VIII.

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Ares.

Helios ya se marchó de los cielos.

Estaba comprando la comida para la semana, cosas básicas pero que dieran un buen plato de comida, en lo que más gastaba era en la carne. Aunque en este caso Atenea me dió algo de dinero pues me dijo que deseaba cenar salmón, que comprará el mejor que ella traería el vino.

Supuse, no, pienso que tendremos una cita romántica así que desempolvando la tarjeta de crédito compré rosas rojas y blancas, velas y algo de ropa decente. No quería que piense que descuidaba mi físico siendo que éramos novios.

Novios... Oír eso y que tenga que ver conmigo era algo raro. Siempre había sido el amante, el galante, el de una sola noche, pero ahora había cambiado. Todo cambio, pensar que la mujer que en Ilion desvío mi lanza y llevo la de su campeón ahora era por la que estaba expectante a que fuera lunes. Me preguntaba si ella también sentía eso, desear que acabe el fin de semana.

Bueno, la cosa es que termine de comprar todo eso y yendo a mi departamento guarde todo en dónde tuviera espacio, pero me di cuenta que lo que menos tenía era espacio. La casa era un desastre. Así que agarrando escoba, aspiradora y trapo me puse manos a la obra y empecé a ordenar todo, como si fuera Ares "dios de la limpieza" no deje un rincón sin sufrir de la furia de mi aspiradora. Tuve que salir a la tienda más cercana a comprar unas bolsas de basura pues me di cuenta que había unos ratones y cucarachas muertas detrás de algunos muebles o debajo de este.

En cuanto acabe me di cuenta de algo, el departamento que alquilaba no era feo, solo era mal cuidado. Y bueno, sabiendo quien sería mi principal invitada tendría que aprender a limpiar todos los fines de semana.

Justo sonó el timbre, eso me sorprendió. No esperaba tener visitas. Así que yendo a la puerta abrí está y me di con la sorpresa de qué Scarlett me había visitado.

-Scarlett, me alegro verte. ¿A qué se debe esta visita? —Pregunte tranquilo—

Ella antes de responder entro al departamento y camino hasta sentarse en el sillón, en cuanto estuvo y ver cómo alzó su cara de forma indignada supuse que quería hablar. Así que cerré la puerta y camine hasta ella. Por mi parte yo me senté al frente tras jalar una silla de la mesa. Estando ahí cara a cara recién ella me respondió.

-Henry no sabes cómo me dueles.

Genial... Seguro Alan fue y contó el chisme, eso explicaba porque estaba así.

-Scarlett, creo que se que te duele. Pero no es algo que te incumbe. —Intente que mi tono fuera amable— Yo tengo una vida y tengo derecho a decidir sin preguntarme si mis decisiones les gustan a los demás.

-¡Claro! Para ti es fácil decirlo, y más cuando tienes al frente a tu pendeja.

Okay, era obvio que pasaba. Tenía que calmarla sino iba a empezar hacer un drama.

-Scarlett escúcham~

-¡No tu escúchame! —Me señaló con su dedo— Yo fui la estúpida con la que te ibas al baño del bar cuando te daba en gana, esperando que algún día me vieras por encima de mi cuerpo y quisieras algo más.

Tuve que tomar un poco de aire para coger paciencia, no quería sonar mal, pero tampoco era qué mi fuerte fuese la amabilidad. Conté del uno al tres y recién ahí le respondí.

-Yo fui directo contigo Scarlett, yo te dije. No quería algo serio contigo pero que si tú deseabas podíamos ser una amistad con beneficios. —Sus ojos empezaban a soltar unas cuantas lagrimas— En ningún momento te mentí o te vendí ilusiones, así que te pido por favor lo tomes como adulta.

-¿Es esa chica que hablo con Ben y luego te siguió verdad? —Su tono fue más de acusación que de pregunta— ¿O sea me has dejado a mi, a Shirley, a todas las mujeres solteras y deseadas de París por una chica de busto decente?

No voy a negar que quise reírme por su comentario, era uno muy superficial, sí. De repente ella tuviese un busto gigante al igual que un buen trasero como el de Shirley o esas mujeres que me buscaban, que me contrataban. Pero había un problema, ellas solo me veían por mi músculos, mis palabras y mi cara bonita. Porque en los momentos cuando yo cerraba el bar y me embriagaba solo llorando porque extrañaba el Olimpo ninguna se animó a preguntarme si estaba bien, solo buscaban que defogara mi tristeza en un polvo con ellas, y yo como idiota lo hacía. Agradezco al destino que no haya embarazado a ninguna.

-Si, las dejé por ella. —Afirme seguro— Porqué pude, porque quise y porque quiero, porque voy en serio.

Estuvo a punto de responderme, notaba la rabia en sus ojos, el como quería insultarme, sin embargo se quedó callada. Empezó a reír un poco mientras se secaba las pocas lágrimas que soltó y empezó a acomodar su cabello por detrás de sus hombros.

-¿Así que vas en serio con ella...? —Su tono de voz se había vuelto uno coqueto— Entonces el gran Henry Sade se despide del bajo mundo de la carne, ¿Que tal si le despedimos como se debe...?

La mire extrañado, ella en cambio me miraba mordiendo su labio inferior. Se paro del sillón mientras fue bajando el cierre de su abrigo, dejándome ver su voluptuoso busto, estaba acercándose a mi meneando la cadera.

-Scarlett basta, vuelve al sillón o vete. —Parecia no oírme, se paró frente a mi mientras dejaba caer su abrigo al piso— Hablo en serio, coge tu abrigo y vete.

De pronto se sentí encima de mis piernas, con sus manos de un momento a otro se quitó el top que llevaba quedando en sostén. Yo intentaba mirar a otro lado, tenía miedo que con la sangre que me empezaba a hervir la lastime al botarla, no quería ganarme una denuncia.

-Vamos Henry, ¿Que es un último polvo? —Decia acercando sus pechos a mi rostro y yo me alejaba lo que podía, llevo sus manos a su espalda. Planeaba quitarse el sosten— Yo sé que las quieres, pues si vas "en serio" con esa mujercita creeme que vas a extrañar la carne... Será nuestro secreto bebé.

De pronto su sostén cayó junto al resto de sus prendas, del torso para arriba estaba desnuda. Sin nada que la cubriera, de pronto sentí como la masa de uno de sus senos rozo mi mejilla y en un acto de reflejó me levanté haciendo que ella cayera hacia atrás.

-Vete de mi casa... —Mis ojos reflejaban mi furia—

Ella me miro extrañada, no pensaba que fuera actuar así probablemente, pensó que con sexo podría hacerme caer. Cuando el sexo para mí no era prioridad... Lo era Atenea.

Rápidamente su rostro cambio a uno indignado, sintiéndose repudiada, se levantó mientras cogía su ropa y me soltó una cachetada mientras con la otra mano cubría sus pezones. Yo no respondí ni con palabras ni con acciones, solo espere a que se vista. En cuanto ella lo hizo espere a que camine sola hasta la puerta y cuando llegó allí se despidió con un insultó.

-¡Eres un idiota! ¡No sabes lo que estás perdiendo Henry! ¡Conozco a los hombres como tú! ¡Te vas a aburrir de ella y volverás! ¡Jodete!

La puerta se cerró de golpe, ella se había marchado. Yo en ese momento solo me preguntaba que diría en el bar mientras dije:

-Mujeres...

Cerré mis ojos mientras tomaba aire, pero entonces una voz que no era la mis habló.

-Me sorprende cuánto has madurado hijo de Zeus, tanto que considero que con palabras evitarás herir a mi hija.

Apenas termine de oír el como hablaba sentí como mi corazón dejo de latir, como mi cuerpo se congelo, como mis ojos se abrieron pero tenían miedo de mirar a quien dijo aquellas palabras. El miedo recorrió todo mi cuerpo mientras con el valor que podía darme voltee a ver a la persona...

Estaba sentada en el sillón, con ese vestido negro absoluto, con su piel que era completamente negra, que sus ojos dorados con forma de media luna eran el único contraste y uno terrorífico.

-Nix...

This is War (Esto es la guerra) | Ares and Atenea fanfic Where stories live. Discover now