X.

208 30 51
                                    

Ares.

Trompetas se dejaron oír, anunciaban probablemente mí llegada, era el jinete que traía consigo el apocalipsis en mi caballo de metal y patas de caucho. Frenando ahí, abajo, en las faldas del monté dónde los árboles habían sido cortados como el maldito de Zeus había dicho me esperaban unos cuantos dioses.

Hermes, Dionisio, Afrodita, Demeter, Asclepio, Iris, Helios y Poseidón. El rey de los mares vino como se me dijo.

-¿¡Cómo te atreves de volver aquí!? ¡Con todo lo que has hecho! ¡Dejado en cama a Selene! ¡El asesinato de sátiros y centauros inocentes! ¡Atentar contra la vida de la princesa Atenea! ¡Y amenazar con acabar con el Olimpo!

Si, ¿Cómo me atrevía? ¿Por qué tras todo lo vivido me plantaba frente al posible suicidó más absurdo de todos? Fácil. Porqué aunque yo pueda morir cuando el día acabé, otras vidas se habrán salvado... Otras, exceptuando la de Harmonia.

El día del encuentro con Zeus.

-Y eso es lo que tendrás que decir y hacer contra Atenea, y entonces. Te irás pasado unos días a las faldas del monte, siendo visible para todos, las trompetas sonarán y vas a esperar que tanto mi padre y yo lleguemos. Vas a exigir que tú vida se decida ante un juicio el cuál perderás, o todos los que quieres morirán.

Las palabras del rubio fueron claras y precisas, lo que tenía que hacer y decir, maltratar a Atenea al punto de botarla. Solo para poder salvar a todos, incluyendo a mi hija, esa que estaba frente a mi como rehén.

-¿Quedó claro Ares? —Pregunto aquella voz, la del maldito quien por una noche con mi madre hizo posible mi existencia en este cruel mundo— Si deseas salvar a tus hijos y a Artemisa, que Atenea no pague por romper sus votos; irás a las fauces del lobo y dejaras que este te mastique.

Mi mirada estaba sumisa, viendo los pies de los cinco presentes frente a mi, mi respiración parecía que olvidó tomar oxígeno y en vez de eso ahora respiraba hierro, hierro oxidado que cortaba desde mis fosas nasales hasta mis pulmones.

-El rey te está hablando, ¡Responde maldito ingrato!

Fue la exigencia de Apolo, el preferido de ese rey de mierda.

-S~ si.

-¿Cómo? Creo que mi padre no te escucho. —Dijo en un tono burlesco, llevando su mano al oído mientras decía aquello— ¿Vas a dignarte a obedecer a tu rey por una vez y entregarte a la muerte?

-¡Que si maldita sea! ¡Lo haré!

Ese grito, vino de lo más profundo de mi ser; ese grito, fugó de mi con un par de lágrimas que volvían cristalinos a mis ojos.

-¡Pero no le hagan nada a mis hijos! ¡A Artemisa o Atenea!

Mis ojos, esos que estaba a punto de quebrar su represa para soltar el lago de lágrimas, esos ojos vieron a quien era niña y dueña de estos. A mí hija, mi retoño del pasado, mi bella Harmonia...

-Padre. —Dijo ella aún con las cadenas que llevaba en el cuello, aún cuando por orden de Zeus, Asclepio le hizo más presión— Por favor padre, no llores, no te caigas a pedazos.

This is War (Esto es la guerra) | Ares and Atenea fanfic Where stories live. Discover now