29. Claridad

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Claridad

La boca del titán colosal era gigante, tan gigante que al menos unos diez soldados podían caber en ella con facilidad, al menos eso fue lo que pensó Historia Reiss en el momento en que vio como su heroína estaba a punto de ser devorada.

Ni siquiera lo pensó, simplemente sintió como su cuerpo se abalanzó en automático hacia adelante y tomó la pequeña mano de Giselle jalándola hacia ella, salvándola de aquel horrible monstruo que quería acabar con su vida.

Pero el monstruo, quién historia pensó no fallaría, se desvió al menos dos metros del cuerpo de las soldados y se dejó caer con rapidez hacia Reiner Braun, el titán acorazado, cubriéndole las espaldas como había venido haciéndolo desde hace años.

Era casi como si les hubiera dado una advertencia, como si les hubiera querido demostrar algo en ese simple movimiento, y eso Giselle Church lo sabía, aquel gigante muchacho de cabello castaño y mirada deprimida se había apiadado de su pobre alma, pero era la última vez que lo haría, para la próxima ella terminaría siendo prisionera de los enemigos.

Y lo agradeció.

Por más que quisiera vengarse a ojos cerrados de la cruel muerte de Marco Bott, por más que quisiera cortarlos en mil pedazos nombrando a cada uno de los muertos en batalla, en Shiganshina y en Trost, civiles y soldados, niños y mujeres, no lo haría.

Debía aprender, debía saber que no era invencible, que no porque su corazón lo exigiera ella debía entregar todo y morir en el intento, porque ella debía vivir, ella tenía a su capitán, a su adorado Levi, y no quería hacerle sufrir una nueva perdida solo por su irresponsabilidad, ella debía ser más inteligente y saber cuándo era el momento idóneo para luchar.

Y en ese momento Giselle no se encontraba en las mejores condiciones para seguir luchando, o al menos intentarlo.

Se desplomó sobre el duro asfalto de la muralla y suspiró con tranquilidad, olvidándose al menos unos segundos de lo que en realidad estaba pasando a su alrededor, del caos que ese par de titanes habían ocasionado.

Eren Jaeger e Ymir habían sido secuestrados.

El frío viento de ese día le golpeaba con fuerza sobre su rostro, sentía como las pequeñas yagas que el vapor del titán colosal había ocasionado le ardían, sabía que aquello no dejaría marca, por lo mismo no se preocupaba lo suficiente, pero debía admitir que el perpetuo calor sobre su piel era molesto.

Se sentía afiebrada y un poco mareada, incluso podía percibir como el suelo de la muralla vibraba bajo su cuerpo, y eso le daba la sensación de estar volando, flotando sobre la tierra.

Una bandada de pájaros blancos pasó por sobre ella, graznando sonidos incompresibles para su confundido cerebro, lo único que sabía en ese momento era que la chica que gritaba con desesperación, y le causaba aún más jaqueca, era Mikasa Ackerman.

-¡Eren! -gritó una vez más. -Malditos...-dijo antes de desmayarse por el vapor que emitió el cuerpo del titán acorazado.

Giselle se tapó la mitad de la cara con su cansado brazo derecho y suspiró, habían perdido, incluso cuando sabían la verdad y tenían el factor sorpresa la legión había perdido ¿es que acaso no había esperanza para la humanidad? ¿siempre tendrían que estar luchando por sus vidas? Al parecer si, aunque los entrenarán arduamente día a día no podían vencer a ese par de titanes extraños que habían decidido ser el enemigo de Paradis.

-Iré a ayudar a los demás -dijo Historia dejando su chaqueta de almohada a Giselle. -Creó que todos han quedado fuera de combate.

-Al parecer.

La castaña se impulsó con las palmas de sus manos hacía arriba y observó el tumulto de soldados acostados inconscientes sobre la muralla, el vapor los había golpeado con fuerza, y ahora el titán acorazado y el titán colosal se encontraban muy lejos con Eren, con el tiempo suficiente para poder escapar.

A lo lejos divisó a Hange, la superior al mando de la misión, inconsciente sobre una camilla improvisada.

-No, Hange -dijo levantándose con pesadez de su posición acostada. -Hange ¿Por qué tú?

Se acercó al cuerpo inconsciente de su amiga y la observó, se veía en paz, quieta, algo que no era común en la histriónica líder de escuadrón, y eso le causaba terror, porque Giselle quería ver a su amiga tan energética como siempre, y gritando hacia Levi cada vez que lo veía.

-Sasha, Antón -llamó Giselle sentándose a un lado del cuerpo de Hange.

Todos parecían estar en un perpetuo estado de pesadumbre, casi como si encontraran en un mismísimo funeral, creían haber perdido para siempre, incluso la pobre vida de Eren Jaeger y el reciente descubrimiento de Ymir, creían haber perdido la posibilidad de la humanidad.

Giselle sabía lo que tenía que hacer, sabía que en ese momento solo era necesario un solo hombre, quién lograba movilizar masas solo con plantar cara frente a ellos, quién los hacía entregar sus corazones a la humanidad a ojos cerrados, el mismísimo Erwin Smith.

-¿Giselle? -Dijo Antón sonriéndole confiadamente a su amiga, sabía que ella tendría un plan, ya la había visto en acción un par de veces y conocía a ciencia cierta que la chica actuaba mejor bajo presión.

-Necesito que cabalguen a Trost y vayan por el comandante Erwin Smith -ordenó Gi. -Cuenten lo que pasó aquí, con lujo de detalles, y que vengan con ayuda.

-¡Si! -dijeron ambos soldados haciendo el saludo militar a Giselle.

-Gracias -murmuró la chica.

Una vez que Sasha y Antón desaparecieron por el camino a Trost, Giselle finalmente se pudo quedar quieta y descansar, al menos para recuperar las energías que había perdido intentando vencer a Bertolt.

Se acostó a un lado de Hange y cerró los ojos, dejándose vencer por el sueño. 

***

¡Al fin! Giselle finalmente esta aprendiendo la lección de ser mas racional y pensar en las consecuencias antes de lanzarse al vacio.

Queda un capitulo más.

Pd. En multimedia, parte del uniforme de Gi.

Sueños de libertad - Levi Ackerman.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora