Capitulo 2:

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Sentencia de muerte.

I.

Hera, diosa del matrimonio.

Un día después...

-¡Hera maldita sea! ¡Ábreme la puerta!

Grito aquel pedazo de escoria qué tenía por eso al otro lado del cuarto, llevaba así desde que se había levantado y decía que necesitaba verme; pero, el problema es que yo no quería verlo a él para nada con el vil acto que se atrevió a cometer ayer.

-¡Hera! ¡Joder, que soy tu esposo y necesito verte!

Mi esposo... Tremenda clase de esposo que era. Tenía tantas cosas que decirle, demasiadas que dentro de mi parecía que habían un banco de palabras a su nombre. Cosas como un: "También eres padre Zeus, tenías un hijo que te necesitaba. ¿Dónde estuviste para el?", "¿Acaso es solo cuando me necesitas que es cuando soy tu esposa? Porque cuando paras con una ramera tuya veo que eso da igual Zeus.", "¿Y que crees que necesitó la familia desde hace tiempo? ¿Un infiel y una alcohólica por padres...?".

-¿¡Vas a abrir si o no!?

¿Por qué demonios seguía insistiendo si el ya sabía la respuesta? ¿Por qué no me dejaba en paz por esta vez? Solo quería estar sola y encerrada como en antaño cuando fui devorada por mi padre solo que está vez ebria por el vino que tomé para ahogar mi más grande pena; pero el tenía que venir a arruinar eso con su insistencia de mierda. Con lo de ayer.

-Hera, escucha bien que solo lo diré está vez. No me vayas a obligar a tumbar la puerta... Contaré hasta 3 y espero que estés aquí.

Mirando un momento al cielo el cuál Helios siempre cruzaba y dándome cuenta que estaba ahí observando con lastima mi afligido rostro me decidí por darme media vuelta, respirar profundo y caminar. Lo hice lo más rápido aun cuando se sintió eterno. Llegando dónde la puerta y tocando la manija con las llenas de mis dedos exhale el aire que había aprisionado en mi para finalmente abrir la puerta lentamente.

Cuando hice esto pude notar su figura que no esperaba a que le abra cuando no siquiera se había puesto a contar, pero es que el siempre fue tan idiota que creyó que no aprendí de mis errores y que el error que podría cometer ahora era no hacerle caso cuando lancé un ultimátum. Pues ya no lo conocía desde ayer.

Cuando finalmente la puerta se encontró por completo abierta hubo un pequeño silencio el cuál nos dejó en únicamente un cruce de miradas, por un lado en la que él se sentía ofendido por mi supuesto "capricho"; por el otro, la mía la cual era una mirada apagada que apenas y mostraba enfado. Me sentía tan mal por dentro que se había reflejado afuera de una forma inevitable. Yo no planeaba hablar primero, necesitaba oírlo a él, saber que se atrevería a decirme o como pensaba que podría excusarse. Así tendría una idea a medias de como responderle.

-Hera, mi amor. Hasta que por fin te dejas ver por mi. -Dijo sin saber si realmente cambio su animo a uno feliz o fingía, prefería lo segundo... Pues con lo primero sería muy idiota- Déjame darte un abrazo por favor.

Lo dijo en un tono tan común en el que me di cuenta que era idiota, realmente pensó que iba a corresponder a su felicidad. Se estaba acercando con sus brazos abiertos queriendo darme un abrazo el cuál yo detuve de que se concretará colocando mi mano en frente de su pecho, lo que menos deseaba era tocarlo en esos momentos...

Teniendo que volver a llamar a la sabiduría a mi aún cuando probablemente no llegará, yo iba armando las palabras de mi garganta para tras pasar algo de saliva dejarle saber a él lo que pensaba.

-No te atrevas a tocarme Zeus, es lo menos que puedes hacer por mi ahora y espero que aunque sea me cumplas eso. -Sus ojos confundidos me decían que no parecía entender mi dolor, típico en él no comprenderme nunca- Ahora dime, ¿para que has venido? ¿Acaso esperas que te perdone? ¿Crees que lo haré tras lo pasado ayer? ¡Ni en una eternidad Zeus! ¡Ni en una puta jodida eternidad!

-¡Hera por Gaia! ¡Deja de comportarte así!

Mi mano se movió por impulso, mi cuerpo quería hacerle sentir lo que yo pues estuve a punto de darle una bofetada cuando pare a escasos centímetros de su piel. Su mirada era de alguien atónito, de alguien que no tuvo ya sea el tiempo o el ánimo de defenderse. Parecía preguntarme con su mirada si eso había sido en serio. Estaba segura de que mi mirada podía decir que si había sido en serio, pues aún cuando me detuve mi semblante no cambio a uno de miedo o sumisión; no planeaba seder por más que casi se me escape la mano.

Poco a poco la alejé de él hasta que volvió a mi espacio privado para cruzarse de brazos con la otra extremidad y así dejarme caer en el marco de la puerta, mirándolo ya algo agotada; pues me generaba cansancio el tener que ver a Zeus en aquél momento. Solo me límite a soltar tres palabras en forma de pregunta.

-¿Que pasa ahora?

Las palabras salieron, pero a medias. Tan a medias que si me había oído lo consideraría un pequeño logro de su parte y pareció que fue así. Pareció eso pues se llevó los dedos a la frente, quisquillo un poco antes de decir una oración y tras alejar los dedos de su rostro me decidió responder.

-Necesito que vayas a la sala de Los Doce. Estoy obligando a todos a venir y eso te incluye a ti por si no quedó claro mujer, a los 12 del Olimpo, a mi y a los reyes del mar y el Inframundo. -¿Me estaba amenazando...? ¿Se estaba atreviendo?-

Creo que el cobarde se dió cuenta que pensé eso porque inmediatamente dijo eso dejo de verme a los ojos, estuve un minuto esforzándome para no dejar caer mi mirada hasta que volviera a verme. Pero el cobarde nunca me miro, fingió darle atención a otras cosas como ninfas pasando o el cantar de las aves que estaban sobrevolando el monte Olímpo. Parecía que le dió miedo la idea de que no dejaría de verlo hasta que el me mirase, tanto miedo que dió unos pasos a la izquierda para de la nada ponerse a caminar y antes de que siquiera pueda preguntarle algo el hablo.

-Te veo ahí esposa mía, tengo que recibir a nuestros hermanos. -No, no tenías que recibirlos. Tenías que huir de mi-

Finalmente se esfumó de mi vista y cuando lo hizo me di media vuelta para entrar a la habitación tambaleante, la puerta la cerré con fuerza porque el sonido de un golpe se hizo notable. Tras eso camine hasta el balcón teniendo cuidado de pisar las botellas que había llevado tomando toda la noche, pues si... Me había olvidado de esas botellas por completo cuando oi la voz de ese idiota, me olvide de que existían como el lo hizo conmigo y...

"¡Crack!"

El sonido de una botella romperse al ser aventada hacía menos el de mi respiración entrecortada, pero solo una no bastaba; eso llevo que empezará a lanzar las todas. Una por una, como si fuera una metralleta las disparaba contra la pared mientras gritaba y maldecian a Zeus, a sus bastardos, sus rameras, sus amantes masculinos, a su reino, su libertad, a su hija Atenea... Ella, ella era la culpable de esto y solo ella. De mi dolor. ¡Atenea, como te odio! El solo pensar su nombre hacia que un fuerte sentimiento de odio y dolor me invadan parecidos a un tumor maligno; no. Ella era el tumor, el tumor de mi familia, de muchas cosas, de demasiados males como Troya, la maldición de Medusa, de Aracne, ¡De atentar al igual que yo contra Zeus! ¿Pero que castigo recibió ella? Ninguno... Y ahora causante de una atrocidad en el Olimpo, pero aún así tendría lugar en la sala de Los Doce mientras que mi hijo, mi Ares no la tendría más...

Ares...

Tu no merecías esto, no... ¡No!

This is War (Esto es la guerra) | Ares and Atenea fanfic Where stories live. Discover now