Esto es la guerra.

300 24 26
                                    

Cronos.

El Tártaro, sus prisiones, sus prisioneros, todos y cada uno, titán o no titán, gigante o humano castigado; todos éramos libres. Y todos teníamos un mismo objetivo común, el de acabar con mi estirpe y la descendencia de esta. No era para menos decir que esto había empezado de la mejor manera, con la muerte del legítimo primogénito varón de Zeus. Ares, el único capaz de haber derrotado a Zeus estaba ya muerto, todo por poder salvar a su amada. La otra hija, la diosa que ahora era la que gobernaba según mis espías. Ella, y el resto de patéticos dioses que habitaban en ese maldito monte estaban a punto de conocer el inicio de su final. Solo era cuestión de días para poder dar el primer ataque, uno el cuál iba hacerlos decaer moralmente, y del cual nunca estarían listos para recibirlo.

-¿Falta mucho? —Pregunto la voz masculina, de ese odioso ser el cuál no podía hacerle nada por nuestro pequeño trato— Has estado en ese trabajo tuyo desde que lograste escapar, desde que dejamos como única salida para ese idiota el dar su vida por la de Atenea.

Opte por no responderle, seguí moldeando mi obsequio para los actuales regentes de la hegemonía griega. Estaba centrado en que cada detalle fuera tan exacto, tan perfecto, que cuando lo vienen no dudaran de lo que era.

O quién era.

-Mi hijo se asusta cada vez más con tus otros aliados. —Volvio a hablar él— No le gusta para nada estar ahí abajo con los demás Titanes o gigantes. Bueno, tampoco es que a mí me guste estar aquí, pero desde que Ares pateo el trasero de papá no me quedo más opción que venir aquí, Cronos.

Estuve a punto de golpear la figura que armaba, tuve que calmarme al oír sus palabras tan soberbias, tome un largo suspiro y le respondí finalmente mientras seguía trabajando. Estaba a nada de acabar con esta figura tan significativa, con esta nueva adquisición, la mejor de mis obras de arena.

-Te hago acordar que si quisiera podría matarte Apolo, pero me sirves más vivo tanto tu como tú hijo. —Por ahora— Aparte que, eres el más cabrón de entre todos esos malditos dioses, puesto que me trajiste a mi bella hija Hera. Una de las que personalmente quiero dejar vivas hasta el final.

No pude ver que rostro puso, solo sentí como boto aire de una manera que delataba su poca tolerancia a mis palabras. Era claro que no íbamos a crear lazos de abuelo y nieto, pero por ahora ambos dependíamos del otro. Y que cuando uno dejara de ser útil sería traicionado por el que ya no lo necesitara.

Dió unos pasos, pude oírlo, se acercó. Parándose a un lado el muy irrespetuoso miro a las figuras ya armadas detrás de mi más reciente trabajo, luego miró a este para después hablar.

-Joder, es demasiado idéntico. Tanto que me da ganas de destruirlo.

Desvíe mi mirada por un momento del ser que estaba armando, con mis ojos puestos en él le respondí.

-No es que sea idéntico bastardo de Zeus, es él. Reconstruido, rediseñado y apunto de reclamar lo que a los Titanes nos perteneció tras la caída de Urano.

Cruzo sus brazos, intento acercarse más; pero lo detuve y le hice que observará sin tocar. Mis manos siguieron acomodando los ojos y la nariz de la manera correcta, ya faltaba casi nada.

-Pero le falta algo, algo que no tenía cuando murió. Ni cuando peleó con papá.

Maldita sea Apolo, ¿Es que no puedes dejar de decir lo obvio?

-Curioso, amo hasta el final a alguien. Pero no tenía un corazón con el que amar.

Y ya estaba, al fin estaba satisfecho con mi trabajo. Me pare y con sumo cuidado camine, a Apolo tuve que hacerlo levitar para que al dar pisadas no se moviera ni un grano de arena. Nos alejamos unos cuantos pasos, hice que el dios de las artes tocará suelo frente a la puerta de salida y le hablé al mismo tiempo que contemplaba mi obra. A una de las sombras de arena que se encargarían de destruir a mis enemigos, que digo una, a la sombra líder de estás.

-Llama a tu hijo, es hora de que pasemos al siguiente paso. Es hora de darles cierta "vida" con esas artes de nigromante que él tiene.

No respondió, solo se retiró. Bajo las escaleras hasta que sus pasos dejaron de oírse, entonces fue que rei ligeramente mientras veía a las estatuas que pronto cobrarían vida para luchar en esta nueva guerra.

Ícaro, Aquiles, Hector, Teseo, Orfeo, Diomedes, Odiseo y Áyax el grande. Todos ellos, mis dignos campeones, traídos de la muerte como simples títeres hechos de arena y siendo sombras de lo que alguna vez llegaron a ser en vida por su libre albedrío que ahora no poseían. El batallón encargado de luchar contra los dioses, liderados por la "lanza del Olimpo". Mi mayor guerrero, el dios de la guerra violenta, rey del Olimpo.

-Ares, tú quien pronto vas a liderar a estás sombras siendo tú una más, serás quien me traiga a mis otros cinco hijos para que se reúnan con tu maldita madre. Y además, haré que cargues contigo la cabeza de la actual reina. La de Atenea...

Entonces fue que los pasos de las escaleras se dejaron oír, ahí subían Apolo y Asclepio, los dioses traidores. Qué con las cadenas que una vez me ataron a mi y a mis hermanos en el Tártaro, me darían el completo control de estás sombras y mi victoria en esta nueva guerra por venir. Porque... Esto es la guerra.






Continuara...

This is War (Esto es la guerra) | Ares and Atenea fanfic Where stories live. Discover now