11. "Batalla del distrito Trost - Parte 2"

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Batalla del distrito Trost - parte 2.

Levi había llegado al distrito hace al menos una hora, en ese transcurso había logrado matar a una infinidad de titanes que mascaban con gusto a sus compañeros, les cortaba la nuca sin piedad y saltaba hacia el siguiente a través de los edificios destruidos de la ciudad de Trost.

Nunca había visto tanta destrucción, sabía que el ataque había sido temprano por la mañana y que a duras penas había sido detenido por cadetes recién graduados.

Le aborrecía, los titanes le aborrecían, esas caras sonrientes y expresiones de imbéciles le hacia sentir la urgencia de destruirlos, masacrarlos y partirlos en miles de pedazos, nunca había sentido tanta rabia en su vida.

Unos ojos verdes enmarcados por grandes ojeras observaban con urgencia a un soldado, la saliva estaba comenzando a caer por los pequeños espacios de su sucia boca, al mismo tiempo que, el soldado gritaba con rabia a punto de ser partido en dos.

El titán cerro su boca con lentitud, los huesos del soldado eran triturados mientras su propia sangre le impedía observar a su alrededor.

-Bastardo... -murmuro. - ¡SERAS ASESINADO POR EL CAPITÁN LEVI!

Casi como si fuera una orden, Levi cayó desde el cielo dando un giro exacto para rebanar la nuca del titán liberando, en el proceso, al moribundo soldado que estaba llorando de felicidad.

Aterrizó en uno de los tejados, y con sus ojos felinos bien atentos observo el panorama de la ciudad.

Uno en la derecha, dos en la izquierda, pensó para si mismo y es que estaba acostumbrado a divagar en sus pensamientos durante las batallas, principalmente porque eso le daba tranquilidad y mayor capacidad de atención.

Sintió como varios pares de botas aterrizaban a su lado.

- ¡Capitán! -gritó Petra Ral llegando junto a Erd y otro soldado. -Trajimos refuerzos.

-Petra -hablo con tranquilidad Levi. -Vayan por el soldado de allí -dijo apuntando al hombre moribundo -Hange y yo iremos por esos titanes.

- ¡No, capitán Levi! -protestó Petra sin éxito.

Levi sin escuchar a sus subordinados se abalanzó hacia los dos gigantes de la izquierda que caminaban con grandes sonrisas por la destruida Trost, odiaba sus caras, le causaban repulsión. En un par de movimientos casi perfectos el pelinegro se cargo a los dos titanes quienes cayeron con rapidez al suelo eliminando grandes y espesas nubes de vapor.

Encajo su equipo tridimensional a una de las paredes a medio caer para luego aterrizar a un lado de Petra, quien se encontraba con el soldado que había salvado hace algunos momentos.

- ¿Cómo se encuentra? -preguntó con su habitual tono monótono.

-No logro frenar la sangre, capitán -dijo Petra intentando tapar la herida del soldado. -A este paso...

-Capitán... ¿fui...yo...fui...un aporte para la humanidad? -preguntó el soldado en cansados jadeos.

Los ojos de Levi se abrieron en sorpresa, aquella pregunta se la hacían siempre, era algo usual en los soldados moribundos preguntar si su muerte era valiosa eso los ayudaba a irse en paz, para él dar una respuesta era casi automático, pero en ese momento, justo en ese maldito momento, un par de bonitos ojos azules cruzaron su mente.

Giselle...

Unos días antes esa pregunta se la había hecho Giselle, aquella hermosa y valiente soldado que el había jurado proteger, recordaba su rostro triste y sus ojos sin vida, las pequeñas lagrimas que rodaban por sus rosadas mejillas, la calidez de su cuerpo en sus brazos y la tranquilidad que su cercanía le producía.

-...tu muerte no fue en vano -finalizó Levi su largo discurso, sin embargo, el soldado ya había muerto.

Por otro lado, una impactada castaña observaba como un extraño titán de brillantes ojos verdes gritaba eufórico mientras asesinaba a patadas al gigante que minutos antes había intentado comerse a su compañero.

Giselle observó el tejado, en donde se encontraban ya seguros los otros dos soldados, estos le hacían señas con las manos permitiéndole su escape, no había posibilidad que Giselle se abalanzará hacia el tejado con ese extraño titán en medio, su vida estaba en peligro.

Con el corazón en una mano se despidió de sus compañeros y encajó su equipo tridimensional en la dirección contraria, de vuelta al muro.

El gas de su equipo se estaba acabando, si la torre de abastecimiento no permitía el ingreso de los soldados pronto no tendría como dejar el centro de la ciudad, necesitaba reabastecerse y con urgencia.

A medida que avanzaba hacia la muralla podía observar el gran daño que los titanes habían dejado a su paso, una infinidad de cuerpos adornaba las antiguas calles de la ciudad, todas las edificaciones se encontraban o totalmente destruidas o a punto de caer, el olor a muerte inundaba sus fosas nasales y el grito profundo de ese excéntrico titán resonaba como eco en Trost.

Giselle estaba asustada.

-Mierda -musitó observando al titán que se cruzaba en su camino.

Con gran dificultad aterrizó en el techo de un bar cuando un titán de dos metros intentó capturarla, el gas de su equipo tridimensional ya no la impulsaba lo suficientemente como para escapar, ella estaba segura, ya no podría llegar a la muralla, este era su fin.

Con los ojos cerrados intentó recordar lo más bonito que le había pasado en estos días, principalmente para no morir con la imagen de unos apestosos dientes partiéndola por la mitad o el ruido de sus huesos siendo triturados.

Estos días había sido afortunada, muchas situaciones hermosas le habían ocurrido, situaciones que ella nunca hubiese pensado experimentar allá en el subterráneo, incluso las podía enlistar: la familia de Camille recibiéndola, su caballo Luna, Petra, Antón y Erd apoyándola en diferentes batallas y, definitivamente, el capitán Levi sosteniéndola en sus brazos mientras lloraba.

Pero, por sobre todas las cosas, lo que más le tranquilizaba era saber que allá, donde sea que los muertos iban, su queridísima Camille Hook le estaría sonriendo para recibirla con los brazos abiertos.

Giselle observó como el titán caminaba hacia ella balanceando su cabeza de lado a lado, tenía una expresión neutra y los grandes ojos cafés desorbitados, iba a por ella.

Suspiró rendida y con el último aliento que tenía tarareo la canción que Madame Gravois cantaba cuando era pequeña.

Sin embargo, casi por obra divina, del cielo un reflejo llamó su atención el cual cayo directo en el titán derribándolo en pocos segundos.

-Te encontré -dijo la persona.

Los ojos de Giselle se abrieron en sorpresa y, casi automáticamente, sollozo de felicidad mientras abría sus brazos para Levi.

Sueños de libertad - Levi Ackerman.Where stories live. Discover now