿Es la tercera falta de respeto? ¡Oh! —Dije fingiendo una vez más drama en mis palabras— ¡Me preguntó que será de mi! ¡Pobre de mí!

Pude oír como sus dientes chocaban uno con los otros, como el aire que soltaba parecía humo por la irá que seguro ardía en el.

Pensé que haría algo, que me diría algo, que incluso sería capaz de golpearme o soltarme una bofetada en el momento. Pero no. Solo camino hasta el umbral de la puerta, se paró en el arco de esta y girando su mirada hacia donde estaba yo soltó un comentario antes de irse sin darme tiempo a responder. Claro, si es que primero me sacaba de la sorpresa.

-Planeaba llevarte a dónde tú madre se ha escondido tanto tiempo, dónde ni el mismo Helios o Selene han podido encontrarla. Que tú y Apolo vuelvan a verla con lo que la aprecian y extrañan. Pero creó que lo mejor sería llevar a mi esposa ahí, para que cuando la cabeza de Ares ruede tenga como compensación la de tu madre.

This is War (Esto es la guerra) | Ares and Atenea fanfic Where stories live. Discover now