46. Un maldito adiós

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Un maldito adiós

En el momento en que la pequeña y blanquecina mano de Giselle Ackerman tanteo el aire a su alrededor, en un vago intento de encontrar soporte, el gigante diamante que colgaba de su dedo anular generó un gran esplendor que llegó directo a los ojos moribundos de Reiner Braun.

No estaba soñando, ni mucho menos teniendo esa repetida pesadilla en la cual una intrépida castaña lo descubría una y otra vez en su mentira. Ella estaba justo ahí, a metros de distancia de él, sobre la gran muralla y con una expresión de horror en el rostro mientras su cuerpo se transformaba lentamente en el gran titán acorazado.

El capitán Levi lo observaba fijo desde la distancia, con sus centelleantes ojos grises y su particular mirada enfurecida a la cual Reiner y Bertolt temían.

Pero en ese momento nada le importó, solo tenía en mente un pequeño y hermoso objetivo que fijaba sus gigantes ojos azules en él con repulsión.

Sabía que ella iría a por él, solo era cuestión de esperar y de pensar en el movimiento especifico para atrapar a la pequeña soldadito entre sus manos. Si lo hacía, antes de que el mocoso de Eren Jaeger quisiera luchar con él, tendría asegurada la batalla porque su mente ya no le jugaría en contra y no estaría al pendiente de que Giselle Church clavará sus gigantes cuchillas en él.

Sonrió débilmente, esperando por el momento justo para atacar, pero algo llamó su atención, o más bien alguien.

El titán bestia.

Cuando Levi aterrizó con rapidez a un lado de Giselle intentó traerla devuelta a la realidad, porque los ojos de Giselle se encontraban perdidos y furiosos en el gigante titán que yacía a los pies de la muralla y, sabía con seguridad, que su mujer estaba planeando como caer con su filosa cuchilla directo en la nuca del titán acorazado.

Ella quería vengarse, o más que vengarse, Giselle Ackerman quería dejar de temer.

Entonces el pelinegro capitán tomó con fuerza el brazo de Giselle y la guío hacia atrás, hacía la mitad de la explanada de la muralla maría e intentó, con el poco tiempo que el momento le permitía, llamar su atención.

Pero no fue necesario, porque un gigante estruendo retumbo alrededor de todo shiganshina, dejando al descubierto la posición de no solo un titán, sino que más de treinta anormales y de dos metros rodeando la muralla, junto al peludo y horrendo gigante que los comandaba.

-¿Qué mierda? -habló Giselle finalmente sosteniendo con todas sus fuerzas la mano de su esposo. -¿Levi...que esta ocurriendo?

-No lo se -murmuró Levi poniendo parte de su cuerpo por delante de Giselle. -No te alejes de mí ¿de acuerdo?

-No lo haré -prometió Giselle con el corazón latiendo desenfrenado, estaban atrapados.

El titán bestia tomó entre sus gigantes manos un montón de rocas, aplastándola con facilidad y creando pequeños proyectiles que lanzó, con todas sus fuerzas y la furia que un titánico peludo podía tener, hacía la muralla directo a la legión de reconocimiento.

Giselle respiró con dificultad, mientras veía como cientos de piedras volaban por los aires directo hacia ellos, a segundos de aplastarlos y acabar con sus miserables vidas.

"¿Es el fin?" se preguntó en su fuero interno, con todo el miedo y la incertidumbre de no poder cumplir finalmente con su cometido, crear un mundo en paz para Levi y ella.

-¡cúbranse! -ordenó Erwin Smith sacándola de sus pensamientos, quién se encontraba en el frente de las filas con la cara directa hacia el titán bestia.

Sueños de libertad - Levi Ackerman.Where stories live. Discover now