50. Adiós al sueño de libertad

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Adiós al sueño de libertad

-¡No, Giselle! -gritó Jean desesperado intentando correr hacia el titán que la había tomado en su asquerosa boca. -¡Giselle! ¡maldita sea! ¡no tú! ¡no! -balbuceaba Jean entre profundas lagrimas y sollozos.

Hange, por su lado, había permanecido inmóvil con la boca semi abierta y el corazón retumbando fuertemente en su pecho. Había presenciado muchas muertes ese día, sobre todo la muerte de su querido Moblit, pero no esperaba que de la nada la pequeña y alegre Giselle, a solo dos días de su soñada boda, terminaría muerta a manos de un maldito titán.

Lentamente sintió como su estómago se revolvía y entonces, en una esquina de la casa en ruinas, tuvo que devolver lo poco y nada que mantenía en sus entrañas.

Todo era demasiado surrealista.

Si, era verdad, dentro de las filas de soldados siempre había algunos especiales que nunca te imaginabas que iban a morir. Hange tenía sus especiales, entre ellos al refunfuñón Levi y a su lindísima Giselle. Ellos eran alguien que nunca pensó les pasaría algo, se protegían mutuamente, tenían fuerza en sobremedida y parecían ser los protagonistas de todo lo que los rodeaba.

Entonces, ¿Por qué había rastros de sangre de Giselle en el suelo?

-Hange, debemos ir por Giselle, dame tu gas -exigió Jean con euforia. -¡Maldita sea, Hange, dame tu gas!

Los dedos tiritones de Hange sostuvieron la mano herida de Jean, intentando llamar su atención de alguna manera extraña. Entonces, con los ojos repletos de pequeñas lagrimas negó dos veces con su cabeza.

-Jean...-murmuró. -Giselle esta muerta -le intentó explicar.

-¡No! -gritó Jean. -Es imposible, ella no puede...¡Hange, debemos ir! ¡rápido! -dijo soltándose de su agarre y corriendo tras el rastro de sangre.

-¡Jean, escúchame! -dijo Hange acercándose al soldado confundido. -Mira la sangre ¡mírala! Es imposible que Giselle este viva, no tenemos suficiente gas, no los alcanzaremos.

-No te rindas, Hange, yo sé que Gi pu...

Y, sin siquiera pensarlo dos veces, Hange enredó sus brazos en el cuello de Jean y lo abrazó con fuerza logrando que ambos llorarán con más fuerza.

-Yo también perdí a alguien, Jean -murmuró Hange. -Moblit me salvó la vida y a cambio dio la suya -dijo con tristeza. -También me gustaría hacer algo al respecto pero...ya es muy tarde.

-Ella no tenía porque morir -comentó Jean ocultando su rostro en el hombro de Hange. -Tenía muchos sueños ¿sabías? Ella quería ser libre, quería vivir en paz con su capitán -sollozó.

Entonces los ojos de Hange se abrieron en sorpresa, recordando que aún quedaba algo por hacer, algo totalmente difícil y que terminaría por romper el espíritu de aquel hombre que ella tanto quería y admiraba.

Era hora de ir por Levi.

Así que ambos soldados, tan rotos y tristes como estaban, utilizaron la última reserva de gas de sus tanques y viajaron al pequeño tejado en el cual se encontraba Levi, Eren, Mikasa y un par de soldados novatos.

Hange observó a su alrededor, había dos cuerpos inmóviles en el suelo del tejado, uno completamente calcinado y otro a punto de desangrarse por completo.

Eran Armin Arlert y Erwin Smith.

En la mano derecha de Levi se encontraba la pequeña inyección que Kenny Ackerman había decidido dejarle segundos antes de morir, él ahora contaba con una gran decisión, y parecía que los gritos desesperados y los intentos de golpearlo de Mikasa no eran de gran ayuda para Levi.

Sueños de libertad - Levi Ackerman.Where stories live. Discover now